27
La primera vez que dejé la manada, solo había desesperación, desolación, pues creía que jamás volvería a estar completa; que, sin la manada, no sería nada. No era yo quien escapaba, sino mi madre quien me forzó a marcharme.
En esta ocasión es diferente. Ahora soy yo la que huye. Yo. De buena gana. Tan deprisa como puedo. Sin la manada, soy libre, estoy tan completa como no lo he estado en semanas. La esperanza inunda mi corazón.
Will me coge de la mano. Tamra y Cassian guardan silencio en el asiento trasero. La tensión nos envuelve a los cuatro, tan densa como la niebla que hemos dejado atrás.
Percibo a Cassian a mi espalda. Irradia una determinación dura y airada. Sus emociones se mezclan con las mías, que son más alegres, así que me centro en mis propios sentimientos, esforzándome en apartar los de Cassian.
Bajo la vista hasta la mano de Will, que rodea la mía. Qué fuerte es. Recuerdo la confusión de Corbin ante su fuerza, y dejo que esa idea penetre profundamente. Yo ya había visto evidencias de su fuerza con anterioridad. Cuando Will luchó con Cassian en Big Rock, fue un digno contrincante. Entonces lo atribuí a su entrenamiento, pero ahora no estoy tan segura. No después de lo de hoy. No después de lo que le he visto hacer con la tierra.
¿Hay alguna forma de que Will haya adquirido múltiples talentos drakis a través de la transfusión de sangre? ¿La fuerza de un draki ónix y el poder de manipular la tierra de un draki térreo? Quizá suene demasiado increíble…, pero yo sé lo que he visto. Will ha alzado el suelo como si tuviera una palanca. Lo mismo que puede hacer un draki térreo. No me lo he imaginado.
Tamra también ha sido testigo. Todo lleva a la sangre. Tiene que ser eso. ¿Qué otra explicación puede haber? Will es inmune a la acción de los ocultadores, es extraordinariamente fuerte, puede manipular la tierra… Eso es mucho más de lo que puede hacer un solo draki.
Y empiezo a preguntarme… qué más se esconde en Will, en su sangre.
Quiero hablar con él sobre eso, pero cuando estemos a solas. Sabiendo cómo se siente Cassian, no quiero que sospeche que Will puede haber ganado algo más que una segunda vida con las transfusiones.
Reflexiono sobre eso en el prolongado silencio, hasta que de pronto se inicia una conversación cuando Cassian pregunta:
—¿Cuánto tardaremos en llegar?
—Depende de si vamos directamente —responde Will.
—Pues entonces iremos directamente —replica Cassian con determinación.
Yo miro de reojo a Will y veo cómo se le tensa un músculo en la mejilla. Le doy un leve apretón de mano, pidiéndole paciencia. Esta aventura va a ser bastante difícil. Todos deberíamos intentar llevarnos bien.
Tamra suelta un bufido y masculla:
—Siempre ordeno y mando.
Yo le lanzo una mirada. Está sentada con los brazos cruzados, pegada a la portezuela, tan lejos de Cassian como le es posible en los confines del vehículo. Vuelvo a mirar hacia delante y suspiro despacio.
Este va a ser un largo viaje.
Conducimos varias horas; nos detenemos solo una vez para repostar y comer algo. Yo dormito a intervalos; imágenes borrosas y cargadas de terror asaltan mi cerebro semiinconsciente.
Vuelvo a estar en la parte trasera de la furgoneta. Con Miram. Está caliente y sin ventilación, y mis poros ansían alivio en el estrecho espacio. Miram se ahoga entre gemidos, y yo me acerco a ella a gatas, pero cuando le toco el hombro y hago que se gire, no se trata en absoluto de Miram.
Es mi padre.
Tiene los ojos vidriosos y mira sin ver. No importa cuánto lo llame y lo sacuda, pues él no vuelve en sí. Se queda donde está, como un bloque de piedra fría.
Yo me despierto de golpe, jadeando.
Will está aquí, cogiendo mi mano con la suya.
—¿Te encuentras bien?
Pestañeo para librarme de los vestigios del adormilamiento y digo que sí con la cabeza, incapaz de ocultar cuánto me ha perturbado el sueño. Al mirar a mi alrededor, reparo en que nos hemos detenido. Will está fuera del coche, inclinándose sobre mí.
—¿Dó… dónde estamos? —pregunto—. ¿Qué vamos a hacer?
—Pasar aquí la noche —contesta Will. Yo aguzo la vista en la oscuridad y distingo la silueta de Cassian recortada contra la noche—. Venga.
Me apeo del coche y Will me coge de la mano. La puerta se cierra con un golpetazo cuando baja Tamra, ciñéndose la chaqueta.
—Hace frío —dice.
—Tengo mantas —responde Will—, y podemos encender un fuego.
Yo me estremezco en la gélida noche. Aquí hace más frío. Detecto un descenso en la temperatura en relación con la última parada, a varios cientos de kilómetros al sur. En la distancia, grandes montañas desiguales, amoratadas contra la negra oscuridad, se clavan en el cielo.
Tamra se sopla las manos.
—¿No podemos hacer noche en otro sitio, con techo y cuatro paredes?
—Hasta que estemos más lejos de la manada deberíamos intentar pasar inadvertidos y mantenernos alejados de los lugares públicos —dice Cassian con su profunda voz, y yo me giro al oírle.
Su mirada es de un negro líquido, tan indescifrable como de costumbre, aunque ahora yo puedo descifrarlo. Percibo perfectamente su furia. Su sensación de impotencia.
—Cassian tiene razón —afirma Will, y me resulta de lo más extraño que ellos dos estén de acuerdo en alguna cosa—. Montemos el campamento.
—Yo recogeré leña —dice Cassian, y desaparece entre los árboles.
Yo sé qué es lo que quiere. Algo de tiempo para sí mismo, lejos de mi vista y de la de Will.
Tamra y yo ayudamos a Will a extender mantas en el suelo y formar un círculo de piedras para la hoguera. Luego Will se marcha y regresa con una bolsa de aperitivos que hemos comprado en una gasolinera. Tamra coge un paquete de patatas fritas y se deja caer sobre una manta.
Vuelve Cassian, y entonces me siento en una manta, observando cómo él y Will preparan la hoguera. De nuevo, me resulta extraño verlos trabajando juntos, hombro con hombro, sin intentar matarse el uno al otro. Y eso me da esperanzas, esperanzas de que vayamos a formar un grupo unido y de que todo vaya a salir bien.
No están teniendo suerte a la hora de prender el fuego…, al menos no rápidamente, así que me acerco, me inclino sobre el nido de chisporroteantes llamas y libero el vapor suficiente para que la hoguera cobre vida. Will y Cassian se apartan sobresaltados.
Tamra se echa a reír y se acerca, alargando las manos.
—¡Genial! —exclama—. Ya pensaba que iba a costarles media noche.
—Fanfarrona —murmura Will, rodeándome con un brazo.
Nos acomodamos en la manta, y el frío se esfuma en brazos de Will.
Cassian rebusca en la bolsa de comida. Yo lo miro por el rabillo del ojo, captando su incomodidad. Coge una botella de zumo y desaparece entre los árboles. Una parte de mí se siente culpable, como si debiera ir tras él e intentar aliviar su incomodidad. Ahora estamos unidos. Haya sido un enlace falso o no, para él no puede ser fácil verme con Will.
Pero yo he estado demasiado tiempo separada de Will. No quiero moverme, no quiero abandonar el reconfortante círculo de sus brazos. Todavía no. Nunca.
—Comamos —propone él entonces. Estira un brazo para acercar la bolsa y pregunta—: ¿Qué va a ser? ¿Pastelillos o Cheetos? —Escojo los pasteles y Will replica—: Sabía que escogerías eso.
—¿Por qué?
Sus labios se mueven sobre los míos y contesta:
—Dulces para la más dulce.
Luego se asegura de que esté bien arropada y me aprieta contra sí. Compartimos la comida, contemplamos las nubes grises que se desplazan contra la negra noche y bebo gaseosa de fresa hasta que siento un hormigueo en la nariz.
—Supongo que esta es la cita que nunca tuvimos ocasión de disfrutar —murmura Will, cuyo aliento resulta cálido contra mi mejilla.
Yo sonrío, recordando que nuestra primera cita oficial fue interrumpida por Xander y el resto de sus primos aquella fatídica noche…
—Bueno, no es ese pequeño restaurante griego que me prometiste, pero me lo estoy pasando bastante bien.
—Gaseosa con sabor a fresa, pastelitos y Cheetos… No, tú te mereces algo mejor.
Tamra gruñe y se levanta, recogiendo su manta y su comida.
—Me voy a dormir al coche —anuncia—. No sobreviviré a una noche de vuestra empalagosería.
Me guiña un ojo mientras se dirige al todoterreno, y sé que en realidad no está mosqueada; solo nos está dando la oportunidad de quedarnos a solas.
Permanecemos en silencio unos instantes, envueltos en los brazos del otro, mirando al firmamento.
—Las tendremos, Jacinda. Algún día.
Yo giro la cabeza, y nuestras narices casi chocan.
—¿El qué?
—Citas normales.
Sonrío.
—Yo no aspiro a la normalidad, Will. Lo único que quiero es que estemos juntos. A salvo. Felices.
Él me pasa la mano por el pelo y afirma:
—Lo estaremos.
Lo estaremos. Después de alcanzar la fortaleza de los enkros y liberar a Miram. Después de encontrar a mi madre. Relajo mis pensamientos y dejo que floten como las nubes que pasan deprisa por el cielo. Los dedos de Will juguetean delicadamente con mi pelo. Sus caricias me sosiegan.
—Todo saldrá bien —asegura Will—. Yo me encargaré de que entremos y salgamos de allí. Sé cómo funcionan los enkros.
Sé que debería pedirle que me contara más cosas sobre ellos, que me explicara más sobre los enemigos a los que vamos a enfrentarnos. Sé que debería contarle que Cassian y yo estamos emparejados, pero los párpados cada vez me pesan más, aunque trato de que no se me cierren. Lo último que veo es a Will, que, con los ojos muy abiertos, contempla el cielo nocturno.
Me despierto con un escalofrío…, aunque no sabría decir con certeza si mío o de Will. Estamos enredados el uno en brazos del otro; resulta difícil decir dónde termina él y dónde empiezo yo. Retorciéndome, me separo de la comodidad de su cuerpo y reavivo el fuego con un soplido. Agachada junto a la hoguera, paseo la mirada por nuestro pequeño campamento y reparo en que solo estamos Will y yo.
Me levanto para acercarme al todoterreno, donde veo a mi hermana durmiendo en la parte de atrás, con la manta hasta la barbilla. Cassian no está ahí. La noche tiene un color gris azulado. No falta mucho para que amanezca. ¿Cassian se habrá quedado aparte toda la noche?
Frunciendo el entrecejo, voy en la dirección que había tomado él y el frondoso bosque me engulle de inmediato, pero no estoy asustada. No me asusta la naturaleza ni estar a solas en ella. Mis zancadas devoran el suelo forestal, la húmeda tierra almohadillada con agujas de pino. Bajo mis zapatos crujen ramitas, y poco a poco los crujidos van adoptando un ritmo.
Yo me muevo sin pensar, aunque mi trayecto está trazado, señalado en algún lugar profundo de mi subconsciente, mientras zigzagueo por un camino predeterminado a través de la densa masa de árboles. Me conduce mi sentido de Cassian. Él está en algún sitio cercano. Siento eso. Siento a Cassian. En la distancia, un trueno retumba débilmente.
El chasquido es sutil. Hay tantos sonidos a mi alrededor que no le presto demasiada atención. Los ruidos son parte del bosque.
Y luego el chasquido suena de nuevo.
Sin llegar a detenerme, aguzo el oído ladeando la cabeza. Varias ramitas y hojas se quiebran bajo la presión de algo pesado. No se trata de un animal pequeño. No es una ardilla correteando por el sotobosque. No es Cassian.
La piel de mi nuca se estremece. Me paro, contengo la respiración y examino las fantasmagóricas formas de los árboles que me rodean por todas partes. Intento tranquilizarme soltando el aire que retengo en los pulmones, y luego me agazapo, volviéndome tan pequeña como me es posible.
Mis dedos arañan el suelo, preparándose para impulsarme, para salir pitando si es necesario. En mis huesos empiezo a notar la pulsión familiar; mi piel humana se tensa, ansiosa por desaparecer y dejar paso a mi piel draki, mucho más dura.
El sonido aumenta de intensidad: ya son potentes pisadas a través de la vegetación.
Manteniéndome inmóvil, encogida, me convierto en parte del paisaje mientras espero.
Por fin, veo el origen del ruido.
Un magnífico oso negro surge pesadamente entre dos árboles; su reluciente hocico olfatea el suelo mientras prosigue su camino. La criatura levanta su brillante cabeza oscura, con las orejas de punta y las aletas de la nariz vibrantes mientras sigue mi olor, olisqueando el aire hasta que finalmente me detecta.
Con un resoplido, el gigantesco oso da varios pasos agresivos en mi dirección. Yo me pongo en pie, le sostengo la mirada, dejo que perciba al animal que hay dentro de mí…, que perciba que soy una criatura como él, lista para contraatacar. El oso baja la cabeza, preparándose para embestir. Nos quedamos mirándonos fijamente un angustioso instante. La adrenalina recorre todo mi ser, veloz y potente.
De pronto se oye otro sonido y Cassian irrumpe entre los árboles, gritando mi nombre mientras llega a mi lado. Me agarra de la mano y un resonante gruñido brota de su pecho. Le lanzo una rápida mirada y descubro que se ha manifestado a medias. Las líneas verticales de sus ojos de dragón palpitan amenazadoras. Su poder salvaje me alimenta, hace que me sienta más fuerte. Juntos, nos enfrentamos al oso formando un frente unido.
Transcurre un momento en el que el animal continúa evaluándonos. Con un gañido, sus oscuros e inteligentes ojos se despegan de nosotros. Da media vuelta y prosigue su camino, en busca de material más interesante. Yo respiro mejor al verlo marcharse, admirando la ondulación de sus músculos debajo del espeso pelaje, y aliviada por que ni Cassian ni yo hayamos tenido que acabar con una criatura tan hermosa.
Una sonrisa curva mi boca cuando me giro hacia Cassian, y es entonces cuando veo a Will. Está un poco más allá de nosotros, observándonos con una expresión que jamás le había visto. Una expresión de duda, de dolor. Todo eso está ahí, pasando por las angulosas facciones de su cara.
Libero mi mano de la de Cassian y me la restriego contra el muslo, como si así pudiera eliminar la sensación de su contacto.
—Will… —empiezo, pero enmudezco justo antes de preguntarle cuánto tiempo lleva ahí, mirándonos.
Eso me haría parecer culpable, y en realidad yo no he hecho nada malo. «Nada excepto ocultarle la verdad», me digo.
Will señala a Cassian y le pregunta:
—¿Cómo sabías que Jacinda tenía problemas? Apenas llevabas cinco segundos en el campamento cuando has salido corriendo, gritando que estaba en apuros… Lo sabías. ¿Cómo?
Yo me quedo mirando a uno y a otro. Cassian me mira a mí, transmitiéndome así que soy yo quien debe explicárselo a Will.
Cierro los ojos y me lleno los pulmones de aire. Sabía que, antes o después, tendría que contárselo todo a Will.
—Cuando regresé con la manada, sucedió algo —confieso por fin.
Los ojos de Will centellean recelosos, y pienso que probablemente tenga una idea de lo que voy a decir. O, por lo menos, sabe que no va a gustarle.
—¿Qué? —inquiere.
—Decidieron cortarme las alas.
Se le tensa un músculo de la mandíbula.
—¿Te hicieron daño?
Yo niego con la cabeza.
—No, pero mi madre protestó y la desterraron del pueblo.
—¿Y? ¿Qué más? —me urge, sabiendo que hay más, que todavía no le he contado la peor parte—. ¿Cómo es que no siguieron adelante?
Le cuento el resto a toda velocidad, pensando que cuanto más rápido lo diga, será mejor, menos doloroso.
—Cambiaron de opinión cuando Cassian les propuso una alternativa.
—¿Una alternativa? —Will ya no me mira a mí. Tiene los ojos clavados en Cassian. Su perfil se endurece, como si estuviese preparándose para algo.
Yo, por mi parte, trago saliva para deshacer el nudo que se me ha formado en la garganta.
—Sí. Como alternativa… sugirió que nos uniéramos.
—¿Que os unierais? —Los ojos de Will vuelven de golpe a mí—. ¿Como en un matrimonio?
—Para los drakis, sí, viene a ser más o menos lo mismo.
Solo que la conexión puede ser mucho más, puede volverse más profunda, puede vincular emocionalmente a la pareja…
Pero no digo nada de eso. Todavía no. «Deja que Will asimile las novedades de una en una», pienso.
Él da media vuelta y se aleja en línea recta, deteniéndose cerca de un árbol. Yo me quedo mirando con impotencia la rígida forma de su espalda y doy un salto cuando Will se mueve de repente para propinar un puñetazo a la dura corteza del árbol.
Corro hacia él y le sujeto el brazo con desesperación.
—Tenía que elegir entre un enlace falso o la mutilación de las alas. —Le cojo la mano y, siseando, le examino los nudillos despellejados y ensangrentados—. Por favor, Will, entiéndelo.
Él suelta un resoplido y asiente lentamente.
—Lo entiendo. Lo entiendo. —Pero lo dice sin mirarme. Está mirando por encima del hombro, en dirección a Cassian—. Y no te culpo a ti, Jacinda. Un enlace falso… —repite, asintiendo bruscamente con la cabeza—. No es real.
La presión de mi pecho se aligera, se relaja un poco. Will lo comprende. Todo va a ir bien entre nosotros. Vamos a estar bien. Lo creo… hasta que se inmiscuye la voz de Cassian y se me borra la sonrisa de los labios.
—Ya que has empezado, Jacinda, ¿por qué no se lo cuentas todo?
Yo fulmino a Cassian con la mirada.
—¿Qué te estás callando? —me pregunta Will, aflojando los dedos alrededor de los míos, y yo odio eso, odio que esté alejándose de mí.
Vuelvo a cogerle la mano y se la aprieto con más fuerza.
—Nada. Ya lo sabes todo.
Todo lo que no sean tonterías supersticiosas. No todas las parejas drakis forman una conexión. No es algo incuestionable. ¿Por qué debería sacar el tema? ¿Solo porque me imagino que, últimamente, capto mejor las emociones de Cassian? ¿Solo porque Cassian ha percibido que yo podía estar en peligro?
—Will me ha preguntado cómo sabía que tenías problemas —insiste Cassian—. Explícale el motivo, Jacinda.
Will irradia tensión. Está como un cable tirante, a punto de soltarse de golpe.
—Algunos dicen… —Me aclaro la garganta—. Algunos creen que una vez que se forma una pareja draki…, se crea una conexión.
—¿Una conexión? —Will ladea la cabeza, y hay algo inherentemente peligroso en ese gesto, como si estuviera a punto de lanzarse al ataque.
—Una conexión emocional —añado.
Al principio Will no habla. Mira directamente a Cassian antes de repetir:
—¿Algunos creen? ¿Y qué crees tú? ¿Cuál es la verdad, Jacinda?
—Bueno, es diferente en cada caso. No…
—¿Y cómo es para vosotros dos?
Yo me estremezco ante el latigazo de su voz.
—Es…
Deseo mentir. No quiero hacerle daño, pero, por encima de todo, no quiero que piense que él y yo somos menos que antes de que yo me uniera a Cassian. Porque eso no puede ser cierto.
Y, sin embargo, no puedo mentir. No a Will.
Trago saliva y admito:
—Desde el enlace… hay algo… Estoy más sintonizada con Cassian. —Will asiente despacio y se separa de mí—. ¿Qué estás haciendo? —le pregunto con un toque de pánico cuando empieza a alejarse.
Oh, maldita sea, no, no he pasado por tantas cosas solo para que ahora Will renuncie a lo nuestro.
Entonces me vuelvo hacia Cassian y le espeto:
—¿Ya estás contento?
Él sacude la cabeza, y lo que me enfurece más todavía es la compasión que veo en sus ojos.
—Will tenía que saberlo —replica—. Lo lamento, Jac…
—¡No! No lo lamentes por mí. No necesito tu lástima. Will y yo vamos a estar bien.
Con esa declaración, voy en busca de Will. Él camina deprisa, atajando entre los árboles a toda velocidad.
—¡Eh! —le grito para ponerlo sobre aviso—. No olvides que hay un oso deambulando por aquí.
Pero no reacciona, y tengo que correr para alcanzarlo. Lo agarro del brazo, preparada para obligarlo a darse la vuelta, cuando él se gira de golpe hacia mí.
—¿Qué se supone que tengo que hacer, Jacinda? —estalla—. ¿Exhibir una sonrisa después de saber que te has unido a Cassian cuando, oh, por cierto, en la práctica eso casi viene a significar que estás enamorada de él automáticamente?
—¡Eso no es lo que yo he dicho! —Sacudo los brazos—. ¡Eso no es verdad!
—Pues entonces, ¿por qué no me lo explicas? —Will cruza los brazos sobre su amplio torso y añade—: ¿Qué más significa «emocionalmente conectados»?
—Bueno, ¡te lo explicaría si no estuvieras actuando como un completo idiota! —replico, clavándole un dedo en el pecho.
Él se queda mirándome un largo instante, con una sonrisa a punto de asomar a sus labios.
—De acuerdo. Explícate.
—Desde el enlace puedo captar mejor el estado de ánimo de Cassian… En ocasiones, percibo, siento lo que él está sintiendo. Eso es. Eso es todo.
—¿Y vas por ahí sintiendo lo que él siente todo el tiempo?
—Bueno, solo las emociones realmente intensas. No cada pequeña sensación. —Will todavía parece inseguro, de modo que me acerco más a él, le paso los dedos por la tensa frente y le digo en voz más suave—: Eso no cambia lo que siento por ti.
Will retrocede y deja caer los brazos, segando todo contacto conmigo.
No voy a permitir que se bata en retirada. Hemos llegado demasiado lejos. Lucharé por lo nuestro, incluso aunque tenga que pelear con Will para conservarlo.
—Esto no afecta a lo que yo siento por ti —insisto—. ¿Vas a dejar que afecte a lo que sientes tú?
Will me mira a los ojos, y su mirada es un resplandor oscuro en la noche. No sé lo que está pensando. Me acerco todavía más, rozo mi mano contra la suya, con apenas un leve contacto de los dedos…, probando.
Su dedo meñique se engancha en el mío. Con un suspiro silencioso, yo suelto el aire que estaba conteniendo y la presión de mi corazón se alivia un poco.
—Estoy aquí —le recuerdo—. Contigo. Dejé a Cassian junto con la manada. Él no era parte de mi plan de huida, ¿te acuerdas?
Will suspira y se pasa una mano por el pelo.
—Sí. Lo sé. Jacinda, es que quiero que estemos juntos…, sin nada que se interponga en nuestro camino.
Me acomodo entre sus brazos y replico:
—Lo estaremos de ahora en adelante. Nunca más volveremos a estar separados. Liberaremos a Miram, y luego estaremos solo tú y yo.
—Solo tú y yo. Eso sería genial.
Yo suspiro aliviada, y siento unos absurdos deseos de echarme a llorar. Hasta ahora no me había dado cuenta de cómo me preocupaba que Will me volviese la espalda cuando le contara toda la verdad. Esto confirma lo que siempre he pensado sobre Will, confirma que esto es lo correcto. Él. Nosotros.
Permanecemos unidos, aferrados el uno al otro varios minutos aunque dos bocinazos terminan por separarnos.
—Tamra —aventuro.
—De acuerdo. Adelante.
Will me coge de la mano y me lleva hasta el todoterreno.
—¿Habéis arreglado las cosas? —nos pregunta Tamra una vez que estamos dentro del coche. Una de dos: o ha oído los gritos, o Cassian la ha puesto al corriente de todo.
—Estamos bien —contesto yo, lanzándole a mi hermana una mirada de advertencia para que no insista en el tema.
—Estamos genial —apostilla Will, mirando significativamente a Cassian.
Cassian le devuelve la mirada sin inmutarse.
—Estupendo. —Tamra asiente—. Pongámonos en marcha. Cuanto antes rescatemos a esa pequeña bruja, antes quedaremos libres.
Yo no me molesto en preguntar de qué quedaremos libres. O de quién. Para Tamra, todo se ha convertido en la misma cosa. La manada. Cassian.
Pronto estamos avanzando en dirección a la autopista, zambulléndonos de cabeza en el amanecer.