21

—Para aquí —digo, observando el silencioso bosque que nos rodea, satisfecha de estar a una distancia lo bastante segura de los terrenos de la manada.

Estamos lo suficientemente lejos como para no correr el riesgo de que Nidia nos detecte. Al menos, eso espero.

Me froto las sudorosas manos contra la suave tela del pantalón de chándal y miro a través del manchado parabrisas. Will y yo apenas hemos hablado después de salir del motel.

Ya no queda nada que decir. Aun así, el silencio me mata, se retuerce como la hoja de una espada en mi corazón. Odio esto, odio que esto tenga que terminar de este modo. Odio que esto tenga que terminar.

Will apaga el motor. Yo cierro los ojos e inhalo su aroma limpio y almizclado, oigo su leve suspiro a mi lado…, encierro esas cosas en mi memoria como si fueran lo último de Will para mí.

—Volveré dentro de una semana —anuncia entonces de pronto. Al oír eso, me giro de golpe hacia él, abriendo la boca para protestar—. No me digas que no —añade rudamente en un tono que jamás le había oído. Por lo menos, dirigiéndose a mí. Se inclina hacia delante y aferra el volante como si pudiera doblarlo con las manos—. Veré qué puedo hacer por tu colega. Qué puedo averiguar…

Durante un momento, no sé a qué se refiere. ¿Mi colega? Entonces lo entiendo. Está hablando de Miram.

—Pensaba que habías dicho que era imposible —replico.

Él me sostiene la mirada. Bajo la luz matinal puedo ver el color de sus ojos, los dorados, marrones y verdes.

—Por ti haría cualquier cosa —declara—. Especialmente si eso significa que volveré a verte.

—No te arriesgues a…

—¿Qué crees que estoy haciendo aquí, Jacinda? —Sus ojos buscan los míos, y me siento idiota. Por supuesto que está corriendo riesgos. Yo no soy la única con algo que perder. Con todo que perder—. Pero considero que por ti vale la pena… —Sus palabras me envuelven, haciendo que me sienta como una rajada por renunciar a lo nuestro. Sin embargo, luego pienso en todo lo que estoy poniendo en peligro, en las vidas afectadas si escojo a Will ahora mismo. Y no puedo hacer eso. No se trata tan solo de mí—. Una semana —repite, y yo me quedo pensando en eso.

Puede que esa sea la manera que tiene Will de verme de nuevo, de intentar pasar más tiempo conmigo… para que yo cambie de idea, pero también podría ser la única oportunidad de Miram.

Agarro la manija de la puerta y la bajo.

—¿Jacinda?

Al oír el sonido de mi nombre, me giro de nuevo hacia Will, sintiendo una oleada del familiar anhelo.

—A mediodía. Dentro de una semana —acepto.

—Estaré aquí.

Will asiente sin sonreír, totalmente inexpresivo, tomando mi mirada como rehén. Apoya su mano sobre la mía en el asiento y mi piel siente un cosquilleo, calor bajo su palma. Cierro los ojos con dolor, pues mi parte egoísta sigue deseando marcharse con él.

Libero la mano y me apeo del Land Rover.

Durante un momento me quedo mirando el bosque, silencioso y profundo, los abundantes y altos pinos que proyectan una amplia sombra. El viento sopla, susurrando entre las hojas. Siento los ojos de Will sobre mí, pero no miro atrás. Resulta demasiado tentador. Será demasiado difícil seguir adelante si lo hago.

Con un hondo suspiro, echo a correr, atravieso a toda velocidad la masa de árboles que me rodean como amigos conocidos. Sin embargo, ahora ya no parecen amigables. Parecen los muros de una prisión.

El guardia me hace esperar en la puerta, hablando con alguien por la radio en voz baja. Seguro que está hablando con Severin. ¿Con quién si no?

Plantada bajo el arco cubierto de hiedra, miro ceñuda al vigilante, esperando…, como una intrusa a la que pueden o no permitir la entrada.

Veo a Nidia ante la puerta abierta de su casa, observándome con una expresión indescifrable. Ni siquiera se acerca a recibirme, y me pregunto si también la habré perdido a ella.

No veo a mi hermana por ninguna parte y no puedo evitar preguntarme si estará dentro de la casa. Si percibe que estoy aquí, que he regresado, y, sencillamente, no le importa. Si piensa que la abandoné. Ese pensamiento hace que me sienta mal, vacía. Sobre todo porque ella es una de las principales razones por las que he vuelto. Ella y mi madre.

Llega Severin, examinándome con su negra mirada, tan insondable como el espacio negro e interminable.

Viene acompañado de varios veteranos sin resuello, pues tratan de seguir el ritmo de sus largas zancadas.

Cassian no tiene ese problema. Él también está ahí, al lado de su padre, con ojos ávidos que me recorren como buscando confirmación de que he regresado de verdad, sana y salva.

Por lo menos alguien parece contento de verme.

Cassian se adelanta y me coge por los brazos.

—Jacinda…

El entrecortado sonido de mi nombre, lleno de alivio, esperanza y expectación, me impulsa a mirar por encima del hombro, deseando estar todavía con Will, deseando no traer noticias tan trágicas.

Las manos de Cassian bajan por mis brazos y entrelazan sus dedos con los míos.

—¿Dónde está Miram? —me pregunta Severin.

Esa es la pregunta que he venido a responder. Miro a Severin y luego a Cassian. Cassian, con su mirada profunda e inquisitiva, todavía esperanzada. Sus pulgares trazan pequeños círculos en el dorso de mis manos.

Ante mi vacilación, otros empiezan a preguntar lo mismo. ¿Dónde está Miram? ¿Dónde está Miram?

—Yo… —empiezo, humedeciéndome los labios resecos.

—¿Dónde está mi hija? —dice Severin con una voz que restalla en el aire.

Y entonces lo digo. Escupo las palabras como si fueran un terrible veneno que necesitara purgar.

—Se la han llevado unos cazadores. —Pero el veneno no me abandona. Sigue ahí, palpitando por mi sangre. La culpabilidad, la espantosa certeza de que yo he provocado esto… Los pulgares de Cassian se detienen, aunque yo no levanto la vista. No puedo enfrentarme a su mirada. Asiento, y el gesto resulta doloroso—. Es cierto —confirmo.

Las manos de Cassian se aflojan sobre las mías, tocándome apenas.

—Sin embargo, tú sí has conseguido escapar, ¿no? —me espeta Severin con desprecio—. Qué milagro.

Las manos de Cassian me sueltan del todo y yo bajo las mías, vacías, con dedos temblorosos. Y no sé de dónde procede exactamente el repentino dolor. ¿De que hemos perdido a Miram… puede que para siempre? ¿De que yo soy la responsable de que eso haya ocurrido? ¿O de sentir que Cassian se aleja de mí?

De algún modo, él ha llegado a ser importante para mí. Quizá siempre lo haya sido. Incluso aunque ignoro qué somos el uno para el otro, sé que él me importa, que no soporto perderlo a él… y también a Will.

Sin tocarnos ya, lo miro a la cara, buscando una señal de que no me culpa…, de que no me odia.

Severin se interpone entre nosotros y me agarra por el brazo. Sus dedos, largos y grandes, cubren casi todo mi bíceps, y eso me recuerda que es el macho alfa de nuestra manada por una razón. Es el draki más alto y fuerte de todos nosotros. Algún día, Cassian será el alfa, pero hasta entonces lo es Severin. Y estoy a su merced.

Tira de mí y yo contengo una mueca ante su poca delicadeza. He experimentado dolores peores en los últimos días. A lo mejor me merezco esto. Después de todo, acabo de contarle que los cazadores se han llevado a su hija. Prácticamente es como si hubiera anunciado su muerte.

Voy dando traspiés mientras intento seguir su ritmo. Los demás se quedan rezagados y yo reprimo el impulso de mirar atrás para ver si Cassian también viene tras nosotros.

—¿Adónde vamos? —me atrevo a preguntar, pero me arrepiento cuando Severin me lanza una mirada de puro odio.

Jamás había visto un sentimiento tan intenso en él. Antes, nunca había sido personal. Yo no era más que un medio para un fin, una herramienta que él podría usar y manipular.

El pueblo está en silencio mientras atravesamos la niebla y recorremos la calle principal. Apenas hay gente fuera. Para ser mediodía, resulta extraña esta falta de actividad… Me recuerda a la quietud sepulcral que se produjo tras la desaparición de mi padre. El pueblo estuvo en estado de sitio durante más de un mes y nadie salía de casa. Solo se cubrían las necesidades más básicas, se hacían las tareas cruciales para el funcionamiento cotidiano. Recuerdo que algunos niños se quejaban de que aquellos eran días de lo más aburridos. Yo solo pensaba que eran días de lo más desdichados.

Y toda esa sensación me embarga de nuevo, me envuelve en una amarga marea de recuerdos. Aquí estoy de nuevo, solo que entonces creía en la promesa de un futuro mejor. Creía que mi padre podría acabar volviendo. Porque eso era lo que mamá nos susurraba al oído, lo que nos repetía una y otra vez por la noche hasta que Tamra y yo nos dormíamos. Ahora sé la verdad. Ella nos estaba mintiendo a nosotras, o a sí misma, porque no sabía nada en absoluto.

De pronto, es a mi madre a quien deseo ver. Como entonces, quiero que me consuele. Quiero que me abrace y me diga que todo va a ir bien. Incluso aunque sé la verdad. Incluso aunque ya no puedo creer nada de eso.

Los ojos de mi madre son estanques muertos, y apenas se reaniman cuando entro en casa junto con Severin. Los demás se quedan en el porche, todos excepto Cassian. Él ha desaparecido.

Mi madre me mira como si no me conociera, como si no me viera.

—Mamá… —digo, y me acuclillo junto a la cama. Su mirada vidriosa se desliza por mi rostro. Luego levanta una mano y acaricia mi enmarañado pelo—. Mamá, soy yo. He vuelto. Estoy bien.

Sus labios se mueven por fin. Murmura mi nombre. El olor de su aliento me impacta. Lanzo una mirada a la mesilla, donde veo una botella de vino verda.

Severin suelta un bufido y comenta:

—Dudo que se haya dado cuenta de que te habías ido.

Yo levanto la vista a su duro rostro y luego miro de nuevo a mi madre. ¿He hecho yo esto? ¿He puesto las cosas tan difíciles como para que ella ahogue sus penas en una botella?

Se oyen pisadas presurosas en el exterior, voces, y entonces Tamra irrumpe en la habitación. Az le pisa los talones. Me levanto con respiración temblorosa, no muy segura de qué esperar ni de mi hermana ni de mi amiga.

—Estás viva —afirma Tamra con voz estrangulada.

Su pelo no muestra su habitual perfección. La cabellera de blanco plateado está tan rizada y alborotada como la mía. De hecho, Tamra parece un auténtico desastre. Con los vaqueros desgastados y la camiseta vieja que lleva, es más similar a mí.

Yo asiento.

—Estoy viva.

Transcurren los segundos, y Tamra no se mueve. Nos miramos, pero no habla, y al cabo de un momento estamos la una en los brazos de la otra. Llorando.

Al principio creo que las lágrimas son suyas, pues los angustiados sollozos parecen más propios de ella, pero entonces noto la humedad en mis mejillas, la vibración de mi garganta y mi pecho. Estoy llorando con ella.

Az también está aquí, acariciando mi espalda herida.

—Lo lamento mucho, Tam —digo.

—No. ¡Lo lamento yo! Siempre te echo la culpa de todo, ¡y al final ya no aguantaste más! Estoy muy contenta de que no estés muerta…, estoy muy contenta de que hayas vuelto.

Cierro los ojos aliviada. Esto. Tenía que regresar por esto. Porque una parte de mí siempre estará unida a Tamra. No podría haberla dejado preguntándose por mi destino, sufriendo el misterio de mi desaparición…

—Sí, Jacinda está viva, pero hemos perdido a Miram. Mi hija. —La voz de Severin se cuela entre nosotras, y nos separamos. Yo lo observo, recelosa de él como cualquier bestia o depredador. Su atención se posa en mí—. Esto no quedará sin castigo. Esta vez no. Has agotado tu última oportunidad, Jacinda. —Un crujido del suelo atrae mi atención hacia la puerta del dormitorio. Cassian está en el umbral; no entra, pero está ahí. Ha vuelto, y algo aletea dentro de mi pecho—. La manada se reunirá dentro de una hora —anuncia la voz de Severin, y me giro de nuevo hacia él—. Hablarás allí para que todos puedan oír tus infracciones. —«¿Voy a enfrentarme a un juicio público?», pienso. Esos actos son bastante insólitos en la vida de la manada. Yo recuerdo solo uno o dos, pero es que prácticamente nadie transgrede las normas. Severin me mira entrecerrando los ojos y añade—: No llegues tarde. No querrás que te mande una escolta, ¿verdad? —Se gira para marcharse, y en la puerta se detiene a examinar a su hijo—. Pensándolo mejor, Cassian, ¿por qué no te aseguras de que Jacinda llegue a tiempo?

Quiere decir que se asegure de que no me escapo.

El alivio que había sentido al ver a Cassian se esfuma. Él va a ser mi carcelero.

—Todo irá bien —me dice Tamra apretándome el brazo, atrayendo mi atención a su serio rostro—. Yo estaré contigo.

—Y yo también —interviene Az.

—Soy muy afortunada de teneros —comento, sonriendo a ambas.

Miro a mi madre de soslayo y veo que, sorprendentemente, está levantándose de la cama. La cojo del brazo para ayudarla a incorporarse y Az se ofrece a preparar té, saliendo del dormitorio a toda prisa.

Cassian observa en silencio desde la puerta cómo atendemos a nuestra madre.

—Un poco de intimidad, por favor —le espeta Tamra de malos modos, sin mirarlo.

De inmediato recuerdo la última vez que nosotros tres estuvimos juntos en esta casa. Aquellas palabras tan desagradables… Por lo visto, mi hermana tampoco las ha olvidado.

Por el rabillo del ojo veo cómo Cassian se marcha. Sigo sus pisadas aguzando el oído. No va muy lejos. Solo al cuarto de estar. Tiene que cumplir unas órdenes. Al fin y al cabo, me escoltará hasta la asamblea. No va a salir de aquí.

Miro a Tamra, agachada junto a mi madre, que me devuelve la mirada con ojos más lúcidos y familiares que los desconocidos de las últimas semanas. Ahora se parece más a la madre que conozco.

—Has regresado. Has regresado voluntariamente. Eso tiene que contar algo —me dice, haciendo que me sienta menos preocupada. Ella sabía que me había ido. Lo sabía y le importaba—. No eres una descarriada. Severin no está pensando racionalmente. Todos lo verán. Nadie ha sido castigado de forma injusta con anterioridad.

«¿Y de forma justa?», me siento tentada de preguntar. Al fin y al cabo, no soy inocente, he hecho cosas que no debería.

Pero entonces mi madre me coge la mano, y su apretón es cálido y firme, igual que cuando yo era pequeña y ella era todo mi mundo, cuando ella y mi padre podían hacer que todo estuviera bien con solo tocarlo.

De pronto, ya no me siento sola. Pase lo que pase, tengo a mi familia. Eso me fortalece, me impulsa a creer que puedo manejar cualquier cosa.