11
Tomo silenciosas bocanadas de aire mientras espero en mi escondrijo, en lo alto de un pino. La áspera corteza me araña las piernas desnudas y las agujas se me clavan por todas partes mientras observo el lugar en que siempre dejan a los intrusos después de borrarles la memoria. No está lejos de la carretera pública excavada en la montaña, el único camino oficial que hay en estas alturas. El corazón sigue retumbándome en los oídos tras mi desesperada carrera por llegar aquí primero.
La patrulla avanza sigilosamente por el bosque, pero, aun así, oigo el leve susurro cuando se acercan. Ludo aparece entre los árboles con Will cargado al hombro, seguido de Remy. Hago una mueca al ver cómo Ludo deja caer a Will al duro suelo sin el menor miramiento. Eso ha tenido que dolerle. Tanto si Will finge estar inconsciente como si en realidad está despierto, como yo sospecho, ha sabido disimular cualquier reacción a ese trato tan duro.
Los dos drakis se quedan mirándolo un momento y luego Remy le da un empujón brusco con una bota.
—Vamos —dice entonces—, tengo hambre.
Yo espero unos instantes después de que se vayan, inspeccionando los árboles, asegurándome de que nada se mueve y de que ellos se han marchado de verdad. Will yace en el suelo muy quieto, inmóvil como un muerto, y ya no puedo esperar más.
Bajo del árbol y corro hacia él. A lo mejor me equivoco. A lo mejor no está fingiendo. A lo mejor pueden borrarle la memoria.
Me detengo junto a él, con las manos extendidas, sin saber dónde tocar.
—Will.
Su nombre se me escapa en un susurro, como si tuviera miedo de decirlo alto. Como si al dar voz a su nombre, su presencia aquí pudiera volverse irreal…, y él pudiera desvanecerse en una nube de humo, transformándose en la niebla que nos rodea, al igual que una gran parte de mí ha desaparecido tras regresar aquí.
En la penumbra, sus ojos se abren de golpe y yo retrocedo con un respingo, sobresaltada. Él me sonríe con esos labios tan bien dibujados, esos labios cuya forma y textura están grabados para siempre en mi recuerdo.
Yo suelto un grito ahogado y pronuncio su nombre de nuevo, con más firmeza esta vez.
—Will.
Él se pone en pie con un movimiento fluido, sin ninguno de los efectos secundarios que debería sufrir alguien sometido al talento de Nidia, lo cual me confirma que tengo razón. Su sangre draki lo ha inmunizado. Se mueve hacia mí y me reúno con él a mitad del camino…, pero luego me acuerdo de lo que debo hacer. Enseguida doy un paso atrás, antes de que estemos juntos. Levanto una mano para detenerlo y le pregunto en un susurro:
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Buscarte.
El sonido de su voz me estremece. Esa voz profunda y aterciopelada me provoca un escalofrío por toda la piel y me repite todo lo que ya sé. Will no me ha olvidado. Todavía me quiere. Trago saliva para deshacer el nudo que tengo en la garganta.
Es lo mismo. Igual que ha sido siempre con él. La idea de olvidarlo y sacarlo de mi vida resulta muchísimo más fácil cuando no lo tengo delante.
—No deberías haber venido —replico—. Es demasiado peligroso para ti.
—Jacinda… —Me mira como si yo hubiera perdido el juicio—. Soy yo.
Me coge la mano y tira de ella, y yo no puedo prescindir de esto. Sea lo correcto o no, sea egoísta o no, lo tomaré. Robaré un momento con Will. Aunque solo sea eso. Haré que dure, que sea suficiente.
Él me atrae a sus brazos y me estrecha con tanta fuerza que temo que me rompa una costilla. Observo su rostro en sombras y me muero de ganas por ver más, más de lo que me permite esta velada luz de luna.
Pero no puedo. Esto tendrá que bastarme.
Pego una palma a su mejilla, saboreando el roce de su barba incipiente. Mi corazón se dilata al sentir a Will, el simple contacto de su piel contra mi mano. Era algo que no pensaba volver a sentir jamás.
—Me recordabas… —susurro, buscando con la vista sus relucientes ojos en la oscuridad—. Recordabas esa noche…
—Cuando todos despertaron confundidos y desorientados, me imaginé qué había sucedido. Tú me habías hablado de Nidia, y supuse que Tamra se había convertido en lo mismo. Así que simulé estar tan confuso como los demás. —Suelta una carcajada, un sonido ronco que araña el aire—. Mis primos siguen sin saber qué les ocurrió. Lo único que suponen es que alguien les puso droga en la bebida.
—¿Solo tú lo recuerdas todo?
Mis hombros se relajan de alivio cuando Will asiente y contesta:
—Sí. Para ellos, esa noche está completamente en blanco.
«Para ellos…». Me quedo mirando su silueta en la profunda oscuridad, el destello de sus ojos, mientras me permito pensar en por qué solo Will es tan especial.
«La sangre», me digo.
—Eso es porque tú eres como nosotros —murmuro.
—¿Qué?
Will se pone tenso, y en su voz vibra algo que me dice que entiende a qué me refiero. Más de lo que le gustaría.
—Bueno, al parecer eres bastante como nosotros. El talento de los ocultadores no surte efecto sobre otros drakis. Debieron de trasfundirte la suficiente sangre draki para que hayas desarrollado esa resistencia. Eso explicaría por qué estás tan conectado con nosotros…, por qué eres tan bueno localizándonos. Eres como nosotros.
No decimos nada durante un largo momento, y me pregunto si Will estará pensando en lo que yo soy.
¿En qué más es diferente? ¿En qué más no es como los humanos? ¿En qué más es como yo, como un draki?
Sacudo la cabeza al pensar que no hay manera de averiguarlo. Ahora mismo, no. Y no sé si lo averiguaré alguna vez. Pero no importa, ¿verdad? Porque solo tenemos el ahora. Para nosotros no habrá mañana; ni futuro.
—¿Eso te repugna? —me pregunta Will—. ¿Yo te repugno?
Sé lo que está preguntado, pero la respuesta no es sencilla.
—Yo sé que tú no eres responsable de lo que pasó, y estás vivo a causa de eso…, pero por tus venas corre sangre robada. Mataron a drakis… por ti.
—Lo sé. —En la oscuridad, sus brillantes ojos ni siquiera parpadean—. No puedo negar nada de lo que has dicho. Yo ignoraba lo que estaba haciendo mi padre hasta que todo terminó. Lo sabes, ¿verdad? Tienes que creerlo.
—Lo creo.
Suelta un profundo suspiro.
—A veces, por la noche, los siento —confiesa—. En mis sueños.
Yo aprieto los ojos un instante y doy voz al miedo que me corroe por dentro:
—¿Es mi padre uno de…?
—¡No! Eso no es posible. No lo pienses ni un segundo. Empezamos a cazar por esta zona hace poco más de un año.
Me invade el alivio.
—Tú jamás podrías repugnarme, Will —declaro—. Me importas demasiado. —Su mano me acaricia y yo me estremezco. Eso me devuelve a la realidad y, desgraciadamente, me recuerda lo que he venido a hacer—. ¿Cómo me has encontrado? —le pregunto, ganando tiempo, mientras me digo que debería apartarme, separarme de la maravillosa sensación de sus brazos a mi alrededor; debería retirarme antes de que sea demasiado difícil.
¿Demasiado difícil? Casi me entran ganas de reír. Ya es demasiado difícil.
—Esta es la tercera vez que vengo a buscarte —admite entonces Will.
—¿Por tu cuenta?
Me pongo en tensión y observo las densas sombras, casi como esperando que aparezca un cazador por ahí.
—Ahora estoy solo —me tranquiliza él—. La última vez vine con mi familia. Me escabullí mientras ellos…
—Cazaban —termino yo con voz dura.
Me estremezco al pensar en cazadores por estos bosques, tan cerca de mi pueblo. Ahora los cazadores tienen rostro. Ya no son los difusos hombres del saco de nuestras pesadillas. Puedo verlos. El padre de Will. Sus tíos. Sus primos, Angus y Xander. Han estado aquí. Recientemente.
Sacudo la cabeza, poniéndome furiosa por que Will se haya atrevido a volver. Ha corrido demasiados riesgos, y no solo para él. Ha puesto a toda mi manada en jaque.
—Para ti es demasiado peligroso estar aquí. No deberías haber venido. Si hubieran sabido quién eras, esta noche…
Sacudo la cabeza. Perder a Will porque no puedo volver a verlo es una cosa, pero perderlo porque desaparece, asesinado por mis hermanos…
Eso no podría soportarlo. Eso me destrozaría.
—Solo me han tomado por un excursionista —replica.
—Tamra y Cassian te han reconocido.
—Y no han dicho nada.
Asiento.
—Por mí. Han guardado silencio por mí. Y yo he prometido una cosa: conseguir que convenzas a tu familia de que dejen de cazar en esta zona. —Respiro hondo—. Y he prometido asegurarme de que no vuelvas por aquí nunca más…
—¿Que has prometido qué? —Su voz es como un latigazo—. ¿A quién? ¿A Cassian? No me sorprende que quiera asegurarse de que no vuelvo a acercarme a ti.
Yo quiero negar eso, quiero decir que Cassian desea que Will se vaya porque es lo correcto, lo seguro. No se trata de celos o un sentimiento de posesión.
Cierro los ojos un largo y agónico instante, sin hablar. Hace no mucho, Cassian estaba abrazándome como Will me abraza ahora. Y yo dejé que me abrazara. Y que me besara.
Me separo de Will con un quejido estrangulado, sintiéndome como una traidora. Aunque fuera la soledad, mi propia vulnerabilidad, lo que me empujó a los brazos de Cassian…, me gustó. Entonces Will me atrae de nuevo y me pregunta:
—¿Qué quieres tú? ¿Que me marche y no vuelva jamás?
Regreso a sus brazos sin oponer resistencia. Soy demasiado débil. Lo he echado de menos demasiado. Pensaba que podría dejarlo atrás, encontrar un futuro dentro de la manada, y, aunque esa perspectiva aniquilaba una parte de mí, esto, ahora mismo, podría ser todavía peor. Estrechar a Will, percibir su familiar aroma, tenerlo durante un breve espacio de tiempo, y luego decirle adiós otra vez. Es como hundirme de nuevo en el infierno.
Aguzo la vista en la oscuridad, me recreo en lo que puedo ver de su rostro. Su dolorosa belleza. Los ojos, profundamente engastados bajo cejas oscuras. El cabello que se rebela constantemente y le cae sobre la frente, pidiendo a mi mano que lo retire. Su boca, sus labios.
Me lo aprendo todo de memoria, decidida a grabármelo en el alma para cuando esté sola en la oscuridad, cuando pueda reflexionar.
Sus dedos se cierran sobre mis brazos y me pregunta:
—Entonces, ¿vas a renunciar a lo nuestro, Jacinda?
—Es peligroso —respondo, buscando su cara entre las sombras—. No solo para ti y para mí, también para otros: se trata de incontables vidas.
Sus manos suben por mis brazos hasta mi rostro, y eso ya es demasiado. Sus anchas palmas, sus fuertes dedos, que me sujetan con ternura. Me arden los ojos y parpadeo con fiereza en un intento de secarlos.
—¿Dónde está tu fe? —me pregunta Will, presionando delicadamente mis mejillas con los pulgares—. Podemos encontrar una solución.
Yo muevo la cabeza y replico:
—Tú no sabes cómo ha sido esto.
—¿Te han hecho daño? —Su voz se vuelve cortante y sus manos se tensan levemente—. Cuando volviste, ¿te hicieron…?
—No —me apresuro a contestar—, estoy bien. Aunque no es que no me merezca un castigo. Will, me manifesté delante de cazadores…
—En ese caso, que sea algo entre tú y yo. Ni manada ni cazadores. No tenemos que poner en peligro a nadie más.
—¿Qué estás diciendo?
—Escápate conmigo.