Gracias

A Celestina, mi madre.

A Carlo, mi padre.

A Manuel, mi hermano.

A Caterina, Michele, Stefano, faros de día y de noche.

A Silvia, guía preciosa, y a las maravillosas personas que tuve la suerte de encontrar el domingo diez de febrero de dos mil trece.

A toda la editorial Rizzoli, del primer al último piso.

A Laura, Elena y Al, presencias importantes.

A todos mis amigos, incondicionalmente.

A Vittoria y Sante (¡siempre os llevo en el corazón!).

A Filippo P. y al silencio que colma.

A Roma.

Al destino.