Nací signada por un futuro que me predestinó

a cargar con el peso de más de doscientas coronas,

las cuales, lejos de elevarme a la gloria,

me hundieron en la desesperanza y el olvido…

Dedico este libro:

A mi madre, Velda: por ser la primera persona que me hizo conocer a Juana cuando yo apenas tenía cinco años.

A mi padre, Roberto: por el aporte de su sencilla y humana visión de la vida.

A mi esposo, Nicolás, compañero de vida: por apoyarme y darme fuerzas para no claudicar en este empeño que me llevó más de una década.

A mis hijos, Nicolás, Santiago y Magdalena: por respetar mi silencio en las horas que escribía.

A mi hermana, Victoria: por su amorosa dedicación, paciencia y asistencia en la corrección de los originales.

A Juana I, reina de Castilla: por haber dado a la historia un ejemplo de humildad y entrega, tan escasos en estos tiempos, inmolándose en Tordesillas por el amor a sus hijos y por la paz de sus reinos.

A la gloria de san Francisco de Asis: día en que terminé de redactar el manuscrito.

Agradezco sinceramente:

A la Universidad de Castilla-La Mancha que me orientó en la búsqueda de datos sobre el nacimiento y los primeros días de vida de la infanta Juana.

A la Subdirección General de Museos Estatales del Ministerio de Cultura de España; al Museo del Prado de Madrid; al Museo Thyssen Bornemisza, al Consejo de Museos Reales de Bruselas y al Centro de Estudios de Pintura Flamenca del siglo XV e Instituto Real del Patrimonio Artístico de Bruselas, por su asesoramiento y colaboración desinteresada.

Al capellán mayor de la Capilla Real de Granada del Arzobispado de Granada, Manuel reyes, por su asesoramiento.

A Carmen Vaquero Serrano —amiga de tan lejos— que me ayudó a descifrar algunas claves de la nobleza toledana del siglo XV.

A Martha Corbalán que puso a mi disposición una extensa bibliografía sobre el cardenal Cisneros.

A Sergio Ramos, Miguel Romero, Diego Ballestrini y Diego Varas, por asistirme con el sistema informático.