Sissy permanece de pie unos minutos hasta que vomita violentamente en un barreño. Se limpia la boca y nos explica que, ahora que ya lo ha echado todo, se encuentra mejor. El olor es asqueroso, y saco la improvisada palangana llena de vómitos. Cuando vuelvo, encuentro a los chicos en medio de una discusión acalorada.
—Deberíamos subir al tren —afirma Jacob mientras se agarra los codos con las manos—. Creo que es el verdadero motivo por el que el científico nos condujo a la Misión. Este lugar es como una sala de espera donde subimos al medio de transporte que nos llevará al paraíso. De acuerdo, es una sala de espera rara, eso os lo reconozco. Está llena de normas excéntricas, y gobernada con mano de hierro. Lo pillo, pero no deja de ser una sala de espera. —Suspira frustrado—. Dentro de una semana estaremos comiendo en un sitio bonito o caminando entre el lujo de la ciudad, riéndonos de estas estúpidas sospechas. Ahora deberíamos estar elogiando al científico en vez de criticarlo. Nos guió hasta aquí para que subiéramos al tren. A ver, no puede ser más obvio.
—Pero en tal caso, ¿por qué no subió él mismo? —le cuestiona Epap.
—Estaba esperando que llegáramos, con Gene, el Origen. Seguramente quería venir con nosotros y acompañarnos en persona hasta la Civilización. —Agita los brazos en señal de frustración—. Se retorcería en su tumba si nos escuchara ahora.
—Y acabas de darme la razón en lo que iba a decir, ya que realmente está en una tumba. Si nos estaba esperando, ¿por qué se suicidó?
Jacob traga saliva.
—No lo sé —reconoce con voz temblorosa—. Quizá esperaba que llegáramos mucho antes. Meses, años antes. Cuando no aparecimos, a lo mejor pensó que nos había fallado y que ya no merecía ir a la Civilización. Pero nosotros podemos rendirle un homenaje yendo a donde él había luchado tanto por llevarnos.
La habitación queda sumida en un grave silencio.
—No sé, Jacob —le explica Sissy en voz baja—. Lo siento, pero yo le veo algo inquietante a eso de la Civilización. Y al suicidio del científico. Creo que el mejor homenaje que le podemos hacer es estar alerta y usar la cabeza.
—¿Y cuánto nos llevará? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Un año? —Los ojos de Jacob se posan sobre la marca de Sissy—. No nos podemos quedar aquí indefinidamente.
Ella se da cuenta de que le está mirando la herida y amaga con esconder el brazo.
—Aquí tenemos comida y refugio. Esta marca que me hicieron anoche no es nada. Un pequeño rasguño. Apenas me duele. —Mira al chico con una sonrisa reconfortante—. Estaremos bien.
Jacob mira al suelo, y se le humedecen los ojos.
—Tú me conoces, Sissy —le explica, con la voz temblorosa por la emoción—. Nunca me opondría a lo que tú decidieras que es lo mejor para nosotros. Si nos dices que necesitas más tiempo para investigar, te apoyaré. Pero averígualo rápido, ¿vale? Y prométeme que no nos retendrás aquí ni un día más de lo que sea estrictamente necesario.
Ella se acerca al niño, le agarra la cabeza y la apoya sobre su pecho. Su cuerpo tenso se relaja. Le rodea la cintura con el brazo, estrecha el cuerpo contra el suyo y se estremece. Tiene los ojos cerrados, pero las lágrimas no dejan de brotarle.
—Ni un segundo más, vale, ¿grandullón? Serás el primero en saberlo. ¡Eh, basta de llorar! Ya eres demasiado mayor para eso.
Jacob asiente y se limpia las lágrimas.
—Eres tonto del bote, ¿lo sabías? —le dice despeinándolo.