Ponese la descripción de muchas provincias, montes, ciudades famosas por Natura y por guerras; Cuéntase también cómo los españoles levantaron un fuerte en el valle de Tucapel, y cómo don Alonso de Ercilla halló a la hermosa Glaura.
IEMPRE la brevedad es una cosa
con gran razón de todos alabada,
y vemos que una plática es gustosa
cuanto más breve y menos afectada;
y aunque sea la prolija provechosa,
nos importuna, cansa y nos enfada:
que el manjar más sabroso y sazonado
os deja, cuando es mucho, empalagado.
Pues yo que en un peligro tal me veo,
de la larga carrera arrepentido,
¿cómo podré llevar tan gran rodeo
y ser sabroso al gusto y al oído?
Pero, aunque de agradar es mi deseo,
estoy ya dentro en la ocasión metido,
que no se puede andar mucho en un paso
ni encerrar gran materia en chico vaso.
Cuando a alguno, Señor, le pareciere
que me voy en el curso deteniendo,
el extraño camino considere
y que más que una posta voy corriendo:
en todo abreviaré lo que pudiere;
y así, a nuestro propósito volviendo,
os dije cómo el indio mago anciano
señalaba la poma con la mano.
Era en grandeza tal, que no podrían
veinte abrazar el círculo luciente,
donde todas las cosas parecían
en su forma distinta y claramente;
los campos y ciudades se veían,
el tráfago y bullicio de la gente,
las aves, animales, lagartijas,
hasta las más menudas sabandijas.
El mágico me dijo: «Pues en este
lugar nadie nos turba ni embaraza,
sin que un mínimo punto oculto reste,
verás del universo la gran traza;
lo que hay del Norte al Sur, del Este al Oeste,
y cuanto ciñe el mar y al aire abraza,
ríos, montes, lagunas, mares, tierras
famosas por natura y por las guerras.
»Mira al principio de Asia a Calcedonia;
junto al Bósforo en frente de la Tracia,
a Lidia, Caria, Licia y Licaonia,
a Panfilia, Bitinia y a Galacia,
y junto al Ponto Euxino, a Paflagonia,
la llana Capadocia y la Farnacia
y la corriente de Éufrates famoso,
que entra en el mar de Persia caudaloso.
»Mira la Siria, ves allá la indina
tierra de promisión de Dios privada,
y a Nazareth dichosa en Palestina,
do a María Gabriel dio la embajada;
ves las sacras reliquias y ruïna
de la ciudad por Tito desolada,
do el Autor de la vida, escarnecido,
a vergonzosa muerte fue traído.
»Mira el tendido mar Mediterrano
que la Europa del África separa,
y el mar Bermejo, en punta, a la otra mano,
que abrió Moisén sus aguas con la vara;
mira el golfo de Ormuz, y mar Persiano,
y aunque a partes la tierra no está clara,
verás hacia la banda descubierta
las dos Arabias, feliz y desierta.
»Mira a Persia y Carmania, que confina
con Susïana, al lado del Poniente,
donde el forjado acero se fulmina
de pasta y temple fino y excelente;
drangiana y Gredosia, que camina
hasta el mar de India y ferias del Oriente;
y adelante, siguiendo aquella vía,
verás la calurosa Aracosía.
»Dentro y fuera del Gange mira tanta
tierra de India, al levante prolongada;
ves el Catay y su ciudad de Canta,
que sobre el Indo mar está fundada;
la China y el Maluco, y toda cuanta
mar se extiende del Este, y la apartada
Trapobana famosa, antiguamente
término y fin postrero del Oriente.
»Ves la Hircania, Tartaria, y los Albanos
hacia la Trapisonda dilatados,
y otros reinos pequeños comarcanos,
tributarios de Persia y aliados;
los Iberos, que llaman gorgïanos[71],
y los pobres circasos derramados,
que su lunada tierra en parte angosta
toma del mar Mayor toda la costa.
»Ves el revuelto Cirro caudaloso,
que la Iberia[72] y Albania así rodea,
y el alto monte Cáucaso, fragoso,
que su cumbre gran tierra señorea;
mira el reino de Coicos, tan famoso
por la isla nombrada de Medea,
adonde el trabajado Jasón vino
en busca del dorado vellocino.
»Mira la grande Armenia, memorable
por su ciudad de Tauris señalada,
y al Sur la religiosa y venerable
soltania, sin respeto arruïnada
por la tártara furia irreparable
del grande Tamorlán[73], que de pasada
cuanto encontró lo puso por el suelo,
cual ira o rayo súbito del cielo.
»Mira a Tigris y Éufrates, que poniendo
punto a Mesopotamia, en compañía
hasta el golfo de Persia van corriendo,
dejando a un lado a Egipto y a Suría[74]:
ves la Partia y la Media, que, torciendo
su corva costa abraza al mediodía;
el Caspio mar, por otro nombre Hircano,
que en forma oval se extiende al subsolano[75].
»Mira la Asiría y su ciudad famosa,
donde la confusión de lenguas vino,
que sus muros, labor maravillosa,
hizo Semíramis, madre de Nino;
donde la acelerada y presurosa
muerte a Alejandro le salió al camino,
cortándole en su próspera corrida
el hilo de los hados y la vida.
»Mira en África al Sur los extendidos
reinos del Preste Juan, donde parece
que entre los más insignes y escogidos
Sceva en sus edificios resplandece;
tres frutos da en el año repartidos,
y tres veces se agosta y reverdece,
tiene en veinte y dos grados su postura
al antártico polo por la altura.
»Ves a Gogia y sus montes levantados,
que a todos sobrepujan en grandeza,
canos siempre de nieve los collados
y abajo peñascales y aspereza,
que forman un gran muelle, rodeados
de breñales espesos y maleza,
morada de osos, puercos y leones,
tigres, panteras, grifos y dragones.
»De estos peñascos ásperos pendientes,
llamados hoy el Monte de la Luna,
nacen del Nilo las famosas fuentes,
y de ellos ríos sin nombre y fama alguna,
que, aunque tuercen y apartan sus corrientes,
se vienen a juntar a una laguna
tan grande que sus senos y laderas
baten de tres provincias las riberas.
»A Gogia y Beguemedros al oriente,
y a Dambaya al Poniente; del cual lado
hay islas donde habita varia gente
y todo el ancho círculo es poblado.
De aquí el famoso Nilo mansamente
nace, y después, más grande y reforzado,
parte a Gogia de Amara, y va tendido
sin ser de las riberas restringido,
»Hasta un angosto paso peñascoso
que le va los costados estrechando,
de donde con estrépito furioso
se va en las cataratas emboscando;
después, más ancho, grave y espacioso,
llega a Meroe, gran isla, costeando,
que contiene tres reinos eminentes,
en leyes y costumbres diferentes.
»Mira al Cairo, que incluye tres ciudades,
y el palacio rëal de Dultibea,
las torres, los jardines y heredades
que su espacioso círculo rodea;
las pirámides mira y vanidades
de los ciegos antiguos, que aunque sea
señal de sus riquezas la hechura,
fue más que el edificio la locura.
»Mira los despoblados arenosos
de la desierta y seca Libia ardiente,
garamanta y los pueblos calurosos,
donde habita la bruta y negra gente;
mira los trogloditas belicosos
y los que baña Gambra en su corriente:
mandingos, monicongos, y los feos
zapes, biafras, gelofos y guineos.
»Ves de la costa de África el gran trecho,
los puertos señalados y lugares
de las bocas del Nilo hasta el estrecho
por do se comunican los dos mares:
Apolonia, las Sirtes y, derecho,
Tripol, Túnez y junto, si mirares,
verás aún las reliquias y el estrago
de la ciudad famosa de Cartago.
»Mira a Sicilia, fértil y abundosa,
a Cerdeña y a Córcega de frente,
y en la costa de Italia, la viciosa
tierra que va corriendo hacia el Poniente,
mira la ilustre Nápoles famosa,
y a Roma, que gran tiempo altivamente
se vio del universo apoderada,
y de cada nación después hollada.
»Mira en Toscana a Sena y a Florencia,
y dejando la costa al mediodía,
a Bolonia, Ferrara y la eminencia
de la isleña ciudad y señoría[76];
Padua, Mantua, Cremona y a Placencia,
Milán, la tierra y parque de Pavía,
adonde en una rota[77] de importancia
Carlos prendió a Francisco, rey de Francia.
»Mira Alejandría, y por Liguria entrando
a la soberbia Génova y Saona;
y el Piamonte y Saboya atravesando,
a León, a Tolosa y a Bayona;
y sobre el viento coro volteando,
Burdeos, Putiers, Orliens, París, Perona,
Flandes, Brabante, Güeldres, Frisia, Holanda,
Inglaterra, Escocia, Hibernia o Irlanda.
»A Dinamarca, Dacia y a Noruega
hacia el mar de Dantisco y costa helada,
y a Suecia, que al confín de Gocia llega,
que está en torno del mar fortificada,
de donde a la Zelandia se navega;
y mira allá a Grolandia[78], desviada;
del solar curso y la zodiaca vía,
do hay seis meses de noche y seis de día.
»Mira al Norte a Moscovia, que es tenida
por última región de lo poblado,
que rematan su término y medida
las rifeas montañas por un lado;
y de las fuentes del Tanais[79] tendida
llega al monte Hiperbóreo y mar helado;
confina con Sarmacia[80] y Tartaria,
y corre por el austro hasta Rusia.
»Mira a Livonia, Prusia, Litüania,
Samogocia, Podolia[81] y a Rusia,
a Polonia, Silesia y a Germania,
a Moravia, Bohemia, Austria y Hungría,
a Croacia, Moldavia, Trasilvania,
Malaquia, Bulgaria, Esclavonia,
a Macedonia, Grecia, la Morea,
a Candía, Chipre, Rodas y Judea.
»Mira al Poniente a España, y la aspereza
de la antigua Vizcaya, de do es cierto
que procede y se extiende la nobleza
por todo lo que vemos descubierto;
mira a Bermeo, cercado de maleza,
cabeza de Vizcaya, y sobre el puerto,
los anchos muros del solar de Ercilla,
solar antes fundado que la villa.
»Ves a Burgos, Logroño y a Pamplona,
y bajando al Poniente, a la siniestra,
Zaragoza, Valencia, Barcelona,
a León y a Galicia de la diestra;
ves la ciudad famosa de Lisbona[82],
Coimbra y Salamanca, que se muestra
feliz en todas ciencias, do solía
enseñarse también nigromancia.
»Mira a Valladolid, que en llama ardiente
se irá como la fénix renovando,
y a Medina del Campo casi en frente,
que las ferias la van más ilustrando.
Mira a Segovia y su famosa puente,
y el bosque y la Fonfrida[83] atravesando,
al Pardo, y Aranjuez, donde Natura
vertió todas sus flores y verdura.
»Mira aquel sitio inculto montuoso,
al pie del alto puerto algo apartado,
que, aunque le ves desierto y pedregoso,
ha de venir en breve a ser poblado;
allí el rey don Felipe, victorioso,
habiendo al franco en San Quintín domado,
en testimonio de su buen deseo,
levantará un católico trofeo[84].
»Será un famoso templo incomparable,
de suntuosa fábrica y grandeza,
la máquina del cual hará notable
su religioso celo y gran riqueza;
será edificio eterno y memorable,
de inmensa majestad y gran belleza,
obra, al fin, de un tal rey, tan gran cristiano
y de tan larga y poderosa mano.
»Mira luego a Madrid, que buena suerte
le tiene el alto cielo aparejada,
y a Toledo, fundada en sitio fuerte,
sobre el dorado Tajo levantada;
mira adelante a Córdoba, y la muerte
que airada amenazando está a Granada,
esgrimiendo el cuchillo sobre tantas
principales cabezas y gargantas[85].
»Mira a Sevilla; ves la realeza
de templos, edificios y moradas,
el concurso de gente, y la grandeza
del trato de las Indias apartadas,
que de oro, plata, perlas y riqueza
dos flotas en un año entran cargadas,
y salen otras dos de mercancía,
con gente, munición y artillería.
»Mira a Cádiz, donde Hércules famoso,
sobre sus hados prósperos corriendo
fijó las dos colunas victorioso,
nihil ultra en el mármol escribiendo;
mas Fernando Católico, glorioso,
los mojonados términos rompiendo,
del ancho y Nuevo Mundo abrió la vía,
porque en un mundo solo no cabía.
»Mira por el océano bajando,
entre el húmedo Noto[86] y el Poniente,
las islas de Canaria, reparando
en aquella del Hierro especialmente;
que, falta de agua la natura obrando,
las aves, animales y la gente
beben la que de un árbol se destila
en una bien labrada y ancha pila.
»Mira a la banda diestra las Terceras,
que están de portugueses ocupadas;
y corriendo al Sudoeste las primeras
islas que descubrió Colón, pobladas
de gentes nunca vistas, extranjeras,
entre las cuales son más señaladas
los Lucayos, San Juan, la Dominica,
Santo Domingo, Cuba, y Jamaica.
»Ves de Bahama, la canal angosta
y, siguiendo al Poniente, la Florida,
la tierra inútil y torcida costa
hasta la nueva España proseguida,
donde Cortés, con no pequeña costa
y gran trabajo y riesgo de la vida,
sin término ensanchó por su persona
los límites de España y la corona.
»Mira a Jalisco y Mechoacán famosa,
por la raíz medicinal que tiene,
y a México abundante y populosa,
que el indio nombre antiguo aún hoy retiene;
ves al Sur la poblada y montuosa
tierra, que en punta a prolongarse viene,
que los dos anchos mares por los lados
la van adelgazando los costados.
»A Panamá y al Nombre de Dios mira,
que sus estrechos términos defienden
a dos contrarios mares, que con ira
romper la tierra y anegar pretenden;
ves la fragosa sierra de Capira,
Cartagena, y las tierras que se extienden
de Santa Marta y cabo de la Vela
hasta el lago y ciudad de Venezuela.
»A Bogotá y Cartama, que confina
con Arma y Cali, tierra prolongada,
Popayán, Pasto[87] y Quito, que vecina
está a la equinocial línea templada;
mira allá a Puerto Viejo, do la mina
de ricas esmeraldas fue hallada,
y las tierras que corren por la vía
del euro, del vulturno y mediodía.
»Ves Guayaquil que abunda de madera,
por sus espesos montes y sombríos,
Túmbez, Paita y su puerto, que es primera
escala donde surgen los navíos;
Piura, Loja, la Zarza, y Cordillera
de do nacen y bajan tantos ríos,
que riegan bien dos mil millas de suelo,
donde jamás cayó lluvia del cielo.
»Mira los grandes montes y altas sierras
bajo la Zona Tórrida nevadas,
los mojos, bracamoros y las tierras
de incultos chachapoyas habitadas;
Cajamarca y Trujillo, que en las guerras
fueron famosas siempre y señaladas,
y la ciudad insigne de los Reyes,
silla de las audiencias y virreyes.
»Y a Guánuco, Guamanga y el templado
terreno de Arequipa, y los mojones
del Cuzco, antiguo pueblo y señalado
asiento de los Ingas y orejones.
Mira, el solsticio y trópico pasado,
del austral Capricornio las regiones
de varias gentes bárbaras extrañas,
los ríos, lagunas, valles y montañas.
»Mira allá a Chuquiabo, que metido
está a un lado la tierra al Sur marcada,
y adelante el riquísimo y crecido
cerro de Potosí, que de cendrada
plata de ley y de valor subido
tiene la tierra envuelta y amasada,
pues de un quintal de tierra de la mina
las dos arrobas son de plata fina.
»Ves la villa de Plata, la postrera
por el Levante a la siniestra mano,
y atravesando la alta cordillera,
Calchaquí, Pilcomayo y Tucomano[88];
los jurres, los diaguitas y ribera
de los comechingones, y el gran llano
y fructífero término remoto
hasta la fortaleza de Gaboto.
»Ves, volviendo a la costa, los collados
que corren por la banda de Atacama,
y la desierta costa y despoblados,
do no hay ave, animal, yerba ni rama;
ves los copayapos[89], indios granados,
que de grandes flecheros tienen fama;
Coquimbo, Mapochó, Cauquen, y el río
de Maule y el de Itata y Biobío.
»Ves la ciudad de Penco y el pujante
Arauco, estado libre y poderoso,
Cañete, la Imperial, y hacia el Levante
la Villarrica y el volcán fogoso;
Valdivia, Osorno, el Lago; y adelante
las islas y archipiélago famoso,
y siguiendo la costa del Sur derecho,
Chiloé, Coronados y el estrecho,
»por donde Magallanes con su gente
al Mar del Sur salió desembocando
y tomando la vuelta del Poniente
al Maluco guió noroesteando;
ves las islas de Acaca y Zabú enfrente,
y a Matán, do murió al fin peleando;
Bruney, Bohol, Gilolo, Terrenate,
Machián, Mutir, Badán, Tidore, y Mate.
»Ves las manchas de tierras tan cubiertas,
que pueden ser apenas divisadas,
son las que nunca han sido descubiertas,
ni de extranjeros pies jamás pisadas,
las cuales estarán siempre encubiertas
y de aquellos celajes ocupadas,
hasta que Dios permita que parezcan,
porque más sus secretos se engrandezcan.
»Y como ves en forma verdadera
de la tierra la gran circunferencia,
pudieras entender, si tiempo hubiera,
de los celestes cuerpos la excelencia;
la máquina y concierto de la esfera,
la virtud de los astros e influencia,
varias revoluciones, movimientos,
los cursos naturales y violentos.
»Mas, aunque quiero yo de parte mía
dejarte más contento y satisfecho,
ha mucho rato que declina el día,
y tienes hasta el sitio largo trecho».
Así, haciéndome el mago compañía,
me trajo hasta ponerme en el derecho
camino, do encontré luego mi gente,
que me andaba a buscar confusamente.
Llegamos al asiento en punto cuando
entraban a la guardia los amigos,
donde gastamos tiempo, procurando
reducir a la paz los enemigos;
unas veces por bien, acariciando,
otras por amenazas y castigos,
haciendo sin parar corredurías
por los vecinos pueblos y alquerías.
Mas no bastando diligencia en esto,
ni las promesas, medios y partidos,
que en su protervo intento y presupuesto
estaban siempre más endurecidos;
vista, pues, la importancia de aquel puesto
por estar en la tierra más metidos,
con maduro consejo fue acordado
sustentar el lugar fortificado.
Y proveyendo al esperado daño
de algunos bastimentos que faltaban,
que, aunque era fértil y abundante el año,
los campos en cogollo y berza estaban;
don Miguel de Velasco y Avendaño,
con los que más a punto se hallaban,
haciéndoles yo escolta y compañía,
tomamos de Cautén la recta vía.
Aunque con riesgo, sin contraste alguno
los peligrosos términos pasamos,
y en tiempo aparejado y oportuno
a la Imperial ciudad salvos llegamos,
donde a los moradores de uno en uno
con palabras de amor los obligamos,
no sólo a dar graciosa la comida,
pero[90] a ofrecer también hacienda y vida.
Así que alegres, sin rumor de guerra,
con pan, frutas, semillas y ganados
dimos presto la vuelta por la tierra
de pacíficos indios y alterados;
y, al descubrir de la purena sierra
hallamos una escolta de soldados,
digo, de nuestra gente, que venía
a asegurar la peligrosa vía.
El sol, ya derribado al Occidente,
había en el mar los rayos zabullido,
dando la noche alivio a nuestra gente
del cansancio y trabajo padecido;
pero, al romper del alba, alertamente
se comenzó a marchar con gran ruïdo,
el cargado bagaje y el ganado,
de todas las escuadras rodeado.
Iba yo en la avanguardia descubriendo
por medio de una espesa y gran quebrada,
cuando vi de través salir corriendo
una mujer al parecer turbada:
yo tras ella los prestos pies batiendo,
luego de mi caballo fue alcanzada;
el que saber el fin de esto desea,
atentamente el otro canto lea.