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Mamata le juró a la princesa que no hablaría con el comerciante, pero no le juró que no saldría de la casa. Tal y como había hecho en ocasiones anteriores, esperó a que los demás durmieran para salir por la puerta de la leñera, tenía que arreglar lo que había estropeado. Se dirigió a la trasera del palacio de Diamantina, donde la esperaba su aya, y le entregó un papel.

—¿Cómo está tu señora? ¿Has podido verla?

La nodriza la condujo hasta la despensa y cerró por dentro. Hablaban en susurros en medio de la oscuridad.

—Hace dos semanas que el señor no me llama para que suba. Sólo deja que entre la esclava, como siempre.

—¿Ha bajado ya? ¿Tiene la cera?

—Sí ha bajado, pero no sé si hoy tampoco traerá el molde. Vendrá en cuanto se duerman las criadas que comparten el cuarto con ella.

Esperaron en silencio hasta escuchar los cuatro golpes que señalaban la llamada de Olvido. La esclava entregó a Mamata el molde de la llave con una sonrisa que le desbordaba la cara. La nodriza le entregó a ella el papel, le temblaba todo el cuerpo.

—¡Por fin! ¡Pobrecita mía! ¡Qué miedo habrá pasado! ¿Qué haremos ahora?

Mamata abrió la despensa y se dispuso a salir.

—Esperar a que os traiga la llave mañana por la noche.

Después se dirigió a Olvido.

—Entrégale el papel. No olvidéis quemarlo en la chimenea después de leerlo, es muy importante que no lo vea nadie.

Volvió al palacio de enfrente protegiendo la fragilidad de la cera con las dos manos. La solución de muchos problemas se encontraba en aquel molde. A la mañana siguiente, la llave colgaba en su pecho junto a la Virgen del Rocío.

Buscó a su señora y le explicó lo que tramaba.

—Tenemos que conseguir que Diamantina salga de su palacete. Sólo ella puede convencer a los jueces de Llerena de lo que pasó en la fonda.

La princesa la escuchó atentamente. El plan era bueno. Lo integrarían en el que ella había modificado. Pero nadie debía conocerlo, ni siquiera su familia. Diamantina podría volverse atrás en el último momento.

Mamata acudió esa misma noche al palacio de Diamantina para entregarle la llave a Olvido. Llamó a la puerta falsa con la señal convenida con la nodriza, pero nadie le abría. Esperó durante más de una hora hasta que comprendió que el aya no acudiría a su encuentro, y volvió al palacete. No sabía qué pensar. Antes del amanecer, su hijo entró en su habitación y la encontró todavía despierta.

—¡Madre! La esperan en las caballerizas.

No necesitó vestirse, se había acostado sobre la colcha, tal y como había salido a la calle. Cuando llegó a los cobertizos, encontró a la niñera envuelta en un mar de llanto.

—Lo siento, no pude ir. El señor volvió anoche bebido, nos mantuvo a todos en jaque hasta que conseguimos meterlo en la cama. Cuando miré el reloj de la iglesia ya habían pasado más de dos horas.

Mamata intentó tranquilizarla.

—No importa, no llores. No necesitará la llave hasta el domingo. Ahora mismo vamos a ver a Olvido y todo arreglado. ¿A qué hora suele bajar don Manuel?

Pero la niñera seguía llorando. Anudaba el mandil en sus dedos hasta convertirlo en un ovillo con el que se restregaba los ojos.

—Acaba de marcharse, ha dicho que estaría todo el día en el campo. Anoche no consintió en abrir la puerta de la señora. ¡Dios mío! ¿Qué pasará ahora con Diamantina? Olvido no puede salir de la habitación. ¿Cómo vamos a darle la llave?

Mamata sacó la cadena que llevaba al cuello y le mostró lo que colgaba de ella.

—Pero nosotras podemos entrar.

Después volvió a guardarse la cadena.

—Aunque será mejor que esperemos a mañana. No hay tanta prisa. Por la noche se la daremos a Olvido y pasado mañana la tendrá Diamantina. Todavía faltará un día para el momento en que la use.

El ama de cría la miró decepcionada.

—Pero ella la esperaba hoy. ¿No podríamos evitarle el sufrimiento de no saber si la tenemos o no?

Mamata sonrió y volvió a sacar la llave.

—¡Vamos!

Momentos después, las cuatro mujeres se abrazaban en silencio. Mamata no permitió los llantos ni los saltos de alegría.

—Eso tenéis que dejarlo para el domingo. Ahora tenemos que salir de aquí, si nos viera alguien se estropearía todo.

Diamantina acarició la llave con las dos manos. Se acercó a Mamata y la abrazó con toda su fuerza.

—¡Gracias! No puedes imaginar cuánto te lo agradezco.

—Es a mi señora a quien se lo debéis agradecer. Ella también os estará agradecida cuando cumpláis vuestra parte.

Se despidieron con la alegría de los que pronto se volverán a ver. En sus caras se reflejaba la excitación de las ilusiones a punto de cumplirse. Mamata, Olvido, Diamantina y su nodriza sabían que las agujas del reloj nunca pueden girar hacia atrás. El primer paso ya estaba dado, la llave funcionaba, Diamantina la escondería hasta el momento de la fuga. Sería el domingo, a la hora de la misa de la Encarnación y Mina. Las criadas de la princesa la visitarían vestidas de Valvanera y de doña Aurora, y éstas esperarían en el carruaje ataviadas con ropas idénticas a las que llevarían las criadas.

Mamata arrastró a la nodriza hacia la puerta. Asomó la cabeza al corredor, estaba vacío, nadie había advertido su presencia. Salió de la habitación con el aya dejando a Olvido y a Diamantina del otro lado.

—Seguid las instrucciones sin saltaros una coma. Todo saldrá bien. Echad la llave en cuanto salgamos.