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Su estómago se encogió al cruzarse con las jóvenes mexicas, la cara de doña Beatriz se le aparecía en cada una de ellas. La frente ancha, las trenzas oscuras sobre su pecho, su piel morena, su blusa de colores, la mandíbula fuerte y los labios finos.

Los ojos negros de su esposa le salían al paso con la misma mirada de curiosidad y de temor con que doña Beatriz se acercó a él por primera vez. Quizás alguna de aquellas mujeres fuera su madre o su hermana, quizás alguno de los hombres que las acompañaban fuera el padre que la vendió para saldar una deuda de juego de pelota.

Don Lorenzo recordó las manos de su esposa entre las suyas cuando el capellán les unió en sagrado matrimonio. La joven miraba desconcertada al sacerdote con sus grandes ojos achinados, sin comprender el rito que santificaría su unión ante Dios y ante los hombres. Don Lorenzo la llevó después a su choza cogida de su brazo, la ayudó a sentarse en la estera y le deshizo las trenzas suavemente. Ella misma se desató los cordones de las sandalias y permitió que los dedos de su esposo recorrieran sus muslos hasta llegar a la espalda, donde triunfaba un imposible lunar azul. Su piel olía a arena del mar. La oscuridad invadía poco a poco la choza mientras sus cuerpos engendraban al hijo que ella no conocería nunca. Don Lorenzo volvió a escuchar las palabras con que le entregó al pequeño siete meses después.

—Cuida de nuestro hijo, no permitas que viva como esclavo.

Su cuerpo ensangrentado se apagó con un gemido. Don Lorenzo no podía recordar qué hizo con el bebé, cada vez que reproducía la escena, se encontraba en el jardín junto a Valvanera, que le entregaba una manta de peces de colores. Doña Aurora les miraba ensimismada, sus ojos negros eran idénticos a los que acababa de cerrar. Cuando le preguntó por qué nombre deberían llamarlo, doña Aurora le regaló una mirada con la que nunca más volvería a encontrarse. Hacía tiempo que le evitaba, en las pocas ocasiones en que intercambiaron algunas frases desde la batalla de Cholula la princesa se mostró tan distante que parecía ofendida.