Imola, Italia

Cuando todo termina, cuando la última carrera ha sido ganada, el último campeón de la temporada se sienta en el arcén de la curva de Tamburello, sobre la hierba empapada por días de lluvia. El campeón, sentado, solo, es una figura llamativa con su traje de Nomex color rojo Ferrari, cubierto con las insignias de los muchos patrocinadores que lo quieren como mascarón de proa, como imagen de sus marcas, para exhibirlo ante el mundo a modo de símbolo. En Japón, en Brasil, en Italia, en Europa, en el mundo, la gente celebra su victoria. En sus camerinos, boxes y tráilers los otros pilotos, algunos de los cuales tienen la mitad de su edad, menean la cabeza, asombrados. Soportar lo que él soportó. Llegar a campeón de Fórmula Uno de repente. A su edad. Es todo un cuento de hadas.

Un vehículo eléctrico de golf se detiene en el asfalto frente a él. Lo conduce una mujer joven de largo cabello dorado. La acompañan otras dos personas, una grande, una pequeña.

La joven baja y se acerca al campeón.

—Papá —dice.

Él la mira. Habría preferido estar solo un rato más.

—Son grandes admiradores tuyos —dice ella.

Él sonríe y alza la vista al cielo. La idea de que tiene seguidores fieles, grandes o pequeños, le parece muy tonta. Es algo a lo que se tiene que acostumbrar.

—No, no. —Ella lo dice porque sabe lo que piensa él sin necesidad de oírle decir nada—. Creo que realmente te gustará conocerlos.

Él asiente con la cabeza porque sabe que ella siempre tiene razón. La joven llama con un gesto a los otros ocupantes del carrito. Baja un hombre, encorvado bajo su impermeable. Luego, un niño. Se acercan al campeón.

¡Dení! —dice el hombre.

No los reconoce. No los conoce.

¡Dení! Speravamo di trovarlo qui!

Eccomi —responde el campeón.

Dení, somos sus más grandes seguidores. Su hija nos trajo a conocerle. Dijo que no le importaría.

—Me conoce —dice el campeón, cálido.

—Mi hijo —dice el hombre—. Le idolatra. Siempre habla de usted.

El campeón mira al niño, que es menudo, con rasgos marcados, glaciales ojos azules y cabello rizado.

Quanti anni hai? —pregunta.

Cinque —responde el niño.

—¿Corres?

—Corre en karting —dice el padre—. Es muy bueno. Supo cómo se conduce desde la primera vez que se sentó al volante de uno. Es muy caro para mí, pero como es tan bueno, tiene tanto talento, lo hacemos.

Bene, che bello —dice el campeón.

—¿Nos firma el programa? —pregunta el padre—. Vimos la carrera desde el campo, ahí. Las gradas son demasiado caras. Venimos de Nápoles.

Certo. —El campeón mira al padre. Toma el programa y el bolígrafo—. Come ti chiami? —le pregunta al niño.

Enzo —dice el niño.

El campeón alza la vista, sorprendido. Durante un momento, no se mueve. No escribe. No habla.

—¿Enzo? —pregunta al fin.

Si —dice el niño—. Mi chiamo Enzo. Anch’io voglio diventare un campione.

Atónito, el campeón se queda mirando al niño.

—Dice que quiere ser campeón. —El padre ha interpretado equivocadamente su pausa—. Como usted.

Ottima idea —dice el campeón.

Y sigue mirando al niño, hasta que se da cuenta de que lo mira demasiado y menea la cabeza para dejar de hacerlo.

Mi scusi —dice—. Su hijo me recuerda a un viejo amigo.

Mira a su hija por el rabillo del ojo antes de firmar el programa del niño y entregárselo al padre, que lo lee.

Che cos’é? —pregunta el padre.

—Mi número de teléfono en Maranello —dice el campeón—. Cuando le parezca que su hijo está listo, avíseme. Me aseguraré de que reciba la instrucción necesaria y de que tenga oportunidad de conducir.

Grazie! Grazie mille! —dice el hombre—. Siempre habla de usted. Dice que es el mejor campeón que nunca haya existido. ¡Dice que es mejor que Senna!

El campeón se incorpora. Su traje de automovilista aún está mojado por la lluvia. Le da una palmadita en la cabeza al niño y le desordena el cabello. El niño lo mira.

—Es un piloto de carreras de corazón —dice el campeón.

Grazie —dice el padre—. Estudia todas tus carreras en vídeo.

La macchina va dove vanno gli occhi —dice el niño.

El campeón ríe y alza la vista al cielo.

—Sí —dice—. El coche va a donde van los ojos. Es cierto, amiguito. Es muy, muy cierto.