Denny le pagó lo que le debía a Mark Fein. Al poco tiempo, Mark Fein fue nombrado juez de distrito, tarea sobre la que sé poco, más allá de que es una designación vitalicia, muy prestigiosa y que no está permitido rechazar. Denny se hizo con un nuevo abogado, que no le daba cita en el café Vita, ni en el Victrola, porque no le interesaban las muchachas con piercing en la ceja y ojos color chocolate. Este abogado, el doctor Lawrence, como le llamaba todo el mundo, no era vehemente ni atrevido como Mark. Era lacónico, tranquilo, lúgubre… Mark tenía chispa, fuego. Éste tenía unas orejas muy grandes.
Pidió un aplazamiento, que es lo que se hace en los asuntos legales para tener tiempo de leer toda la documentación. Y, aunque entendía que era necesario, me preocupé. Mark Fein se conducía con la energía de alguien que sabe que ya ganó la partida y espera educadamente a que el adversario cuente sus fichas para que comprenda cuánto perdió. Tal vez el doctor Lawrence fuese muy capaz, pero se comportaba como un sabueso sin presa que perseguir. Su rostro triste tenía una expresión que decía: «Dime cuándo comenzamos». Y cada vez que parecía que nos aproximábamos a un resultado, el horizonte se alejaba de pronto de nosotros a toda velocidad, y nos quedábamos esperando, una vez más, a que las ruedas de la justicia se echasen a andar de nuevo, cosa que hacían, pero con mucha lentitud.
Al poco tiempo de que Denny comenzara a trabajar con nuestro nuevo representante, recibimos nuevas malas noticias. Los Gemelos Malignos le habían puesto un pleito para que se ocupase de la manutención de Zoë.
Canallescos, así los había descrito Mark Fein. Y ahora, no conformes con quitarle a su hija, exigían que él pagase la comida con que la alimentaban.
El doctor Lawrence defendió esta indigna acción, pues, dijo, aunque implacable, se trataba de una táctica perfectamente legal. Le hizo una pregunta a Denny:
—¿El fin siempre justifica los medios? —Y él mismo la respondió—: Al parecer, para ellos, sí.
Tengo un amigo imaginario. Lo llamo Rey Karma. Sé que el karma es una fuerza del universo y que las personas como los Gemelos Malignos recibirán justicia kármica por sus actos. Sé que esa justicia llegará cuando el universo lo considere apropiado, y que ello quizá no ocurra en esta vida, sino en la próxima, o en la otra. La conciencia actual de los Gemelos Malignos quizá no experimente nunca las consecuencias que merecen sus acciones. Pero sus almas sí. Entiendo ese concepto.
Pero no me agrada. Así que mi amigo imaginario hace cosas para mí. Si eres malo con alguien, el Rey Karma bajará del cielo y te pondrá en tu lugar. Si pateas a alguien, el Rey Karma surgirá de un callejón y te dará una patada en el culo. Si eres cruel y malvado, el Rey Karma te dará el castigo adecuado.
Por la noche, antes de dormir, hablo con mi amigo imaginario y se lo envío a los Gemelos Malignos, y ejerce su justicia. No es mucho, pero es todo lo que puedo hacer. Cada noche, el Rey Karma les regala muy malos sueños. Se ven perseguidos por una jauría de perros salvajes, hasta que despiertan con un respingo. Les es imposible volver a conciliar el sueño.