Capítulo 10

Idealmente, un conductor domina todo lo que le rodea, dice Denny. Idealmente, un conductor controla su coche de manera tan completa que corrige un trompo antes de que ocurra, se anticipa a todas las posibilidades. Pero no vivimos en un mundo ideal. En nuestro mundo, a veces hay sorpresas, errores, accidentes, y el conductor debe reaccionar.

Denny dice que cuando el conductor reacciona es importante que recuerde que su coche sólo es tan bueno como lo sean sus neumáticos. Si las ruedas no tienen tracción, nada de lo demás sirve. Potencia, maniobrabilidad, frenado. Cuando se patina, todo lo que se haga es en vano. Hasta que la vieja y buena fricción reduzca la velocidad, y los neumáticos recuperen la tracción, el conductor queda a merced de la inercia. Y la inercia es una poderosa fuerza de la naturaleza.

Es importante que el conductor entienda este concepto y no se entregue a sus impulsos naturales. Cuando la parte trasera de un coche da un coletazo, el conductor puede ser dominado por el pánico y levantar el pie del acelerador. Si lo hace, el peso del vehículo se recargará sobre las ruedas delanteras, perderá tracción en las traseras y el coche hará un trompo.

Un buen conductor procurará aprovechar el trompo girando las ruedas en el sentido de éste. Así, quizá tenga éxito. Pero hay un instante crítico en que el trompo da por cumplida su misión, que es quitarle velocidad a un coche que va demasiado deprisa. De pronto, las ruedas encuentran a qué aferrarse y el conductor vuelve a tener tracción… desgraciadamente para él, pues sus ruedas delanteras han dado un marcado giro hacia la dirección equivocada. Ello induce un trompo de sentido inverso, pues el automóvil ha quedado totalmente privado de equilibrio. Así, si el conductor se excede al contrarrestar un trompo, produce otro, en sentido inverso, mucho más peligroso que el primero, pues es mucho más veloz.

Pero si el conductor en cuestión tiene suficiente experiencia, en el momento mismo en que sus ruedas pierden agarre quizá resista a su instinto de quitar el pie del acelerador y, en cambio, aumente la presión, aflojando levemente su agarre del volante al mismo tiempo. El aumento de aceleración devuelve las ruedas traseras a su cauce y el coche se equilibra. Aflojar la presión sobre el volante le quita potencia a la inercia lateral. Así, el trompo se neutraliza, pero el conductor deberá lidiar con el problema secundario que genera su corrección: al aumentar el radio de giro, corre el riesgo de despistarse.

¡Ay! ¡Nuestro piloto no obtuvo el resultado que buscaba! Pero sí sigue controlando su coche. Aún puede actuar de forma positiva. Por lo menos le queda historia, y puede buscar un fin de la historia en el que complete la carrera sin incidentes. Y, tal vez, si sabe llevar bien las cosas, gane.