LOS ROSTROS DE MARLOWE

Más allá de la violencia y las peripecias, Raymond Chandler dio una nueva vuelta de tuerca a las novelas de misterio y quiso saber más sobre la vida que sobre la muerte; se preocupó más de cómo piensa, siente y actúa el ser humano, que de cómo muere. Sus historias crearon un arquetipo sobre el que muchos cineastas, novelistas, guionistas de cine, radio y televisión han aportado su visión del personaje.

De todos los rostros cinematográficos de Marlowe, su autor se mostró satisfecho con Humphrey Bogart en su caracterización para El sueño eterno, dirigida por Howard Hawks en 1946, con guión firmado, entre otros, por William Faulkner. Tal como escribió Chandler a su amigo Hamish Hamilton, «Bogart sabe ser duro sin una pistola. Además, tiene aquel sentido de humor que contiene un sutil matiz de desprecio. Bogart es un artículo genuino».

Chandler también se mostró satisfecho con Hawks, por su «don de la ambientación y el toque requerido de sadismo oculto», aunque le molestaba el giro romántico dado al filme, pero se aguantaba. «En Hollywood —dijo—, no se puede hacer una película que no sea en esencia una historia de amor, es decir, una historia en la que predomine el sexo».

Chandler sabía muy bien de qué hablaba. Durante los años cuarenta, el creador de Marlowe defendía su escritura y estaba a sueldo en Hollywood como guionista, al mismo tiempo que otros narradores como Scott Fitzgerald, Faulkner, Nathanael West o Aldous Huxley. En 1945, tuvo su primer encontronazo con George Marshall, un artesano a quien le encargaron dirigir La dalia azul (The Blue Dahlia), con Alan Ladd y Veronica Lake como protagonistas. Se trataba de una historia propia producida por John Houseman, el que fuera colaborador de Orson Welles en Ciudadano Kane y en el Mercury Theatre, así como productor de grandes películas de Vincente Minnelli, Nicholas Ray o Max Ophüls.

Cartel para España de La dalia azul.

Como con George Marshall, a quien despreciaba públicamente, Raymond Chandler tuvo también una relación tormentosa con otros directores de cine con los que trabajó como guionista. A Billy Wilder, para quien escribió Double Indemnity (entre nosotros, Perdición), llegó a denunciarlo por sus modales despóticos. El filme rezuma Chandler por todos los poros.

Le irritaban tanto las discusiones con Alfred Hitchcock, para quien trató de hacer verosímil el relato cinematográfico de Extraños en un tren, que cada vez que Hitch aparecía por su casa, el novelista lo insultaba haciendo comentarios despectivos sobre su gordura. La bronca llegó a tal punto que Hitchcock hizo rescribir el guión a escondidas. El hecho de convertir al personaje de Guy, el tenista, en casi una víctima fue obra de Chandler, en sus intentos desesperados por hacer creíble un personaje sin pies ni cabeza.

De todos los cineastas, Howard Hawks fue el único que mereció los elogios del escritor. Como escribió el crítico José María Latorre en la ya mítica revista Gimlet, dirigida por Manuel Vázquez Montalbán: «The Big Sleep de Hawks no es una narración, sino la crónica desapasionada y rigurosa del movimiento de unos personajes vistos a distancia (y, al mismo tiempo, una excelente recreación del mundo chandleriano), en la que el interés del realizador se dirige más bien hacia las relaciones entre los distintos personajes y hacia lo que éstas sugieren, encubren o descubren. Las reacciones de Marlowe estarán expresadas en el filme a través de los diálogos y en los movimientos del actor: en su manera de llevar el sombrero, de encender los cigarrillos, de observar desde lejos a una persona o de vigilar la entrada de una casa. Hawks se sirve también de la elipsis para saltarse el curso de los pensamientos de Marlowe. Es inútil buscar en la película fragmentos equivalentes a la famosa reflexión final del detective»[16].

Portada de la revista Gimlet.

El cine y la literatura mantienen lenguajes distintos, pero, en este caso, la palabra —la voz en off del detective narrador— es sustituida por el movimiento del personaje, el tiempo y el espacio. Como no puedo resistirme a la tentación, voy a citar la reflexión final de Marlowe, mientras conduce su coche: «¿Qué importaba donde uno yaciera una vez muerto? En un sucio sumidero o en una torre de mármol en lo alto de una colina. Muerto, uno dormía el sueño eterno, y esas cosas no importaban. Petróleo y agua eran lo mismo que aire y viento para uno. Sólo se dormía el sueño eterno, y no importaba la suciedad donde uno hubiera muerto o donde cayera».

Aquella fue la única vez que Humphrey Bogart encarnó a Marlowe. Sin embargo, su figura ha quedado totalmente unida al personaje, gracias a la fidelidad con que Hawks trató el universo chandleriano y a pesar de que sus características físicas no coincidan para nada con las conferidas a Marlowe por su autor, descrito con una altura de 1,80 metros, ochenta y dos kilos de peso, el pelo castaño oscuro y los ojos marrones. «Si alguna vez hubiera tenido la oportunidad de elegir un actor de cine que representara mejor la imagen que yo tengo de él —escribió Chandler en la carta a D. J. Ibberson, ya citada—, creo que tendría que haber sido Cary Grant».

Mala suerte, porque, además de Bogart y Powell, en la piel de Marlowe se han metido actores de físico tan dispar como Robert Montgomery, George Montgomery, James Garner, Elliot Gould, Robert Mitchum, Danny Glover y, el último James Caan, pero jamás Cary Grant.

La primera aparición de Marlowe en el cine fue en 1944, dos años antes de El sueño eterno, con la producción de la RKO Murder, My Sweet (Historia de un detective), en la que Dick Powell da cuerpo a un personaje algo fondón, con camiseta de tirantes, pero con suficiente credibilidad como para describir su trabajo diciendo: «Me sentía como un pulpo en una roca mojada», y dar la réplica a Claire Trevor, la perversa Velma, cuando le pregunta: «Hum, está usted muy bien formado para ser detective».

En Murder, My Sweet, adaptación de Historia de un detective, hizo Marlowe su primera aparición cinematográfica.

»—No me quejo —contesta Marlowe.

»—¿Cómo se llega a detective particular?

»—La mayoría somos expolicías, yo trabajaba con un fiscal y me despidió.

»—No sería por incompetente.

»—Por impertinente. También tuve una niñez interesante, pero usted no ha venido para escribir mi biografía».

En 1947, se estrenaron dos películas. Para la Metro, el actor Robert Montgomery dirigió y protagonizó La dama del lago, rodada en cámara subjetiva, en la que el objetivo se convierte en los ojos de Marlowe. La Twentieth Century Fox llevó a la pantalla La ventana siniestra, dirigida por John Brahm, bajo el título de The Brasher Doubloon, con George Montgomery como Marlowe. Cuatro filmes de Marlowe rodados en vida de su autor. Pero la filmografía del detective Marlowe se completa con otros cinco largometrajes.

Robert Montgomery dirigió y protagonizó La dama del lago.

En 1969, la Metro produce una lamentable versión de La hermana pequeña bajo el título Marlowe, detective muy privado, de Paul Bogart, con James Garner en el papel estelar.

En 1973, Robert Altman firma para la United Artists una brillante incursión: The Long Goodbye (El largo adiós), con Elliot Gould en el papel de un renovado y casi postmoderno Marlowe, de pelo rizado y gustos años setenta, escrita, además, por uno de los coguionistas de El sueño eterno, Leigh Brackett, y que convierte a Terry Lennox en un joven asesino y al detective en un personaje dispuesto a tomarse la justicia por su mano y liquidar a un traidor que ya estaba oficialmente muerto, por cierto. Con todo, esta revisión de Altman es la más interesante, aunque está claramente influida por la aparición de otros detectives post-Marlowe, como el Harper, de Jack Smight, versión cinematográfica del detective Lew Archer, de Ross MacDonald, con el rostro de Paul Newman y un magnífico guión de William Goldman.

En 1975, Dick Richards llevó a la pantalla Farewell, My Lovely (Adiós, muñeca) producida por la EK Corporation, donde la historia, el movimiento de los personajes y la ambientación estuvo supeditada a la moda «retro» que imperaba en el momento.

Tres años más tarde, en 1978, Michael Winner se atrevió de nuevo con El sueño eterno, titulado en España Detective privado por aquello de no molestar a los clásicos, y trasladó la acción a Inglaterra. Ambas tenían a Robert Mitchum metido en la piel de Marlowe. Por fin un actor a la altura de Bogart en cuanto al lado oscuro, pero en un momento crepuscular de su carrera.

Cartel americano de El sueño eterno, protagonizada por Robert Mitchum.

Para la televisión (aunque en España se estrenó en cine), Bob Rafelson dirigió en 1988 la versión cinematográfica de Poodle Springs, con James Caan interpretando a un Marlowe maduro y casado con Linda Loring, que sabía por primera vez lo que era el miedo y que reflexionaba sobre la soledad de su trabajo.

La suerte de Marlowe en la pequeña pantalla ha perdurado en el tiempo. En 1950, Dick Powell protagonizó una adaptación de El largo adiós; Philip Carey fue Marlowe en 26 episodios; Powers Boothe, bajo el título de Private Eye, interpretó a Marlowe en una serie canadiense emitida en 1984 y 1986. Incluso, en 1995, hubo un Marlowe negro protagonizado por Danny Glover y basado en un viejo relato corto titulado Fallen Angels: Red Wind, publicado en la época de Black Mask.

Las aventuras de Philip Marlowe tuvieron también gran éxito en las series radiofónicas de los años cuarenta, la época dorada de la radiodifusión. En 1945 y 1948, Dick Powell puso la voz al serial Murder, My Sweet. En 1947, Van Heflin hizo lo propio en trece capítulos de treinta minutos para la NBC; y, desde 1948 a 1959, el actor Gerald Mohr dio su voz al detective en ciento diecinueve episodios de media hora cada uno, emitidos por la CBS.

Después de hacer este recorrido, supongo que se habrán dado cuenta de que me gusta Philip Marlowe, que soy un admirador de Raymond Chandler. Como recomienda uno de los personajes de La dalia azul: «No te compliques tanto la vida, Eddie. Cuando un individuo se la complica demasiado, es desdichado. Y, cuando se es desdichado, la suerte se escapa». Le haré caso.