BREVE NOTICIA DE PLINIO. ACOTACIÓN DE UN PERSONAJE

En 1968, como prólogo a Historias de Plinio[43], que reunía dos de las tres primeras novelas cortas protagonizadas por su singular detective (El carnaval y El charco de sangre), Francisco García Pavón escribió un pequeño texto programático, un pliego de intenciones tan clarificador, que hoy nos sirve para valorar la verdadera dimensión de su obra. El autor era consciente de que inauguraba una tendencia prácticamente inédita en la literatura española a través de historias policiales fuertemente arraigadas a la realidad del momento.

Plinio, interpretado por Antonio Casal, liando uno de sus caldos.

Leamos esta Breve noticia de Plinio:

«En España nunca creció de manera vigorosa y diferenciada la novela policíaca y de aventuras. Lectores hay a miles. Transcriptores, simuladores y traductores de las novelas policíacas de otras geografías, a cientos. Nuestra literatura de cordel y crónica negra cuenta desastres y escatologías para todos los gustos y medidas; sin embargo, al escritor español, tan radical en sus gustos y disgustos, nunca le tentó este género que, tratado con arte e intención, podía haber alumbrado muchas parcelas de nuestra vida y distraído a infinitos lectores».

Y en este panorama literario, García Pavón confiesa: «Yo siempre tuve la vaga idea de escribir novelas policíacas muy españolas y con el mayor talento literario que Dios se permitiera prestarme. Novelas con la suficiente suspensión[44] para el lector superficial que sólo quiere excitar sus nervios y la necesaria altura para que al lector sensible no se le cayeran de las manos».

Años más tarde, el propio escritor lo dejaría muy claro durante una entrevista concedida a Víctor Claudín: «He llegado a un punto de mantener el suspense que, en mi último relato [El hospital de los dormidos], lo llevo al extremo de que no llega a pasar nada, el único interés está en ese suspense. El suspense es esa manera de mantener la atención del lector hasta el final»[45].

Como todos los escritores verdaderos, García Pavón echó mano a su equipaje personal, autobiográfico, a sus recuerdos y al territorio conocido de su pueblo natal. Se basó en sucesos reales para construir sus intrigas, apasionado por los casos sencillos que están siempre en la realidad de un pueblo donde parece que nunca pasa nada.

Y prosigue en su Breve noticia de Plinio:

«Conocía un ambiente entre rural y provinciano muy bien aprendido: el de mi pueblo, Tomelloso, unos tipos, costumbres y verbo popular que asomaron en mis libros más queridos: Cuentos de mamá, Cuentos republicanos y Los liberales. Sólo me faltaba encontrar al detective, ya que los cacos se me darían por añadidura. A falta de imaginación, me bastaría recordar averías humanas y crímenes de por aquellas tierras que oí contar muchas veces y que algunos fueron afamados en romances de ciego».

Para crear a Plinio se inspiró en un personaje unido a su memoria de infancia.

«Desgraciadamente en mi pueblo nunca hubo un policía de talla, es natural. Pero sí hubo un cierto jefe de la Guardia Municipal, cuyo físico, ademanes, manera de mirar, de palparse el sable y el revólver, desde chico me hicieron mucha gracia. El hombre, claro está, no pasó en su larga vida de servir a los alcaldes que le cupieron en suerte y apresar rateros, gitanos y placeras. Pero yo, observándole en el casino o en la puerta del Ayuntamiento, daba en imaginármelo en aventuras de mayor empeño y lucimiento.

»Por fácil concatenación, hace pocos años se me ocurrió que mi detective podría ser aquel jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, que enseguida bauticé como Plinio. E intenté mi primera salida aplicándolo a desentrañar el famoso caso de las Cuestas del hermano Diego, que me habían referido tantas veces camino de Manzanares, en cuyo "carreterín" se encuentran. Así surgió mi novela breve titulada Los carros vacíos, publicada por Alfaguara, en su colección La novela popular.

»Como la crítica me alabó el invento, inmediatamente escribí dos novelitas más: El carnaval y El charco de sangre. Aunque estos últimos "casos" son completamente imaginados, procuro retratar o reinventar tipos reales o propios del ambiente. Casos y tipos en proporción con el marco popular y la modesta ejecutoria de mi "agente" Plinio».

Cuando ya tenía en puertas la primera novela larga de Plinio, García Pavón terminó de justificar su intención literaria con estas palabras:

«Si a ustedes les gustan estas andanzas de Manuel González, alias Plinio, y su amigo don Lotario, el veterinario, creo que me animaré a sacar nuevas páginas de sus modestas y grandes historias. Y si las rechazan, las pondré en la alacena del olvido, en espera de que salga otro escritor con más pluma capaz de lograr este tipo de novela policíaca española que yo pretendo… Lo que nadie podrá negar es la nobleza de mi empeño».

Doctor en Filosofía, catedrático, director de la Escuela de Arte Dramático de Madrid, conocido crítico teatral y director de la prestigiosa editorial Taurus, Francisco García Pavón (Tomelloso, 1919 - Madrid, 1989) había cultivado la novela, el cuento y el ensayo (es autor del imprescindible Teatro social en España, editado en 1962) antes de lanzarse a la literatura detectivesca. Ya en 1945 había sido finalista del Premio Nadal con su primera novela, Cerca de Oviedo, sin embargo, fueron las investigaciones de Plinio, las que le valieron el favor del público y de la crítica. La serie tuvo dos épocas, una primera en la que la acción se situó en los tiempos de la dictadura de Primo de Rivera (Los carros vacíos, El carnaval y El charco de sangre) y, a continuación, una actualización a los años sesenta, bajo la dictadura franquista, a partir de la publicación de la primera novela larga, El reinado de Witiza, en 1968.

Cubierta de El reinado de Witiza.