FICCIONES CRIMINALES POST-MODERNAS (1991-2011)
Durante los últimos veinte años, el cine español ha producido algunos thrillers en los contornos de lo negro que reflejan los miedos, las ansiedades sociales y no pocas perversiones del final del milenio, son películas que no se diferencian en nada de otros productos similares de las cinematografías extranjeras. Para los optimistas, es un signo innegable de calidad, de estar a la última[23]. Para los detractores, se trata, una vez más, de mimetismo frente a las modas del momento.
Así, en la era de la visibilidad global, de las videocámaras en los lugares públicos, del control policial permanente en un mundo globalizado y peligroso, el deseo de sentirnos seguros frente a terroristas y psicópatas es el tema central de El habitante incierto (2004), opera prima de Guillem Morales, donde su protagonista es un arquitecto que construye su propia pesadilla. La comunidad (Alex de la Iglesia, 2000), juega con la idea del temor al vecino. Las carreras a ciegas de Intacto (Juan Carlos Fresnadillo, 2001) nos hablan del azar y del destino. El miedo rural es el eje de El rey de la montaña (Gonzalo López Gallego, 2007); y el campo como escenario de matanzas atávicas aparece en El séptimo día (Carlos Saura, 2004), inspirada en el crimen de Puerto Hurraco, en La noche del hermano (Santiago García de Leániz, 2005) y en Bosque de sombras (Koldo Serra, 2006).
La figura deconstruída del asesino se pasea por los thrillers españoles más recientes. Las horas del día (Jaime Rosales, 2003) relata la vida cotidiana de un serial killer cuando no está matando, en la estela de Henry, retrato de un asesino (John McNaughton, 1986). El asesino perverso y sus obsesiones sexuales mueve películas como H6: Diario de un asesino (Martín Garrido Barón, 2005), Los cronocrímenes (Nacho Vigalondo, 2007), La caja Kovak (Daniel Monzón, 2006) y La habitación de Fermat (Luis Piedrahíta y Rodrigo Sopeña, 2007).
La intriga como recurso post-moderno está en el Almodóvar de Hable con ella (2002), La mala educación (2004) y Los abrazos rotos (2009), después de su decepcionante incursión en el género negro con Carne trémula (1997), en la que adapta una novela de Ruth Rendell.