23. LA CULTURA

Los moros andalusíes alcanzaron un nivel tecnológico superior al de los cristianos del norte, especialmente en los primeros siglos medievales. Esta superioridad se debió, en buena parte, al legado científico bizantino y griego que recibieron de sus hermanos de oriente. El monje Nicolás, un sabio enviado en embajada cultural por Constantino VII de Bizancio, aportó el libro Materia médica de Dioscórides, que describía hasta seiscientas plantas medicinales y sus usos terapéuticos.

Los sabios andalusíes destacaron especialmente en la astronomía y en la medicina. Muchas de sus obras se tradujeron al latín y circularon por la Europa cristiana, una circunstancia que molesta al legislador sevillano Ibn Abdun, cuando prescribe, en 1100, «que los libros de ciencia no se vendan a cristianos ni a judíos, porque después los traducen y se los atribuyen a los suyos y a sus obispos».

Ya comentamos que la biblioteca de Córdoba llegó a reunir, en tiempos de al-Hakam II, unos cuatrocientos mil volúmenes en los que se condensaba el saber del mundo antiguo.

En tiempos de Abd al-Rahman II, el rondeño Abbas ibn Firnas (¿?-887) utilizó las tablas astronómicas del Sinhind, de origen indio, y construyó la primera esfera armilar que permitió realizar cálculos y observaciones astronómicas. También introdujo la técnica de la talla del cristal y de la construcción de relojes anafóricos, una variante de la clepsidra griega.

Ibn Firnas, un tipo algo excéntrico, había instalado en un aposento abovedado de su casa un planetario que reproducía el cielo nocturno y representaba en él, mediante efectos especiales, el movimiento de los astros y las tormentas con rayos y truenos que al decir de su rival Mu’min ibn Said no eran sino sus propios cuescos.

Ibn Firnas inventó un aparato volador movido a tracción humana, un ensamblaje de madera, seda y plumas con el que se lanzó desde una torre y se dio una notable costalada: «Quiso aventajar al grifo en su vuelo y solo llevaba en su cuerpo las plumas de un buitre viejo», comentó sarcásticamente Mu’min ibn Said.

Los cristianos visitantes de al-Andalus no dejaban de admirar las invenciones de sus vecinos del sur, desde el papel (ellos solo conocían el pergamino) a la brújula, pasando por los autómatas mecánicos y las cifras, especialmente el cero.

El embajador y científico Yayya ibn Gazal (¿?-864) introdujo las tablas astronómicas del persa al-Juwarizmi, que supera los conocimientos astronómicos de su época. Abu Ubayda describió la esfera terrestre. El madrileño Maslama tradujo al árabe la obra de Tolomeo y describió el astrolabio plano, aparato de cálculo esencial para la observación astronómica.

En la época de taifas destacan hombres de ciencia como el cadí de Toledo Ibn Said (1029-1070) y Azarquiel (1029-1100), que idearon instrumentos astronómicos como las Tablas Toledanas, precedente de las Tablas Alfonsíes, y sistemas de cálculo más precisos, entre ellos un ecuatorio para mostrar el movimiento de los planetas y su posición relativa, lo que prefigura las ideas de Kepler.

El filósofo, astrónomo y matemático zaragozano Avempace (1070-1138) inicia el movimiento antitolemaico contrario a la consideración de la Tierra como centro del universo. Las nuevas ideas heliocéntricas (el sol centro del universo y los planetas girando en su órbita) maduran con Averroes y el judío Maimónides.

El cadí de Jaén Ibn Muad (¿?-1079) escribió el primer tratado de trigonometría esférica.

Entre los cartógrafos destacó el ceutí Idrisi (1100), que compuso una completa geografía descriptiva y un mapamundi que incorporaba coordenadas geográficas.

El botánico Abencenif (Ibn al-Wafid, 1007-1074) escribió un libro de agricultura que influye poderosamente en los tratados agrícolas posteriores. Este botánico experimentaba en aclimatación y fecundación artificial en la Huerta del Rey, a las afueras de Toledo.

Ibn al-Awwam (1175) escribió un exhaustivo tratado de agricultura que Campomanes editaría en el siglo XVIII para ilustración de los labriegos.

Los andalusíes destacaron en medicina y farmacopea. El médico personal del califa Hisam II, Ibn Yulyul, compuso una historia de la medicina que describe la sanidad de su tiempo. Había médicos subvencionados por la autoridad. La farmacia de palacio dispensaba medicamentos gratuitos a los necesitados.

Entre los cirujanos sobresale el cordobés Abulcasis, autor de una enciclopedia médica, Kitab al-tasrif, en la que describe técnicas quirúrgicas aprendidas en la India y en Persia.

Abhoeron Abenzoar (1092-1161), perteneciente a una dinastía de médicos, escribió el Taysir, manual de terapéutica y profilaxis, que, en su versión latina, se difundió por Europa.

El filósofo Averroes (1126-1198) destacó en las más variadas ciencias: astronomía, matemáticas o medicina. Sus comentarios a las obras de Aristóteles critican el sistema tolemaico. En su obra médica, recoge valiosas observaciones de patología, terapéutica e higiene.

El almeriense Ibn Jatima (¿?-1369) y el granadino Ibn al-Jatib (1313-1374) describieron la peste negra de 1348 y expusieron por vez primera la noción de contagio.

LA ENSEÑANZA

Los andalusíes que sabían escribir utilizaban el árabe clásico, que era la lengua oficial, pero en la calle se usaba un dialecto del árabe, con muchas palabras latinas y romances, y el dialecto romance. En los harenes de los sultanes y grandes señores abundaban las mujeres de origen cristiano que hablaban sus propias lenguas.

En las escuelas se usaba la lengua de la calle, aunque la enseñanza coránica acudía al árabe clásico, en el que está escrito el libro sagrado. Los alumnos hacían regalos a sus maestros en las fiestas religiosas, generalmente talegas de trigo o cebada.

El estudio de la literatura y de la preceptiva literaria eran esenciales para la poesía, una actividad muy practicada, junto con el canto y la música. Es posible que la poesía andalusí influyera en la provenzal trovadoresca.

Estas manifestaciones culturales tropezaban a menudo con el rigorismo de los teólogos y los alfaquíes (juristas, especialistas en derecho coránico), que las consideraban desviaciones de la recta senda.

Lo más parecido a una universidad actual era la escuela de la mezquita de Córdoba, donde se cursaban estudios superiores, especialmente de religión, leyes, gramática y caligrafía. Este curriculum convenía a los alumnos que pretendían ingresar en la administración. El célebre Almanzor ascendió en las oficinas palatinas gracias a su bella caligrafía. También se estudiaba geografía, astronomía y medicina.

La primera universidad del mundo, la de Bagdad, a mediados del siglo XI, fue imitada por el sultán de Granada Yusuf I en el siglo XIV. Entonces no existían las carreras tal como hoy las conocemos, sino acuerdos entre alumnos y profesores para cursar unas determinadas materias y obtener los conocimientos necesarios para ejercer una profesión.

La aparición del papel en el siglo X favoreció mucho los estudios y la transmisión de la cultura. Las industrias papeleras más importantes estaban en Játiva.