17. LA CIUDAD ISLÁMICA

Los musulmanes aspiraban vivir en ciudades. Aunque fueran nómadas del desierto, preferían asentarse en núcleos urbanos rodeados de cultivos, con un artesanado y un comercio activo. La llegada de los conquistadores islámicos a nuestra península revitalizó las decaídas ciudades, casi abandonadas por los godos después de la ruralización que acompañó al ocaso del Imperio romano, cuando las personas pudientes abandonaron los núcleos urbanos para vivir en el campo, en haciendas fortificadas (villae).

Vamos a visitar una ciudad musulmana, Arjona, la patria de Aben Alhamar, el fundador de la dinastía nazarí, para observar cómo viven sus habitantes. Nos servirá de guía Selim ibn Abarán, un moro culto y de buena familia[37].

Arjona, como muchas ciudades musulmanas, está emplazada en un cerro de fácil defensa, un antiguo oppidum ibero-romano. La meseta del cerro es hoy un alto mirador, la plaza de Santa María, con sus edificios de piedra, sus naranjos, sus cipreses, el remanso de los vientos de la campiña, el balcón del privilegiado paisaje desde el que se columbra, de un lado, la peña de Martos y el espinazo de dragón de los montes de Jabalcuz, y del otro las lejanías verdigrises de Sierra Morena.

Una ciudad medieval: Arjona, Jaén.

«Todo lo que ves —dice Selim, abarcando con el gesto a la ciudad— es la medina (al-madinat) o conjunto de barrios (harat) incluidos dentro del recinto amurallado en los que la gente se agrupa por razón de origen étnico o religioso (árabes, bereberes, judíos, mozárabes…).

»La muralla que circunda la medina dispone de cinco puertas denominadas con los nombres de las ciudades a las que sus caminos de dirigen: Andújar, Jaén, Martos y Córdoba y del Sol. De estas puertas parten las calles principales, más anchas y empedradas, que se dirigen a la alcazaba (al-qasaba), o a los zocos.

»—¿La alcazaba?

»Así llamamos al barrio alto de la ciudad, que ocupa la meseta natural del cerro y está rodeado por una fuerte muralla con sus torres y su antemuro. La alcazaba es la parte mejor defendida de la ciudad, su corazón y su cabeza, el centro donde reside el poder, las dependencias administrativas, las mansiones de la clase dominante, el cuartel de la guarnición militar. En las ciudades importantes, la alcazaba también encierra la alcaicería, con sus tiendas de lujo, armas, sedas y perfumes. El ámbito restringido de la alcazaba simboliza también la dominación de la mayoría por la minoría dirigente. La alcazaba aísla a la aristocracia en un espacio urbano propio que preserva su intimidad, como los barrios exclusivos de ciertas ciudades modernas. Dentro de la alcazaba distinguimos la mezquita mayor, las residencias de los potentados y el alcázar (qasr), residencia del gobernador y cuartel de la guarnición. El alcázar es un recinto más restringido, con sus propias murallas y torreones. También puede ejercer esta función una torre de gran porte, exenta (qal’a hurra).

»La alcazaba domina la ciudad y la protege de enemigos exteriores, pero, al propio tiempo, defiende a sus moradores, la clase privilegiada, de la posible rebelión de la clase sometida. La alcazaba nunca se construye aislada en medio de la ciudad, sino en un extremo de ella, con salida fácil al campo o al río para evitar su cerco en caso de sublevación popular.

»Supongamos que el enemigo asedia la ciudad, logra romper la muralla e invade sus calles y plazas. Aun así, con la ciudad saqueada y tomada, los habitantes de la alcazaba quedan a salvo, se parapetan detrás de sus murallas, más fuertes, más altas y mejor defendidas que las del recinto exterior, y pueden resistir indefinidamente. Al restringir el perímetro, la nueva línea resulta más fácil de defender»[38].

Descendemos de la alcazaba de Arjona y paseamos por la ciudad. Da la impresión de que la gente vive en la calle, unos porque acuden a sus obligaciones y otros porque merodean sin rumbo fijo buscando a conocidos con los que charlar. En las esquinas más céntricas, los desocupados organizan tertulias.

El zoco mayor (suq al-kebir) está cerca de la mezquita principal. En sus calles los artesanos se agrupan por especialidades: carpinteros, alfareros, tejedores, albardoneros, sastres, herbolarios, estereros, etc. Lo que podríamos denominar polígono industrial está en el centro de la ciudad, donde el taller de elaboración de un producto y el comercio en el que se vende se confunden, pero las industrias contaminantes, como tintorerías, herrerías y almazaras, se emplazan en las afueras.

Reparamos en que la ciudad carece de edificios administrativos. Tampoco tiene estatuto jurídico, ni planeamiento centralizado. El caserío crece a su aire, como el seto de un jardín que el jardinero experto apenas poda. Es un urbanismo caótico que respeta tan solo las normas que dicta el sentido común para comodidad de la colectividad. Las callejas retorcidas, aunque de noche tengan un aspecto torvo, tan oscuras, también protegen de los ardores del sol en tiempo caluroso y permiten que los transeúntes disfruten de una temperatura más benigna que en los espacios abiertos.

Abundan en este laberinto urbano los callejones ciegos o adarves (al-darb), que aíslan a sus moradores del bullicio; las corralas, o casas de vecinos alrededor de un patio, cuya puerta se cierra por las noches, y las correduelas o placitas interiores sin salida. También, como luego veremos, en el paseo, hay calles encubiertas, cerradas como un túnel por los voladizos de las casas.