4. EL MITO DE LA CONVICENCIA

MANUEL GONZÁLEZ JIMÉNEZ [81]

Las tres religiones, las tres culturas, los tres pueblos que convivieron en España durante la Edad Media mantuvieron entre ellos una relación desigual, presidida por el signo de la discriminación jurídica y, en ocasiones, por la intolerancia.

Una intolerancia que llevó a los almohades a expulsar o deportar de al-Andalus a mozárabes (cristianos) y judíos, y que llevaría a los cristianos, a punto de concluir la Edad Media o ya en plena época moderna, a expulsar a judíos y a moriscos.

Sorprende sobremanera que se ofrezca del pasado una imagen idílica y hasta maniquea, como si una de las dos Españas hubiese sido una excepción a la regla. Naturalmente que hubo convivencia, si se entiende la expresión en su sentido más elemental: vivir juntos pero no mezclados, y menos aún mezclados en pie de igualdad. La superioridad jurídica o la marginación social las marcaba la pertenencia a un determinado credo. De esta forma de vivir juntos se derivaron consecuencias positivas y se facilitaron las influencias culturales. Pero de ahí a señalar la sociedad medieval, la islámica principalmente, como un modelo de tolerancia hay un abismo. Se puede admitir que España —los reinos cristianos y al-Andalus— fue más tolerante que el resto del mundo europeo. Pero, en el fondo, la intolerancia se impuso sobre la tolerancia. Islam y cristianismo eran mundos absolutamente contrapuestos y excluyentes el uno respecto del otro. Y posiblemente no podía ser de otra manera. Cuando España expulsa a los judíos y obliga a convertirse al cristianismo a los mudéjares, en la Europa de los albores del siglo XVI estaba a punto de imponerse el principio, característico del mundo moderno, del uniformismo religioso. Y comenzaba la persecución de hugonotes en Francia, de católicos en Inglaterra y las guerras de religión alemanas. En una palabra: se estaba imponiendo en todas partes la más feroz de las intolerancias y sistemas de control de las conciencias. Desde la perspectiva del hombre occidental de hoy, la tolerancia, la convivencia pacífica y en pie de igualdad de todas las culturas, forma parte de nuestro sistema de valores. Por eso, hay que dar la bienvenida a cuantas iniciativas se produzcan para tratar que estos valores arraiguen y se consoliden. Pero desde la verdad, no desde la falsificación de la historia. Por ello, solo desde el voluntarismo o la ignorancia se puede entender el artículo 7 del título II de los Estatutos de la Fundación para las Tres Culturas, promocionada por el Reino de Marruecos y la Junta:

«La Fundación, partiendo del legado transmitido por la convivencia pacífica de las tres culturas y de las tres religiones monoteístas (islámica, judía y cristiana) del Mediterráneo en Andalucía, pretende el desarrollo de actividades e iniciativas para conseguir, teniendo como base la paz, el diálogo y la tolerancia […]».

Esa convivencia a la que se alude no fue tal, al menos durante todo el tiempo. Y, desde luego, habría que decir que al-Andalus no es Andalucía. Y, por supuesto, que esa tolerancia y convivencia de las tres culturas de que se habla no fue patrimonio exclusivo de unos o de otros, sino que se dio, con las limitaciones aludidas, en al-Andalus y en la España cristiana; en Andalucía y en Murcia, en Valencia y en Toledo, en Zaragoza y en Lisboa, y en todas las partes de España donde, no importa bajo qué bandera política ni credo predominante, se relacionaron y convivieron cristianos, moros y judíos en la Edad Media.

Conclusiones de la conferencia presentada en la Universidad Internacional de Andalucía.

MANUEL GONZÁLEZ JIMÉNEZ, El País,

miércoles 17 de octubre de 2001.