Tal como dijo Pero Grullo, las películas se hacen en la sala de montaje. Y sin embargo, ¿dónde están las montañas de libros que desentrañan esa fase decisiva de la producción? Hacer cine nos interesa a muchos, así que esos libros tendrían que estar al alcance de la mano. Pero el caso es que apenas existen. O, para ser más preciso, apenas existen en español. Por eso creo que es una buena noticia contar con la traducción de esta brillante reflexión sobre el montaje que lleva a cabo Walter Murch.
Verdaderamente, el montador que ha firmado la segunda y la tercera parte de El Padrino no necesita presentación. Cualquier cosa que haya escrito sobre su oficio parece interesante de antemano. Pero es cierto que el mejor profesional no tiene por qué ser el que mejor sabe transmitir su experiencia. Lo que en mi opinión multiplica el valor de este libro es que en el caso de Murch coinciden esas dos facetas de excelente profesional y de excelente comunicador.
En esta obra Murch reflexiona inteligente y luminosamente acerca del arte del montaje, con la calidez que da escribir desde la experiencia y no desde la teoría. En un epílogo añadido a la primera edición original, cuenta en primera persona la transición al montaje digital, preguntándose por todas sus implicaciones. Pero todo esto, que ya es mucho, no se queda ahí. Quizá lo mejor de su libro es algo que no está escrito pero que se transmite poderosamente entre lineas: el amor al oficio. Una emoción que muchos en este negocio del espectáculo conocemos bien, aunque solo sea porque nos hace la vida más alegre. Por supuesto, no nos pertenece en exclusiva. Conrad se refería a los marinos cuando hablaba de algo que va más allá de la mera pericia: «un inconfundible toque de amor y de orgullo». Más contundentemente, un personaje de Italo Calvino opina que lo más parecido a la felicidad es tener un trabajo que a uno le guste. Desde ese punto de vista, Murch tiene que ser un hombre bastante feliz. Es una suerte en muchos sentidos tener la oportunidad de escucharle.
José Luis López-Linares