Pero, en primer lugar, me gustaría detenerme un momento para subrayar el astronómico número de maneras en que las imágenes pueden ser combinadas en una película. Esto siempre ha sido así, no importa qué sistema de montaje se use: manual, mecánico o electrónico.
Si una escena se fotografía con solo dos planos —cada uno desde dos posiciones de cámara diferentes (digamos, A y B)— podemos elegir uno o el otro o una combinación de los dos. Luego disponemos de por lo menos cuatro formas de usar esas dos imágenes: A, B, A+B, B+A. Sin embargo, una vez que el número de planos se hace mucho mayor que dos —y un director puede rodar como término medio veinticinco planos por secuencia— el número de combinaciones posibles se hace rápidamente astronómico.
Hay una fórmula para esto:
C = (e x n!) - 1
«C» es el número mínimo de diferentes formas en que una escena puede ser unida utilizando «n», todos los planos que el director ha rodado para esa escena; «e» es el trascendental número 2.71828…, una de esas misteriosas constantes (como «pi») que uno puede recordar desde el instituto. Y el signo de exclamación que acompaña a «n» (¡el único caso en que las matemáticas se hacen emocionales!) representa a factorial, que significa que multiplicamos todos los números hasta llegar al número en cuestión (e incluyéndolo).
Por ejemplo, el factorial de 4 = 1 x 2 x 3 x 4 = 24. El factorial de 6 = 1 x 2 x 3 x 4 x 5 x 6 = 720, así que se puede ver que los resultados aumentan bastante rápido. El factorial de 25 es una cifra muy alta, algo como 15 cuatrillones: 15 seguido de 24 ceros. Multipliquemos eso por «e» y tendremos (aproximadamente) 40 seguido de 24 ceros. Menos uno.
De modo que una escena compuesta de solo veinticinco planos puede ser montada de aproximadamente 39.999.999.999.999.999.999.999.999 maneras diferentes. En kilómetros, esto representa veinticinco veces la circunferencia del universo visible.
Si tenemos cincuenta y nueve planos para una escena, lo que no es en absoluto inusual, ¡tendríamos potencialmente tantas versiones posibles de esa escena como partículas subatómicas hay en todo el universo! Algunas secuencias de acción que yo he montado han tenido más de 250 planos, así que nos podemos imaginar la clase de cifras implicadas: 88 seguido por una apretada plana de 91 ceros.
Ahora bien, la inmensa mayoría de estas versiones serían una completa basura. Como la vieja historia de un millón de chimpancés y un millón de máquinas de escribir, la mayor parte de lo que los chimpancés aporreasen en las máquinas no tendría ningún sentido. Por otra parte, incluso una cifra tan «pequeña» como 40 seguida de 24 ceros es tan descomunal que un minúsculo porcentaje de ella (las versiones potencialmente buenas) será todavía abrumadoramente grande. Si solo una versión de cada cuatrillón tiene sencido, eso todavía deja 40 millones de versiones posibles. Para una única escena. Y un largometraje de ficción tiene habitualmente cientos de escenas, que pueden ser (y a menudo son) ordenadas de modo diferente al que presentaba el guión original.
Así que el malestar en la boca del estómago de todo montador o montadora que comienza un proyecto se debe al reconocimiento —consciente o no— del inmenso número de elecciones a que se enfrenta. Las cifras son tan enormes que no hay ninguna posibilidad de convertir el montaje cinematográfico en una especie de juego de ajedrez automatizado, donde todas las diferentes opciones son evaluadas antes de hacer un movimiento. Pero el montaje digital, por encima de los tradicionales métodos mecánicos, ofrece más y más rápidas formas de enfrentarse con esas super astronómicas cifras.