La regla de seis

Lo primero que se aprende en una escuela de montaje es lo que voy a llamar la continuidad tridimensional. En el plano A, un hombre abre la puerta, avanza hasta la mitad de la habitación y entonces cortamos al siguiente plano, B, donde tomamos al hombre donde le habíamos dejado y seguimos acompañándole hasta que se sienta en su escritorio, por ejemplo.

Durante mucho tiempo, sobre todo en los primeros años del cine sonoro, esta era la regla. Uno estaba obligado a respetar la continuidad del espacio tridimensional, y violarlo se hubiera considerado como una falta de rigor o de habilidad[9]. Hacer saltar a la gente en el espacio simplemente no se hacía, salvo, quizá, en circunstancias extremas —batallas o terremotos— donde la acción era muy violenta.

En realidad yo coloco esa continuidad tridimensional al final de una lista de seis criterios sobre lo que hace que un corte sea bueno. En el primer lugar de la lista está la Emoción, lo último que se aprende en una escuela de cine, si es que se aprende, en gran parte porque es lo más difícil de definir y de manejar. ¿Cómo queremos que se sienta el espectador? Si durante toda la película se siente como nosotros queremos habremos hecho lo máximo que podemos hacer. Lo que al final recuerda el espectador no es el montaje, ni el trabajo de la cámara, ni la interpretación, ni siquiera el argumento, sino cómo se ha sentido.

Para mí, el corte ideal es el que de una vez satisface los siguientes seis criterios: 1) responde a la emoción del momento; 2) hace avanzar el argumento; 3) tiene lugar en un momento que desde el punto de vista del ritmo es interesante y adecuado; 4) tiene en cuenta lo que podría llamarse la «dirección de la mirada»: la preocupación por la situación y el movimiento del foco de interés del espectador dentro del cuadro; 5) respeta la gramática de las tres dimensiones convertidas en dos por la fotografía (las cuestiones del eje, etc.); y 6) respeta la continuidad tridimensional del espacio real (donde se sitúan las personas en un espacio y la relación de unas con otras).

1.

Emoción

51%

2.

Argumento

23%

3.

Ritmo

10%

4.

Dirección de la mirada

7%

5.

Plano bidimensional de la pantalla

5%

6.

Espacio tridimensional de la acción

4%

La emoción, en el primer lugar de la lista, es lo que debemos tratar de preservar cueste lo que cueste. Si encontramos que hay que sacrificar alguno de estos seis elementos al hacer un corte, vayamos haciéndolo a partir del último de la lista.

Por ejemplo, si estamos considerando una serie de posibles montajes para un momento particular de la película y descubrimos que hay un corte que produce la emoción adecuada y hace avanzar el argumento y es rítmicamente satisfactorio y respeta la dirección de la mirada y la bidimensionalidad, pero no mantiene la continuidad del espacio tridimensional, entonces, por supuesto, ese es el corte que deberíamos hacer. Si ninguno de los otros posibles montajes tiene la emoción adecuada, entonces vale la pena sacrificar la continuidad espacial.

Los valores que adjudico a cada elemento están puestos un poco en broma, pero, ¡atención!, no del todo. Advirtamos que los dos primeros de la lista (emoción y argumento) valen mucho más que los cuatro últimos (ritmo, dirección de la mirada, bidimensionalidad, continuidad espacial), y que el primero —emoción— vale más que los otros cinco juntos.

En realidad, hay una lado práctico en todo esto. Si la emoción es adecuada y el argumento avanza de un modo interesante, con un buen ritmo, el espectador tenderá a no darse cuenta o a no conceder importancia a los problemas de montaje concernientes a elementos de menor importancia como la dirección de la mirada, el eje, la continuidad espacial, etc. El principio general parece ser que cumplir con los criterios que están en los primeros puestos de la lista tiende a oscurecer los problemas relativos a los elementos de los últimos puestos, pero no viceversa. Por ejemplo, si el no 4 (la dirección de la mirada) funciona correctamente, el espectador no prestará tanta atención a un problema con el no 5 (el eje) mientras que si el no 5 es correcto pero no se respeta el no 4, el corte no resultará.

En la práctica, nos daremos cuenta de que los tres primeros elementos de la lista —emoción, argumento, ritmo— están estrechamente conectados. Las fuerzas que los mantienen unidos son como los vínculos entre protones y neutrones en el núcleo del átomo. Se trata, con mucha diferencia, de los vínculos más estrechos. Las fuerzas que conectan a los tres restantes van debilitándose según se desciende en la lista.

La mayoría de las veces seremos capaces de cumplir con los seis criterios a la vez: el espacio tridimensional, el plano bidimensicnal de la pantalla, la dirección de la mirada, el ritmo, el argumento y la emoción encajarán todos en su sitio. Por supuesto, siempre debemos tender a ello, si es posible. No nos permitamos menos del máximo que podemos alcanzar.

Lo que estoy sugiriendo es una lista de prioridades. Si no hay más remedio que renunciar a algo, no renunciemos a la emoción antes que al argumento. No renunciemos al argumento antes que al ritmo, no renunciemos al ritmo antes que a la dirección de la mirada, no a la dirección de la mirada antes que a la bidimensionalidad, y no a la bidimensionalidad antes que a la continuidad espacial.