Y para no seguir por menor cada caso particular, considero que ya advertís cuánta satisfacción proporciona por doquier el Amor Propio a todos y cada uno de los mortales. De él es casi igual su hermana la Adulación, pues el Amor Propio no consiste sino en que uno se lisonjee a sí mismo; si esto lo hace con otro, se tratará de la Adulación.
En el día ésta tiene bastante de infame, aunque ello ocurra sólo ante los ojos de quienes se pagan más de las palabras que de las cosas en sí. Consideran éstos que la Adulación no cuadra con la fidelidad, pero se aproximarían más a la verdad si se dieran cuenta del ejemplo de los animales. ¿Hay algo más adulador que un perro? Y, sin embargo, ¿quién más fiel? ¿Hay algo más simpático que una ardilla? ¿Y quién es más amiga del hombre que ella? No en verdad, a menos que se entienda que los crueles leones, los feroces tigres y los iracundos leopardos se avienen mejor con la condición humana.
Sin embargo, existe cierta especie de adulación que es absolutamente perniciosa; de ella se valen los pérfidos y los burlones para llevar a la ruina a los incautos. Sin embargo, mi estilo de adulación nace de la bondad y del candor del carácter y está mucho más cerca de la virtud que aquella su contraria, la cual es de grosera y torpe aspereza e inoportunidad, según dice Horacio[84].
Ésta levanta los ánimos abatidos, consuela a los tristes, estimula a quienes languidecen, despabila a los torpes, alivia a los enfermos, aplaca a los feroces, concilia afectos y, una vez formados, los mantiene. Presta aliciente a los niños para que estudien letras; alegra a los viejos; aconseja y enseña a los príncipes, sin ofensa, bajo la imagen de la alabanza. En suma, logra que cada uno se tenga a sí mismo en mayor aprecio y cariño, lo cual es, en verdad, parte fundamental de la felicidad.
¿Habrá cosa más complaciente que el rascarse mutuamente dos mulos? No hará, pues, falta que afirme que la adulación constituye gran parte de la elocuencia más celebrada; la mayor del arte médico y la máxima del poético; es, en fin, el almíbar y la sazón de todo trato humano.