Ahora hablaré de las ciencias. ¿Qué impulsa, sino la sed de gloria, al ingenio de los mortales a elaborar y cultivar para la posteridad disciplinas tenidas por tan excelsas?
Ciertos hombres estultísimos, sin duda, se creyeron pagados de tantas vigilias y tantos sudores con no sé qué fama, vana a más no poder. En contraste, vosotros debéis a la Estulticia ilustres deleites en la vida y, sobre todo, el supremo de disfrutar de la insensatez ajena.