Agradecimientos
Los mosaicos de Sarantium ha nacido a partir de, y ha sido parcialmente construida alrededor de, la tensión entre los muros y el espacio abierto surgida durante las últimas fases del mundo clásico. Para mi comprensión de esta dialéctica (y de la manera en que cambia), estoy en deuda con el magistral estudio Landscape and Memory de Simon Schama. Esta es también la obra que me dio a conocer al bisonte lituano y el simbolismo que lo envuelve, dando origen a mi zubir.
Las obras generales y particulares citadas en Los mosaicos de Sarantium también han echado el ancla en este segundo volumen, y Yeats sigue siendo uno de los espíritus que lo presiden, tanto en el epígrafe como en otros lugares.
Una vez llegado a este punto debería añadir la maravillosa The Helping Hand: Man and Wound in the Ancient World, de Guido Majno. Sobre Persia y su cultura, me fueron inmensamente útiles los libros de Richard N. Frye y Prudence Oliver Harper. Para lo referente a la mesa y los modales fui ayudado por el texto y comentario sobre Arquístrato de Wilkins y Hill, junto con obras de Andrew Dalby y Maguelonne Toussaint-Samat. Las actitudes ante lo sobrenatural son analizadas en libros de Gager, Kieckhefer y Flint, y en una recopilación de ensayos editada por Henry Maguire para el centro de investigación de Dumbarton Oaks en Washington, D. C. Dumbarton Oaks también me proporcionó traducciones de tratados militares bizantinos, ponencias presentadas en varios simposios y algunos artefactos altamente evocadores de su colección permanente.
A un nivel más personal, me he beneficiado en gran medida de las capacidades, amistad y dedicación de John Jarrold, John Douglas y Scott Sellers, y estoy en deuda con la concienzuda y comprensiva mirada de Catherine Marjoribanks, mi editora de galeradas para los dos volúmenes de esta obra. Jennifer Barclay de Westwood Creative Artists ha aportado inteligencia y un muy necesario sentido de la ironía a unas negociaciones crecientemente complejas con la lengua extranjera. Rex Kay, como siempre, ofreció unos lúcidos comentarios iniciales, especialmente (pero no sólo) sobre cuestiones médicas.
También quiero dejar constancia aquí de hasta qué punto he apreciado el estímulo y sostenido interés demostrados por Leonard y Alice Cohen a lo largo de lo que ahora ya son quince años. Andy Patton ha sido una fuente de ideas y apoyo durante todavía más tiempo, y en este caso estoy particularmente en deuda con él por las conversaciones sobre Rávena y la luz, y los distintos accesos (y trampas) que es preciso superar cuando un novelista trata las artes visuales.
Hay dos personas más que siguen estando en el centro de mi mundo, y por lo tanto de mi trabajo. Las sospechosas habituales, se podría decir, pero esa ligereza enmascararía la profundidad de lo que espero transmitir. Así pues, me limitaré a concluir nombrando a Sybil y Laura, mi madre y mi esposa.
Dando vueltas y más vueltas en un giro cada vez más amplio…