El cineclub de la facultad sería ideal si no fuera por los bodrios de películas que suelen proyectar. Por una vez, los organizadores acertaron, seleccionando una película francesa de espías que, aunque fue de ésas de la nouvelle vague, para «listos», en blanco y negro, con subtítulos y mucho arte y ensayo, hizo que todos salieran bastante satisfechos.
El caso fue que a la salida los espectadores comentaban entre bromas que al terminar la carrera ya sabían qué master iban a hacer: ¡el de agente secreto!
La que realmente salió fascinada fue Yvonne, y es que no cabe duda de que ella es bastante más leída y viajada que el resto de sus amigos. Como gran cinéfila, más que hacer bromas sobre la película que habían visto, le apetecía discutir en plan cinefórum sobre encuadres, claroscuros o interpretación. Desgraciadamente, el único interlocutor que encontró dispuesto para tal menester fue el fantasmón de Borja que, gracias a su nivelón, suponía que podría estar a la altura de las circunstancias requeridas por la musa de todos.
—¡Vi-sio-na-ria! ¡Vi-sio-na-ria, la pe-lí-cu-la! —le decía el muy cretino a Yvonne.
—Como te descuides un pelo, este pringao te va a robar plano con Yvonne. Y si no, ya verás —le cuchicheó Iñaki a su amigo Alberto.
El caso es que al final se quedaron Alberto, Iñaki e Yvonne junto a Borja y su amigo Yago. No es que fuera el quinteto más deseado, pero para tomar una cerveza podía pasar.
Una vez en el pub, Alberto e Iñaki no tardaron en ponerse de los nervios con la cháchara de los dos repelentes y la estúpida conversación que se traían.
—No me puedo creer que Yvonne no se dé cuenta de lo pánfilos que son estos dos —le decía por lo bajo Alberto a Iñaki.
—Casi mejor nos vamos a dar una vuelta —propuso Iñaki.
Alberto y su amigo dijeron a los otros tres que iban un momento a por tabaco.
—Por Snoopy, a ver si me puedes hacer el favor de traerme un paquete de cigarrillos ingleses de los que fumo, y por si en la tienda no los tuvieran, llévate mi Motorola, que con el de Borja nos quedamos conectados —le pidió Yago.
Al marcharse Alberto e Iñaki, Yvonne se les quedó mirando con ganas de acompañarlos.
—Volvemos en un instante —dijo Alberto dándoselas de Belmondo.
No tendrían que andar mucho para toparse con un curioso misterio. Mientras los dos amigos caminaban lamentándose de su suerte, se quedaron mirando el centro de la plaza. Allí en el suelo, entre las baldosas normales, había diecinueve baldosas hexagonales que todas juntas formaban un gran hexágono de tres baldosas por lado. Cada una tenía una letra y un número aunque los números estaban medio borrados de tanto pisarlos.
Alberto se quedó mirando a su compañero de penas y le dijo:
—Vamos a llamar a Yvonne a ver qué le parece este juego, y a ver si con esto no nos la buitrean esos dos. Como esto parece algún mensaje en clave, sin duda a Yvonne le va a encantar.
La idea de Alberto funcionó a la perfección, y tras rescatar a su amada vía Motorola, ésta y Borja comenzaron a apuntar las informaciones que iba dictando Alberto. Este continuó observando y descubrió que al lado del hexágono había un cuadrado compuesto de otros nueve cuadrados más pequeños, con un número en cada uno de ellos. Alberto volvió a transmitir la información por el teléfono portátil. Era evidente que estaban ganando la partida a los dos pijos y su aburrida conversación sobre cine.
—¡Más despacio, que no doy abasto! —le solicitaba Yvonne a través del auricular, mostrándose muy animada por el enigma.
Mientras se desarrollaba la comunicación, Alberto avanzaba en sus descubrimientos, dándose cuenta de que la suma de los números del cuadrado, en diagonal, horizontal y vertical era siempre quince.
Borja, en la «base», no paraba de anotar las informaciones que le enviaban sus dos rivales en amor. Desde luego, no le quedaba ahora más remedio que resolver el problema. La última que estaba apuntando se trataba de que Iñaki había descubierto que el hexágono sumaba treinta y ocho en cualquier dirección. Sin lugar a dudas, era un mensaje en clave. La información estaba ya transmitida y ahora, si Borja y Yago querían salvar la cara delante de Yvonne, tendrían que afrontar el reto. Cuando supieran la colocación que tenían los números, podrían saber el orden en el que colocar las letras. Otra pista: el mensaje oculto no era otra cosa que el lema de la ciudad.
¿CUÁL ES ESTE MENSAJE?
Desde luego, cuando al cabo de un buen rato regresaron Alberto e Iñaki, no pudieron contener la risa al ver a los dos pijos echando humo por la cabeza y colorados del infructuoso esfuerzo por resolver el enigma.