Las aventuras que habían pasado nuestros amigos en la excursión fueron más allá de lo previsto. Esto propició una serie de malentendidos que tuvieron como consecuencia varias regañinas. Alberto estaba especialmente enfadado, y no parecía muy dispuesto a olvidar lo ocurrido. Una vez montada la tienda, y después de cenar un sabroso «revuelto de tres latas», pasaron a organizar una velada frente al fuego. Allí, sentados los seis, podrían pasar un buen rato contando chistes e historias, o cantando las típicas canciones de campamento. Desde luego, aunque la idea era buena, no parecía la más apropiada para solucionar el enfado de Alberto, y es que hay por medio una cuestión que todos conocen: cuando Alberto anda enfadado, tarda su tiempo en que se le pase. Y para el que tuviera dudas, se las disipó el ver a Alberto junto con Borja y Yago recogiendo leña. Todo eran contestaciones cortantes y ganas de quedar el uno por encima de los demás.
Cuando llegó el momento de encender el fuego, no se ponían de acuerdo ni para coger las cerillas. El resto de los compañeros que tenían que sentarse con Alberto, Borja y Yago hablaron entre ellos, y mucho más razonables, acordaron sentarse alternados con nuestros enfadados excursionistas para ver si así acababa el mal rollo.
La velada no tenía pinta de ser demasiado divertida. Cuando el fuego empezó a crepitar, los dos grupos quedaron sentados según se ve en la figura.
En estas condiciones podía celebrarse la velada, aunque no se pudo evitar alguna que otra situación incómoda, como que tres amigos no se comunicaran directamente entre sí, sino que se limitaban a hablar exclusivamente con los otros. Por si todo esto fuera poco, Alberto, cuando está enfadado y no es el centro de atención, tiene la fea costumbre de ensimismarse. Así, mientras el resto de los muchachos disfrutaba contando chistes, Alberto permaneció callado y dibujando con un palito figuras en la tierra.
Alberto, en su pataleta, veía que la situación no tenía solución posible, y comenzó a pensar: «Si seguimos enfadados y hubiera fuego de campamento más días, me convendría saber si nos podremos sentar de otra forma, pero eso sí, sin estar juntos esos dos idiotas y yo».
Siguió jugando con el palito y, meditabundo, descubrió que, aun cambiando cada noche su disposición en torno al fuego, podría pasarse varios días aguantando el enfado. Si todo saliera como estaba pensando, no sería necesaria una reconciliación.
¿PARA CUÁNTOS DÍAS HABRÍA COMBINACIONES DISTINTAS SI NO QUIEREN ESTAR JUNTOS YAGO, BORJA Y ALBERTO?