22. Pánico ante los exámenes

EL JUEGO DE LA CHULETA

Se estaban acercando los primeros parciales y unos sudores fríos comenzaban a bajar por todas las espaldas tan sólo con pensar en ellos. En la clase de Alberto reinaba el desconcierto. Nadie había dado un palo al agua y algo había que inventar.

Los más ilustrados leían a Proust con la esperanza de hallar «el tiempo perdido». Los de la liga antitaurina «El torero muerto» experimentaban con una radio de galena, con la esperanza de lograr un dispositivo de transmisión para ocultarlo entre sus melenas y greñas.

«Demasiado cutres», pensó Alberto mientras se devanaba los sesos.

Yago, Borja y los demás del grupo de los «repelentes» intentaban algo parecido con sus nuevos Motorola, pero sin mucho éxito, ya que lo único que recibían eran las interferencias de una emisora de radioaficionados. «Por Snoopy, aquí hay algo que no va», se decía Borja sorprendido.

—¡Menudos piernas son éstos! —afirmó Alberto mientras veía llegar a su amigo Iñaki.

La verdad es que, salvo unos becarios peruanos que iban bastante por libre —como si su reino no fuera de este mundo—, el resto de alumnos se desesperaba tratando de desarrollar nuevos métodos de hacer trampa en los exámenes, pero esto ya no era el COU, y aquí se podía decir que los profes habían hecho la mili en África: se las sabían todas. Aquello se estaba convirtiendo en un formidable reto para la inteligencia, aunque tal y como se estaban poniendo las cosas casi merecía más la pena ponerse a estudiar en serio que trabajar tanto para no estudiar.

En el bareto de la facultad, mientras Emiliano desayunaba su café con torreznos y los plastas de la tuna daban la murga, se iba concentrando un grupillo alrededor de Alberto.

—¡Por si teníamos poco, encima los tunos dando la vara! —dijo Iñaki a los demás mientras estrujaba una lata de cerveza vacía.

Fue en esto que apareció Felixín er granaíno, y se sentó con el resto de contertulios.

—¡Yo me niego a hincar los codos! —afirmó con la máxima decisión.

—Pues te vemos en los finales —le respondieron los demás.

Felixín les comentó con los ojos brillantes por la idea que acababa de tener:

—¡Ya lo tengo! Vamos a hacer las chuletas en clave, como cuando estábamos en el instituto.

—Me vas a tener que explicar eso —le respondió Alberto.

Felixín contó a sus amigos el viejo sistema. Consistía en poner las letras de la palabra que hacía de respuesta a la pregunta formulada, mezcladas de tal forma que si cayera en manos del profesor no supiera de qué iba el rollo. A Iñaki le pareció un buen método, aunque apuntó que la chuleta debería seguir un criterio, porque de lo contrario no se aclararían entre ellos. Alberto propuso practicar el sistema durante el resto de la tarde para perfeccionarlo, y puesto que no tenían nada mejor que hacer, se dispusieron a ello. Alberto escribió tres claves y formuló las siguientes preguntas:

  1. ¿QUÉ FRANCÉS MURIÓ EN 1821?
  2. ¿CÓMO SE LLAMABA EL ASTRÓLOGO Y MÉDICO CUYAS PROFECÍAS PARECE QUE SE VAN CUMPLIENDO?
  3. ¿QUIÉN PINTÓ UN CURIOSO CUADRO CONOCIDO COMO LOS RELOJES?

Iñaki desveló enseguida las claves. Sin embargo, el primer examen que tenían era de física cuántica, y a todos les pareció un poco difícil aplicar estas claves.