19. ¿Quién tendrá mejor puntería?

EL JUEGO DE LOS DARDOS

Cerca de la facultad de Alberto hay un pub inglés, pero que muy inglés, tanto que parece un trozo de tierra británica trasladado a España. Naturalmente, el lugar tiene todo lo que debe tener, desde camareros ataviados con chalecos escoceses, a cervezas de todos los tipos, decoración típica y, lógicamente, los juegos de salón con los que los hijos de Gran Bretaña pasan las tardes desde hace decenas y decenas de años.

Una tarde, a la salida de clase, Borja andaba comentando lo agradable que era el mencionado local.

—Me recuerda mis veraneos en Irlanda e Inglaterra, cuando acudía a esos colegios tan selectos y carísimos gracias a los cuales disfruto de mi elevado dominio del inglés. Además, por si fuera poco, hasta se organizan competiciones para ver quién es capaz de beber más pintas de cerveza Guinness —añadió el repelente con aires de superioridad.

Iñaki se quedó con la copla de lo de la competición, mientras Alberto pensaba en marcarse un detalle de originalidad con el que deslumbrar a su amada Yvonne. El caso fue que cuando la muchacha salió de su clase, los dos amigos la esperaban con la propuesta de irse a tomar unas pintas.

—Pues me parece bien la idea, porque en mi Bruselas natal acudía mucho a un sitio así para jugar a los dardos —respondió entusiasmada.

Ni Alberto ni Iñaki habían jugado en su vida a los dardos, pero por el simple hecho de estar acompañados por su musa ya merecía la pena el intento.

Cuando llegaron al lugar, descubrieron que el sitio, aunque algo cutrón, bien merecía una visita.

—Creo que para dar más emoción al juego podríamos dar un premio al que tenga mejor puntería —dijo Alberto con una media sonrisa de travieso, para luego añadir—: ¿Qué os parece si el campeón se gana tres pintas de cerveza?

Iñaki dijo que sí inmediatamente, ya que sin lugar a dudas esto haría que aumentara la concentración y el interés por el juego.

Después de pedir la caja de dardos a Stuart (el inglés borrachín y pelirrojo dueño del establecimiento), Alberto los contó. Había seis para cada uno.

Los tres muchachos los observaron atentamente e hicieron algunas pruebas de entrenamiento.

Como iban a jugar en un sitio cerrado, no habría riesgo de que los dardos se desviaran por el viento. Cuando los tres se sintieron preparados, se colocaron en posición y fueron tirando uno detrás de otro. Tras los momentos iniciales de tensión, los tres se quedaron mirando el resultado. Todos los dardos habían hecho impacto en la diana, y ahora tenían que clarificar quién sería el ganador.

Alberto, satisfecho, dijo:

—Yo soy el que mejor puntería ha tenido, porque he dado en el centro de la diana.

Yvonne no andaba muy convencida de que fuera el asunto tan sencillo, por lo que añadió:

—Yo creo que debe ganar aquel que más puntos consiga, independientemente de que dé o no en el centro de la diana.

Iñaki, con los ojos abiertos como platos, se quedó mirando y concluyó:

—En ese caso me parece que cada uno se puede ir tomando tranquilamente su pinta, porque hemos sacado los tres los mismos puntos.

Antes de terminar la frase, Iñaki ya se disponía a apretarse el primer lingotazo de cerveza. Después de tragar y con los morros llenos de espuma, concluyó con satisfacción:

—Tengo que decir que mis dardos son, en conjunto, los que más alejados han quedado del exterior.

¿SE PODRÍA DECIR DÓNDE DIERON LOS DARDOS DE CADA UNO DE ELLOS?