Al lado de la facultad de Alberto hay unos grandes almacenes donde se vende todo tipo de artículos de consumo culturales. Posiblemente sea el lugar al que más le gusta ir a Alberto. En él puede pasarse ratos interminables contemplando las novedades literarias, los discos, todo tipo de publicaciones, vídeos y, en definitiva, todos los artículos de papelería «de diseño».
Alberto es un auténtico devorador de rotuladores, lápices y cuadernos. Enseguida que cae uno en sus manos comienza a llenarlos de bocetos, de textos que se le ocurren, o de juegos. Alberto es realmente un experto «cuadernero», de lo más exigente, que mira, remira y evalúa el material que compra.
El otro día tuvo que reponer sus existencias. A la salida de clase se encontró con Iñaki e Yvonne, y los tres juntos fueron a los grandes almacenes.
Cuando llegaron, los tres se separaron para contemplar los objetos que a cada uno más le llamaban la atención.
Yvonne, naturalmente, se dirigió al departamento de música, donde estaban los discos de jazz. Iñaki permaneció justo a la entrada, donde se encontraba una enorme estantería con todo tipo de publicaciones, y Alberto acudió directamente al mostrador de papelería y objetos de oficina en busca de cuadernos.
—¡Hey, chicos! ¿Qué os parece éste? —preguntaba Alberto, aunque los otros no le hacían ni caso—. ¿Y este otro de anillas?
Definitivamente, Alberto no parecía tener mucho público, pero se fue poniendo tan pesado que Yvonne e Iñaki terminaron por acercarse a él.
—¡Venga, Alberto, cómprate el que quieras y seguimos mirando discos y libros! —le pidió Yvonne.
—Pero si yo lo único que os pido es un consejo. ¿Qué os parece éste de espiral?
Iñaki e Yvonne le dijeron que consideraban que era el más idóneo, y ahí fue donde cometieron su error, ya que Alberto empezó a evaluarlo, con la consiguiente pérdida de tiempo.
—Mirad, tiene veinte centímetros de largo y una espiral que atraviesa el cuaderno por cuarenta agujeros. Me convence aunque, umm, no sé, no sé… —dijo Alberto apoyando su pulgar en la punta de la nariz.
A Iñaki se le ocurrió una idea. Puesto que era muy mañoso y le encantaban las construcciones de figuritas con alambre, cuando el cuaderno estuviera terminado podría encontrarle alguna utilidad:
—Yo que tú me compraba éste, y cuando se te gaste me lo das para utilizar el alambre. Ya conoces mi habilidad para fabricar colgantes y todo tipo de cosas, cuando me aburro en clase.
A Alberto le pareció acertada la idea, y añadió:
—Pues pensándolo bien obtendrías un trozo bastante largo al estirarlo. Date cuenta de que si sacamos la espiral, podría pasar justo por un círculo de cuatro centímetros de perímetro.
Yvonne afirmó:
—No creo que el alambre tenga mucho más de cincuenta centímetros de longitud.
—Los superará —dijo Alberto sonriendo con suficiencia.
Iñaki, que estaba mucho más interesado en los cálculos, expuso taxativamente:
—Pues yo creo que tienen que ser 40X4, o sea 160 centímetros exactamente.
Alberto volvió a observar el cuaderno de arriba abajo y concluyó:
—Pues me parece que tiene que ser más todavía, aunque has acertado en las centenas.
¿QUÉ LONGITUD TOTAL EN MILÍMETROS TIENE EL ALAMBRE DE LA ESPIRAL DE ESTE CUADERNO AL ESTIRARLO?