Alberto estaba en casa de Iñaki pasando la sobremesa de un sábado, cuando les cayó un marronazo inesperado. Los padres de Iñaki se proponían ir a visitar a unos parientes que hacía tiempo que no veían, y por aquello de quedar bien, sugirieron a Iñaki que les acompañara, cosa que a Iñaki no le hacía ninguna gracia. Este, a su vez, le sugirió a Alberto que no lo dejara solo, y como Alberto no parecía muy convencido, Iñaki le empezó a contar las excelencias que había en esa casa: que si una biblioteca muy grande, con muchos libros que curiosear; que si… Y además el primo menor de Iñaki era muy divertido, pero sobre todo algo retorcido. Alberto debió pensar finalmente que acompañando a Iñaki la tarde resultaría algo más soportable y, caramba, para eso están los amigos.
Una vez en la casa, reunidos todos en la biblioteca, Alberto, Iñaki y su primo menor sirvieron la merienda mientras los padres se dedicaban a hablar de sus cosas. Los tres chavales no prestaban demasiada atención a los asuntos de los mayores, puesto que se estaban poniendo morados con una tarta que les había sobrado de un cumpleaños muy reciente: el del primo de Iñaki.
Al cabo de un rato comenzaron a darse cuenta de cómo los mayores iban alzando el tono de voz. No le daban importancia, puesto que mientras quedara tarta tenían otras prioridades. El caso es que, a medida que los muchachos acababan el pastel, los mayores se iban acalorando más y más. La verdad es que aquello se parecía cada vez más a una jaula de grillos o a una terapia de grupo, pero sin director de terapia, que al salón de una casa con su estupenda biblioteca. La situación llegó a tal extremo que a los chavales no les quedó más remedio que interrogarse sobre qué tema era éste que podía levantar tantas pasiones.
Los tres prestaron atención y entendieron un poco lo que pasaba: los padres estaban hablando de política y de las futuras elecciones. Lo único que sabían Alberto e Iñaki sobre elecciones es que ellos pasaban bastante del tema y de votar. Sin embargo, los dos preguntaron al primo pequeño cuándo podría él hacerlo, dado que era bastante menor que ellos. Fue entonces cuando el primo hizo una mueca y les dijo:
—Anteayer tenía quince años, pero el año que viene podré votar en las elecciones porque ya tendré dieciocho.
Alberto e Iñaki se quedaron boquiabiertos. Le dijeron que eso no era posible, pero el primo insistía afirmativamente.
—No me puedo creer que si tenías quince años hace dos días, puedas llegar a tener dieciocho años tan pronto —dijo Iñaki con una gran seguridad.
Iñaki pensó que su primo les estaba tomando el pelo y le dijo que eso sólo era posible por arte de magia, pero que ellos eran mayores y ninguno de los dos iba a ser tan tonto como para creer que tuviera poderes mágicos.
El primo les sonrió con suficiencia y les dijo:
—La solución es muy simple, puesto que con los datos que os he dado podréis deducir fácilmente estas dos preguntas que os planteo. ¡Y os aseguro que me vais a dar la razón!
Alberto e Iñaki se pusieron a cavilar, aunque tardaron un buen rato en encontrar la solución. Y esto fue así porque las preguntas que les hizo el primo de Iñaki eran las siguientes: