5. A ver quién tiene razón

EL JUEGO DE LOS BARREÑOS

Alberto e Iñaki habían decidido quedar esa tarde para estudiar juntos y comentar de paso cómo se presentaba el curso. Puesto que todo iba a ser bastante relajado, a los dos les pareció que lo mejor era estar en casa de Alberto. Con ese equipazo de música que tiene y esa colección de vídeos, estaba claro que podían pasarse una tarde tranquila. Y lo más importante: sin gastarse un chavo. Por si esto fuera poco, Alberto dispone de un jardín en su casa, con dos hamacas bien sombreadas por unos árboles, en las que resulta un verdadero deleite estar tumbado, hablando de lo divino y humano, en compañía de un pequeño perrito que se llama Lucas y que siempre anda jugueteando por el jardín.

En esto andaban plácidamente los dos muchachos al final de la tarde, cuando de pronto escucharon la voz de la madre de Alberto.

—¡Sinvergüenzas, nos han cortado el agua otra vez! —gritó en estado de crispación.

Los dos chavales se miraron haciendo un gesto de complicidad como si el tema no fuera con ellos. La madre continuó profiriendo insultos contra la compañía del agua, la Junta Municipal y hasta contra el Gobierno de la nación.

—¡Con el calorazo que hace! ¡Seguro que hasta dentro de tres días no nos podemos ni duchar!

Definitivamente, el ataque de nervios de la madre estaba destrozando la plácida conversación que mantenían los dos amigos. Iñaki, sin saber muy bien por qué, tomó una hoja de apuntes y comenzó a fabricar un barquito de papel. Cuando lo estaba terminando les cayó el marronazo.

—¡Y vosotros dos, que estáis haciendo el zángano de colmena, ya podríais acercaros a la fuente a llenar de agua un par de barreños! —«sugirió» amablemente la madre de Alberto.

Los dos amigos abandonaron las hamacas sin demasiado convencimiento, especialmente Iñaki, que iba desafiando con la mirada a la madre de Alberto mientras se abanicaba con el barquito. Agarraron los dos barreños y se dirigieron con desidia hacia la fuente de la calle.

—¡Y no os olvidéis de llenarlos al máximo! —les increpó la madre mientras se marchaban.

Cuando volvieron cargados con los dos barreños el mal humor era la nota predominante. Los dejaron a la entrada de la casa y se lo comunicaron a la madre de Alberto. Fue en esto que Lucas aprovechó la ocasión para brincar hasta el barreño de Alberto y, una vez en el agua, quedarse inmóvil como si se tratara de un cadáver. A los dos muchachos les hizo gracia, e Iñaki dijo que si Alberto tenía a su perrito en el barreño, él no iba a ser menos, por lo que puso a navegar dentro del otro recipiente su barquito de papel. Los dos chavales se olvidaron de su mal humor inmediatamente.

El barreño de Alberto estaba ahora como el de Iñaki, con la diferencia de que en el de su amigo flotaba un ligero barquito de papel mientras que en el suyo lo hacia su perrito Lucas.

Para evitar que la madre de Alberto se llevara otro sofocón debido a las bromas que se traían los dos muchachos, decidieron llevarlos al extremo del jardín. El nuevo esfuerzo les pareció inmenso y comenzaron a discutir sobre cuál podía pesar más. Alberto afirmaba que el suyo, ya que además del agua hasta el borde, estaba Lucas. Iñaki por su parte decía que eso no tenía nada que ver, y que su barreño debía pesar, por lo menos, tanto como el de Alberto.

La discusión no llegó a ninguna conclusión y la abandonaron, pero…

¿SABRÍAS TÚ CUÁL DE LOS DOS BARREÑOS PESABA MÁS?