Año 877 D.C.
En un día despejado, en el mar Atlántico, un navío musulmán navegaba hacia la costa de Cádiz. A bordo de aquel navío iba la vikinga Run Ljungberg. En la proa la acompañaba el Gran Krig y el pirata Al-Thalajara, un intrépido pirata de origen musulmán que había surcado todos los ríos de África.
Al-Thalajara era un hombre de piel canela y melena negra y rizada. En su oreja derecha llevaba un pendiente. Era un hombre al que se le podía considerar apuesto. Al menos eso era lo que se podía decir a costa de su gran éxito con las mujeres.
En aquellos momentos de la travesía marítima, el pirata Al-Thalajara trataba de seducir a Run mientras conversaba con ella.
—En mi vida había visto mujer más bella que vos —dijo Al-Thalajara.
—Ese pelo rubio y esos ojos azules no son frecuentes en la tierra en la que yo vengo —añadió.
—Es una lástima que vayáis junto a ese hombre —dijo Al-Thalajara.
—¿Quién es? ¿Vuestro esposo? —preguntó.
—No… —respondió Run con una expresión avergonzada en su rostro.
—Es mi compañero —añadió.
—Entonces quizá tú y yo podamos disfrutar de este viaje —dijo Al-Thalajara haciendo aparecer una reluciente sonrisa por su boca.
Run al escuchar las palabras del apuesto pirata, sonrió mostrándose avergonzada. En aquel justo momento, empezó a caer un chorro sobre la cabeza del pirata. La vikinga sorprendida por la extraña aparición del inesperado chorro en un día despejado como era aquél, alzó su mirada quedando totalmente horrorizada por su procedencia.
—¿Qué ocurre? ¿Está lloviendo? —preguntó Al-Thalajara mostrándose confuso por ser él el único en recibir el chorro.
Finalmente, cuando el pirata vio el cambio de expresión en el rostro de Run, acabó por torcer el ceño mostrando una expresión llena de furia. Tal y como se temía, desde lo alto del mástil alguien le había meado encima. Aquél al que miraron los ojos del pirata, era Hakon, pero él ya no era el mismo niño que había conocido Run. Habían pasado doce años desde el día en que ambos se marcharon del reino de Rus de Kiev.
Ahora Hakon tenía veinte años y el cambio físico que había tenido era más que evidente. Hakon había crecido hasta llegar al metro ochenta y además había crecido también en músculos. En cuanto a su pelo ahora lo llevaba mucho más largo. Lo tenía tan largo que llevaba su melena peinada en una coleta que le llegaba a la espalda.
En su rostro sus facciones se habían endurecido creciendo su nariz y su mandíbula. No obstante, era un muchacho atractivo de mirada amable y sonrisa confiada. En relación a su vestimenta iba vestido con una coraza de cuero, pantalón largo y unas botas. En el cinto que llevaba alrededor de la cintura descansaba una espada larga.
Una vez que Hakon se meó sobre el pirata, se guardó su pene dentro de su pantalón y luego volvió caminando sobre el estrecho poste, el cual estaba situado a unos diez metros de altura.
—Miserable, ¿cómo has osado mearte sobre el gran Al-Thalajara? Te tiraré a los tiburones. Lo juro —dijo Al-Thalajara mostrándose furioso y avergonzado al mismo tiempo.
En reacción a la amenaza lanzada por el pirata, Hakon sonrió divertido mientras caminaba por encima de uno de los postes del mástil.
—Perdón, me estaba meando y no me apetecía bajar. Ya sabes, tiene mucho trabajo bajar para luego subir —se excusó Hakon en forma de burla.
En consecuencia de la penosa excusa de Hakon, Run soltó una risotada mostrándose divertida. Aquella carcajada de la hermosa vikinga no hizo más que enfurecer aún más al pirata. Si había algo que el pirata Al-Thalajara no soportaba, era que un hombre se atreviera a humillarle en presencia de una mujer.
—¿Encima osas reírte? —preguntó Al-Thalajara dirigiéndose a Hakon en voz en grito.
—Bajad aquí ahora mismo si sois hombre —le ordenó Al-Thalajara mientras desvainaba su espada.
En lo alto del mástil, Hakon sonrió divertido mostrándose muy despreocupado por el desafío del pirata.
—Juré que no mataría ningún musulmán en esta misión, pero si vos queréis… —dijo Hakon mientras desenvainaba lentamente la espada que llevaba a la cintura.
—Baja, aquí te espero. Dejaré que desciendas tranquilamente por el mástil, pero una vez en cubierta acabaré con tu vida —dijo Al-Thalajara.
—Te agradezco tu gesto, pero no necesito bajar por el mástil —respondió Hakon con una sonrisa despreocupada para sorpresa del pirata.
La respuesta de Hakon hizo que el pirata reaccionara confundido, pero acto seguido, Hakon lo sorprendió aún más. Para sorpresa del pirata, Hakon se fue corriendo por encima del poste y cuando estuvo justo encima de él, saltó empuñando su espada contra su cabeza.