CAPÍTULO 16: NI EN EL CIELO NI EL INFIERNO

Cómo si todo lo vivido hasta ese momento hubiera sido parte de un sueño, el cristiano Sir Loryan de Graves se despertó en otro lugar distinto del que había considerado su hogar durante los últimos años, York. En esos instantes un fuerte viento corrió en dirección noreste trayendo con él un frío que se te calaba en los huesos.

—¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? —preguntó Sir Loryan tiritando de frío y con su rostro confuso.

Ante los ojos del poderoso caballero se extendía una inmensidad helada que no dejaba ver más que torres de hielo y una espesa niebla. Poco después de que el caballero despertara, de entre la niebla apareció por allí el dios Loki.

—¿Dónde estoy?, ¿esto es el infierno? —preguntó Sir Loryan a Loki.

—Estás en un punto intermedio. Esto no es el infierno ni el paraíso. Éste es el reino de Niflheim, lo que un cristiano como tú llamaría el purgatorio. Las raíces del Yggdrasil han juzgado que éste es el lugar al que debes pertenecer. Has sido cruel pero también bondadoso. La decena de niños que matasteis como Styrmir Hardrade se ha compensado con tu labor como Sir Loryan protegiendo la vida de miles de personas —dijo Loki.

—La balanza está demasiado equilibrada… —añadió.

—Entiendo… —respondió Sir Loryan, meditando.

—¿Dónde está mi esposa Ann? —preguntó.

—El alma de vuestra esposa está en el paraíso como era natural —respondió Loki con una sonrisa divertida.

—Es verdad… —asintió Sir Loryan.

—¿Y dónde ha ido a parar Rúrik y Ragnar? —preguntó Sir Loryan, intrigado.

—Ambos han ido a Asgard —respondió Loki.

—Pero eso no es justo. Ellos también mataron a mucha gente —se quejó Sir Loryan.

—Pero no mataron a inocentes como tú. Tú fuiste un asesino. Ellos fueron guerreros que mataron a otros guerreros, así que fueron juzgados como tal —sentenció Loki.

La respuesta del dios Loki hizo que Sir Loryan apretara los puños de la rabia.

—¿Entonces me quedaré aquí por siempre? —preguntó Sir Loryan.

—Congelado por siempre —añadió.

—No, por eso he venido, Midgareño. Creo que es injusto que éste sea tu definitivo destino. Aunque hayáis cometido algunos pecados a lo largo de vuestra vida siempre os habéis caracterizado por ser un hombre que sigue las órdenes de otro hombre. Creo que simplemente habéis tenido la mala suerte de elegir al rey incorrecto —dijo Loki adoptando por su rostro una sonrisa maliciosa.

—¿Quién eres tú? —preguntó Sir Loryan.

—El diablo, Satán, Belcebú, Loki. Siempre me han dado muchos nombres…

—¿Y qué quieres de mí? —preguntó Sir Loryan.

—Quiero que luches en la guerra que está a punto de empezar y que lo hagas en mi bando… —respondió Loki.

—¿De qué guerra estás hablando? —preguntó Sir Loryan.

—Un día no muy lejano se desatará una guerra en la que dioses y demonios volverán a pelear por el control del universo. Yo lideraré el bando de los demonios y necesito guerreros fuertes en quién confiar.

—Esto debe de ser una broma… —dijo Sir Loryan con una sonrisa burlona.

—No lo es, amigo mío… —respondió Loki adoptando por su rostro una sonrisa maliciosa.

A causa de la forma en que el dios miró a Sir Loryan, éste último borró la expresión de su rostro para mostrar una mirada expectante.

—Si gano borraré del universo todas las injusticias que habitan y crearé un nuevo orden. No habrá más leyes ni más normas, así que alguien malvado cómo tú podrá vivir con su amada tras la muerte a pesar de haber cometido graves pecados. En ese mundo que crearé los dioses dejarán de existir —dijo Loki.

—¿Quieres dejar a un mundo sin dioses? —preguntó Sir Loryan con voz temblorosa y una expresión sorprendida en su rostro.

—Ése es mi sueño —respondió Sir Loryan.

—Entonces arrodíllate y júrame lealtad —sentenció Loki.

El caballero de la melena se inclinó con la rodilla derecha al frente. En ese instante, Loki creó una espada de sombras en su mano y acto seguido la depositó sobre el hombro del caballero.

—Sólo tienes que decir una frase y se producirá el cambio —dijo Loki.

—Repite, no creo en los dioses —añadió.

Las palabras que salieron de la boca de Loki entraron en la mente de Sir Loryan como una piedra en el agua. Sir Loryan ni siquiera dejó esperar un segundo para repetir la frase. Con los ojos bien abiertos, Sir Loryan dijo mirando fijamente el rostro de Loki.

—No creo en los dioses —repitió Sir Loryan.

La respuesta del caballero provocó una risa en Loki, quien acto seguido apostilló.

—Y que por ello desaparezcan todos ellos —sentenció.

Al terminar la frase, Loki clavó su espada de sombras en el hombro de Sir Loryan, dando inicio a un hechizo. De repente empezaron a surgir unas sombras del cuerpo del caballero cristiano. Aquellas sombras salían de todas las partes de su cuerpo y se extendían formando un tejido gelatinoso de color negro. A medida que dicho tejido iba creciendo, fue cubriendo cada parte de su cuerpo, empezando desde la punta de sus dedos hasta llegar a la coronilla de su cabeza.

Finalizada la transformación, Sir Loryan se mostró totalmente cambiado. Toda su indumentaria de caballero se había teñido de negro y ahora además parecía haber cobrado vida. Su yelmo de dos caras era ahora su rostro.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Loki.

—Poderoso —respondió Sir Loryan con voz metálica.

—Ya no eres Sir Loryan —dijo Loki.

—¿Y cuál es mi nombre ahora?

—Kaín… —respondió Loki.

—Ahora venid conmigo —le pidió Loki a medida que empezaba a alejarse de la presencia del caballero negro.

—Sí —asintió Kaín con voz metálica.

Acto seguido, el caballero negro empezó a seguir al dios Loki, pero entonces sin previo aviso, el reino de Niflheim empezó a temblar como si él mismo estuviera destruyendo. El temblor era tan fuerte que incluso las paredes de hielo se desquebrajaban y se derrumbaban haciendo sonar los estruendos tras la niebla. El responsable que producía tal temblor apareció poco después de entre la neblina. Era el dragón Nídhöggr, un gigantesco dragón con seis cabezas. Aquel dragón era el guardián del reino de Niflheim. Su obligación era la de asegurarse que nadie escapara de allí.

Cuando el dragón Nídhöggr apareció ante Loki y su caballero, las seis cabezas de éste rugieron con fiereza en gesto de un claro desafío. En respuesta del feroz dragón, Kaín dio un paso al frente desenvainando su espada de sombras para luchar contra él. Entonces, antes que el dragón llegara a ni siquiera escupir el fuego de su garganta, el caballero negro saltó sobre él cortando una de sus muchas cabezas.

—Giiiiiiiiiiiiiiiiaaaaaaaaa —rugió Nidhöggr por el dolor.

Debido al lamento que se escapó del dragón Nidhöggr, el dios Loki hizo aparecer una pérfida sonrisa por su rostro, observando como el dragón iba siendo descuartizado por la espada del caballero negro.