Al día siguiente de que Run y sus amigos hubieran visitado el bosque de Alguejob, ellos se encontraban montando guardia en una de las terrazas del palacio de Greyflow. En aquellos momentos, solo estaban Run, Hakon y el Gran Krig. La vikinga de los Ljungberg estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la barandilla de la terraza mientras que su discípulo estaba de pie junto a su perro.
Por la cabeza de Run pasaban toda clase de pensamientos en relación a la noche anterior.
—Es tan extraño lo que siento. No entiendo porque sentí esos celos. Pensaba que yo seguía enamorada de Thor, pero de algún modo, deseé que hubiera sido a mí a quién Glad dio aquel beso enfrente del árbol de Yggdrasil. Lo que siento no tiene ninguna lógica… —pensó Run compadeciéndose a sí misma.
Mientras la vikinga se hallaba distraída en sus pensamientos, hasta su espalda se acercó su discípulo mostrando por su rostro una sonrisa malévola.
—¡Aaaah! —gritó Hakon.
En reacción al grito de parte de Hakon, la vikinga de los Ljungberg se sobresaltó del susto de tal modo que estuvo a punto de caer de la barandilla.
—Idiota, ¿Por qué me das esos sustos? —se quejó Run a su discípulo con un ceño fruncido.
Pese la reprimenda de la vikinga al niño, Hakon rio divertido.
—Oaah —bostezó Hakon.
—Esto de hacer guardia es un muermo. Tengo que distraerme de alguna manera —dijo Hakon dirigiéndose a su maestra, con una sonrisa.
—¿Te parece esa una forma de distraerte? Casi me caigo por tu culpa —le recriminó Run.
Hakon rio de nuevo con los brazos detrás de la cabeza.
—¿Cuándo aparecerá el gigante? —preguntó Hakon.
—Ya me estoy cansando de esperar —añadió.
—No te quejes es nuestra tarea. Bien que te has estado hartando a comer, ¿no? Lo mínimo que puedes hacer por las hadas es ayudarlas con su problema —respondió Run adoptando por su rostro un ceño fruncido.
—Una cosa Run… —dijo Hakon.
—¿Qué? —preguntó Run con su mirada puesta en el horizonte.
—¿Por qué tú que eres una vampira que tiene poderes sobrenaturales llevas una espada y un arco para luchar y en cambio, yo que solo soy un niño no llevo ninguna arma encima para defenderme? —preguntó Hakon con el ceño fruncido.
—¿Qué pregunta es ésa? —preguntó Run tras soltar una carcajada.
En aquel ambiente de calma de repente fue cortada por culpa de un inesperado temblor. Aquel temblor trajo consigo un rugido feroz procedente de las alturas.
—¡Por Odín!, ¿Qué ocurre? —preguntó Run con gesto sorprendido.
En consecuencia de aquel estruendo, Glad y la hada blanca aparecieron por la terraza mostrándose preocupados por lo que estaba ocurriendo.
—¡Ya está aquí! —exclamó la hada blanca señalando con su dedo una gigantesca sombra que cubría sus cabezas.
Por detrás del palacio de Greyflow acababa de aparecer el gigante. El gigante tenía una forma humanoide, pero su rostro era el de un monstruo. En comparación con su tamaño, la vikinga y sus amigos parecían unos mosquitos. Justo después de que el gigante hiciera acto de presencia en la ciudad de Rivershine, Run desenvainó su nueva espada preparándose para el combate.
—¡Aquí estoy! —gritó Run preparándose para atacar.
En respuesta del desafío lanzado por la vikinga, el gigante gruñó furioso y a continuación levantó su mano para soltar un manotazo contra ella.
—¡Moveos! —gritó Glad, alertando a todo el grupo.
En aquel instante, el gigante dio un manotazo contra la cascada provocando que Run y sus amigos tuvieran que huir de allí para no morir aplastados. Antes de que la gigantesca mano llegara impactar sobre ellos, Glad agarró a Hakon y al Gran Krig para esquivar el golpe mientras que Run y la hada blanca huyeron por sí mismas.
Habiendo quedado media cascada hecha pedazos, Glad aprovechó que el gigante estaba despistado para lanzar un hechizo con su cetro del dragón contra él. Pese al enorme poder del elfo oscuro su hechizo no hizo ningún daño sobre el gigante.
—Maldita sea, si yo mismo estoy hechizado mi magia no vale para nada —se quejó Glad para sí mismo.
El hechizo lanzado por Glad lo único que hizo fue cabrear al peligroso gigante, quien acto seguido, salió corriendo para chutar al elfo oscuro por los aires. De la fuerza de aquella patada, Glad terminó cayendo en el interior de las aguas del río de la luz.
En pleno caos creado por la aparición del gigante en la ciudad de Rivershine, la hada blanca llamó a todas las hadas de la ciudad. Con el llamamiento de la hada reina, una multitud de hadas salieron volando contra el gigante armadas con los tallos de unas flores.
Al mismo tiempo que las hadas trataban de incordiar al gigante, éste último iba persiguiendo a Run y Hakon por toda la ciudad. Por tal de librarse del gigante, ellos iban corriendo de lado a lado tratando de esquivar sus pies. Parecía imposible que Hakon todavía siguiera con vida, pero así ocurría.
—¡Corre Hakon! ¡Corre! —gritó Run mientras iba corriendo a una gran velocidad.
—¡Eso hago! —respondió Hakon a voz en grito y con el rostro desencajado por el miedo.
En la persecución del gigante detrás de Run y su discípulo, con cada paso que él daba por la ciudad de las hadas, torres enteras iban cayendo abajo convertidas en escombros. En pleno derrumbamiento de una de las torres, Run tuvo que regresar hacia atrás para sostener con sus manos una roca que iba a aplastar a Hakon. Una vez que detuvo la roca con sus manos, la lanzó un lado y se metió por entremedio de los pies del gigante para provocar que la persiguiera.
—Sígueme a mí. Gigante, tonto —gritó Run mientras pasaba por mitad de los dos pies.
El desafío de la vikinga hizo gruñir al gigante. Deseoso por atraparla, el gigante aumentó su carrera y empezó a pisar fuertemente tratando de pisar a la vikinga. En uno de aquellos intentos, Run lo aprovechó para saltar en su pierna y engancharse a él clavando su espada en la pierna derecha del gigante.
—Por Odín, es diez veces más grande que Vúmper —se quejó Run.
Enganchada al gigante, Run se volvió buscando con su mirada la ayuda de Glad.
—¡Glad, lánzale un hechizo! ¡Vamos! —gritó Run desde la pierna del gigante.
—¡No funciona! —gritó Glad con su cuerpo en el interior de las aguas de luz.
La respuesta del elfo oscuro hizo que Run se lamentara de su suerte, pero pese a ello, no se detuvo en su objetivo. Decidida por llegar hasta la cabeza del gigante, Run clavó su espada para iniciar una escalada. Por desgracia de la vikinga justo después de que clavara su espada, el gigante percibió su presencia y entonces empezó a dar patadas al aire por tal de conseguir librarse de ella.
Con la primera patada lanzada al aire, el cuerpo de Run fue lanzado con tanta fuerza que ella se vio forzada a soltar una mano de la pierna del gigante.
—¡Deja de hacer eso! —gritó Run.
Pese a las protestas, el gigante repitió la sacudida creando de nuevo serios problemas a la vikinga para seguir enganchada a dicha pierna. Finalmente en la cuarta sacudida Run salió disparada por los aires.
En aquel momento en que la vikinga volaba sin rumbo fijo producto de la sacudida del gigante, fue recogida en los aires de una pierna por la hada blanca.
—Ya te tengo —dijo la hada blanca dirigiéndose a Run.
—Gracias —farfulló Run con un suspiro de alivio.
—Llévame sobre su cabeza —pidió Run dirigiéndose a la hada blanca.
Aceptando la petición de la vikinga, la hada blanca ayudó a Run a volar por encima de la cabeza del gigante.
—Ya me estoy acostumbrando a la alturas —farfulló Run con una sonrisa confiada.
—Suéltame —le ordenó Run dirigiéndose a la hada blanca.
Tras la orden de la vikinga, la hada blanca la soltó desde lo alto donde Run fue cayendo empuñando su espada en un devastador ataque. Cuando la vikinga impactó con su espada en la cabeza del gigante, el monstruoso rostro del gigante se quebró acabando partido en dos mitades iguales. Para sorpresa de todos, detrás del monstruoso rostro que había mostrado en todo momento, apareció el rostro de un mediano de cabellos castaños y rizados. El nombre de aquel mediano era Mantequilla triste. Él era un granjero de Middelgreen.
—Au, au. Mi cara —se quejó el gigante con las manos en la cara.
El ataque de Run sobre el gigante le había roto la máscara que había llevado puesta y además de eso, le había hecho una cicatriz en su verdadera cara.
En el suelo de Rivershine, Run y sus amigos se reunieron, observando desde allí el inesperado aspecto de un gigante.
—¿Qué le ha pasado al gigante? ¿Llevaba una máscara? —preguntó Run con una sonrisa de incredulidad.
—No es un gigante. Es un mediano —respondió Glad con el ceño fruncido.
—¿Un mediano? ¿Cómo el antiguo dueño de mi espada? —preguntó Run.
—Pero su tamaño es el de un gigante. ¿No? —dijo Run mostrándose confusa.
—No, su tamaño es el normal —respondió Glad mostrándose muy enfadado.
—Debe de haber bebido de alguna pócima que rompe el hechizo con el que los visitantes de Rivershine empequeñecen —añadió.
Debido a las explicaciones del elfo oscuro a la vikinga, ella se llevó las manos a la barbilla en un gesto pensativo.
—Lo que no sabemos es porqué ha estado molestando a las hadas —dijo Run.
Mientras en el suelo Run y sus amigos continuaban parlamentando sobre el mediano, la hada blanca volaba cerca de su cara mostrándose muy irritada con él.
—¡Mantequilla triste! —gritó la hada blanca con su ceño fruncido.
—¿Cómo has podido hacer esto? —le reprochó la hada blanca.
—Por favor, no me mires a la cara. Siento mucha vergüenza que sepáis que soy yo quien ha hecho todo esto —suplicó Mantequilla triste tapándose la cara de la vergüenza.
—¿Por qué has sido tan malo con nosotras? ¿Qué mal te hemos hecho para que nos trates así? —preguntó la hada blanca dirigiéndose al mediano.
—Vosotras ninguno. Son esas esculturas —respondió Mantequilla triste, señalando a las esculturas de los varones con el pequeño dedo.
—Querría destruirlas porque ellos son hermosos y altos. No soportaba que vosotras los idolatrarais. No sabéis como uno se siente cuando es ignorado por quienes ama —añadió Mantequilla triste con el gesto cabizbajo.
En el suelo de Rivershine, cuando Run y sus amigos escucharon la respuesta, la población de hadas de Rivershine y la propia vikinga, reaccionaron con un «Ooooh» condescendiente en vistas de las explicaciones del celoso mediano.
—Ooooh —repitió Glad reaccionando muy enojado por la actitud de las hembras que ocupaban la ciudad.
La reacción del elfo oscuro fue toda la contraria a la que mostraron por las hembras de distinta raza.
—Menuda estupidez —se quejó Glad con gesto disgustado.
El mediano al ver como no había convencido al elfo oscuro con su lastimoso discurso, mostró una expresión de temor por su rostro, preocupado porqué palabras pudiera tener el brujo para él. Glad, dispuesto a dirigirse al enorme mediano que tenía ante sí, alzó su voz bien en alto para que pudiera oírlo.
—Eso no te excusa a destruir su ciudad. Cómo capitán del ejército de Windfield y uno de los guardianes del reino de Alfheim que soy, quedas detenido hasta ser juzgado frente a los dioses Vanir. En el reino del Alfheim todo aquél que comete una fechoría tiene que cumplir un castigo sin importar que el culpable se trate de un ser de la luz —sentenció Glad con una expresión severa y dura.
—Lo… lo siento —farfulló Mantequilla triste mostrándose afligido por su actitud.
Pasadas unas horas de que el mediano fuera descubierto, una quinta de elfos caballeros se presentó en Rivershine para esposar al travieso mediano y llevárselo hasta la prisión de Windfield junto a otros delincuentes. Los elfos no tuvieron ningún problema para llevarse al mediano ya que por aquel entonces el efecto de la pócima que había bebido ya había desaparecido de su organismo, así que había recuperado su tamaño normal.
Mientras los elfos se ocupaban del mediano, las hadas rodearon a Run y a sus amigos para darles las gracias.
—Gracias, gracias. Al fin hemos solucionado nuestro problema. Gracias a vosotros ya no tendremos que sufrir más las travesuras de ese mediano —agradeció la hada blanca mostrándose muy feliz por la ayuda recibida por parte de la vikinga.
—No ha sido nada —respondió Hakon.
—¿No ha sido nada? —preguntó Run con gesto sorprendido a su discípulo.
—Casi morimos aplastados… —añadió.
—Tienes razón —rio Hakon, avergonzado.
En medio de la conversación entre Run y su discípulo, la hada blanca se dirigió a un grupo de hadas.
—Chicas, ¿qué hacéis ahí paradas? traed la recompensa —ordenó la hada blanca.
Tras la orden de la hada blanca, cuatro hadas marcharon hacia el palacio de Greyflow del cual regresaron minutos después tirando de un carromato en el que estaba siendo transportado un huevo de tamaño de una vaca. Como era obvio debido al grandioso tamaño del huevo, a las hadas les costó bastante esfuerzo transportarlo hasta la vikinga y su séquito.
—¿Qué es eso? ¿Un huevo? —preguntó Hakon con gesto sorprendido.
—Sí, eso parece —respondió Run extrañada.
—Aquí tenéis un huevo de ave fénix. En Rivershine no pagamos con oro así que éste es el mejor presente que podíamos ofreceros por vuestra valentía. He de decir que no se encuentra muy fácilmente un huevo de estos —dijo la hada blanca.
—¿Hace cuánto tiempo que no veo un huevo de fénix? —farfulló Glad rascándose la barbilla con gesto pensativo.
—¿Un huevo de fénix?… —preguntó Hakon, extrañado.
—Más bien parece un huevo de dragón. Es enorme… —añadió.
—¿Y qué se supone que debemos hacer con eso? —preguntó Run con una expresión de incredulidad.
—Tiene un gran valor. No creo que encontréis muchos de estos por el reino de Midgard —dijo Glad con una expresión fría.
—En eso tienes razón —asintió Run con una media sonrisa.
Habiendo recibido el huevo como recompensa, entre Run y Hakon ataron el carromato a Ventisca para iniciar la marcha fuera de Rivershine.
—Muchas gracias por vuestra valentía siempre os estaremos agradecidas —dijo la hada blanca despidiéndose del elfo oscuro y sus acompañantes.
—Vuelve pronto —dijo la hada blanca dirigiéndose únicamente a Glad.
—Te estaré esperando —añadió la hada blanca entre risas.
—Sí —asintió Glad con sus mejillas sonrojadas.
Hakon rio divertido al ver el sonrojo en el elfo oscuro.
—Glad se ha puesto rojo —dijo Hakon entre risas.
Debido al comentario de Hakon, su maestra miró al brujo del Alfheim con un ceño fruncido mostrándose celosa. Cuando finalmente Run y sus amigos hubieron abandonado Rivershine, todos recuperaron su tamaño normal. En consecuencia de ello, Run recogió de un minúsculo carromato un huevo de tamaño común. Teniéndolo en su mano, la vikinga lo guardó dentro de una bolsa de piel, la cual se metió dentro del carcaj que llevaba en las espaldas.
Después de que la vikinga se hubiera guardado el huevo del fénix, Glad realizó una pregunta a sus amigos de camino por un prado verde de Middelgreen:
—¿Estáis listo para volver? —preguntó Glad.
—Sí, puedes estar seguro —asintió Run, decidida.
—¿Y dónde queréis aparecer? —preguntó Glad.
—Puedo aparecer en el bosque que desee del Midgard —añadió.
—Cerca de Rus de Kiev si es posible —respondió Run.
—Pero un momento, ¿no decías que habías acordado con tu padre esperaros en Copenhague? ¿Qué fue de aquella promesa? —preguntó Hakon con gesto confuso.
—Sí, lo sé, pero después de tantos viajes necesito volver a mi hogar y estar un tiempo tranquila —respondió Run tras una risilla infantil.
—Está bien, os llevaré hacia un bosque cercano a Rus de Kiev… —asintió Glad.
Una vez que Run y sus amigos hubieron acordado su próximo destino, el elfo oscuro llevó a Run y a su discípulo enfrente de un roble del reino del Alfheim, el cual utilizó para crear un pórtico con el reino de los humanos. A través de la corteza, Glad, Run, Hakon, el Gran Krig y Ventisca aparecieron en un bosque cubierto de una espesa cortina de nieve sobre el cual se alzaba un cielo nublado cubierto de nubes.
Allí, Hakon tomó la palabra.
—Vaya este modo de viajar no ha sido tan divertido como lo fue el otro —dijo Hakon entre risas.
—El Midgard —festejó Run al ver aquel cambio en la naturaleza.
—La tierra de los humanos —farfulló Run con gesto divertido.
—No es tan bonito como el reino de Alfheim, pero es nuestro hogar —añadió.
—Si, en esto tienes razón —asintió Hakon entre risas.
—Me alegro de que os alegréis por estar en vuestro reino —comentó Glad con una sonrisa amistosa.
—Aquí acaba mi compañía. Espero que os lo hayáis pasado bien por mi hogar. Ahora debo volver a Windfield para seguir ocupándome de mis responsabilidades. Tengo mucho trabajo que hacer —dijo Glad dirigiéndose a su grupo de amigos.
—Ha sido genial, Glad —respondió Run con una sonrisa.
—Yo ya estoy deseando volver —dijo Hakon, eufórico.
—Guaguagua —ladró el Gran Krig mientras movía la cola.
Ante la respuesta de la vikinga y de su discípulo, Glad sonrió divertido y luego dio media vuelta para abrir con su bastón de brujo un pórtico en la corteza de un árbol.
—Espero veros pronto —dijo Glad.
—Nosotros también a ti —respondió Run.
—Vuelve pronto —añadió Hakon.
—Guaguagua —ladró el Gran Krig mientras movía la cola.
Acto seguido, Glad se introdujo en el árbol y finalmente desapareció de aquel bosque del Midgard. Cuando se produjo la marcha del elfo oscuro, Run y su discípulo se quedaron como ausentes con unas expresiones tristes en sus caras.
—Qué pena… —dijo Run.
—Sí, ha sido una experiencia muy hermosa —asintió Hakon entre risas.
—Ha sido como ser parte de un cuento —añadió.
Después de que se produjera la marcha del elfo oscuro, la vikinga y su discípulo se montaron sobre Ventisca y marcharon en dirección al este.