En una de las cámaras del palacio de Copenhague, Ivar Lodbrok estaba encamado con su esposa Lady Nicoleta. Por aquel entonces, ella le acariciaba la barba con dulzura mientras le iba besando el cuello. Pese a las acciones de la hermosa joven con su esposo, él se mostraba impasible con un ceño fruncido en todo momento.
—¿Os ocurre algo, mi oso rojo? —preguntó Lady Nicoleta mostrándose intrigada.
Tras la pregunta de su esposa, Ivar se quedó en silencio con su mirada perdida.
—Durante mi viaje a la Britania recibí noticias sobre vos. Me dijeron que vos estabais teniendo relaciones con otro hombre —dijo Ivar con voz ronca.
En reacción a la acusación lanzada por Ivar Lodbrok, su esposa empezó a apartarse lentamente de él con temor de levantar su mirada y ver qué expresión mostraba su marido.
—Puedo entenderos. Sois joven y yo estaba lejos sin poder atenderos… —dijo Ivar continuando con su mirada fija sin mirar a su esposa.
Aquella comprensión en el jefe vikingo sorprendió a Lady Nicoleta, haciéndola ver menos asustada de lo que estaba. Tratando de ganárselo, la hermosa princesa acercó su boca al cuello de su marido mientras empezaba a acariciarle el pene.
—Mi oso rojo, no debéis de preocuparos. No existe una verga que desee tanto como la vuestra —susurró Lady Nicoleta.
—¿Quién es él?…
—Es Sigurd, ¿verdad? —preguntó Ivar sin mirarla.
En ese instante, a Lady Nicoleta se le heló la sangre debido al temor que sintió.
—¿Por qué decís tal cosa? ¿De dónde viene esa patraña? —preguntó Lady Nicoleta con voz temblorosa.
—¿Crees que soy tonto? ¿Crees que necesito que me digan las cosas para saberlas? —respondió Ivar a voz en grito y totalmente furioso.
—¿Qué? ¡Por todos los dioses! Eso no es cierto —respondió Lady Nicoleta adoptando por su rostro una expresión de espanto.
—¿Osas negarlo? —preguntó Ivar mostrándose todavía más furioso con su esposa.
—Os lo juro por lo más sagrado que quien os haya dicho eso os está mintiendo. Yo os amo a vos. Sólo a vos —respondió Lady Nicoleta entre lágrimas, desesperada por defenderse de las acusaciones.
Pese a los esfuerzos de Lady Nicoleta por parecer inocente, Ivar no aflojó su idea de señalarla como culpable de adulterio.
—Te has aprovechado de mi riqueza para vivir bien, pero esa buena vida ya se te acabó, muchacha. Pronto sabrás que castigo han tenido tus andanzas —sentenció Ivar para mayor llanto de su esposa.
Acto seguido, Ivar se dirigió desde su cama a un grupo de guardias que aguardaban fuera de la cámara.
—Guardias —ordenó Ivar.
Con el llamamiento del jefe vikingo, en la cámara interrumpieron una decena de guerreros armados con espadas y hachas.
—¡Os estáis equivocando! ¡Yo os amo! —gritó Lady Nicoleta dirigiéndose a su esposo, con lágrimas en los ojos.
De nuevo pese a las suplicas de su esposa, Ivar continuó manteniéndose frío sin dar marcha atrás en su decisión.
—Lleváosla de aquí y encerradla hasta nueva orden —ordenó Ivar dirigiéndose con autoridad a sus soldados.
Siguiendo la orden del jefe vikingo, acto seguido, los guardias apresaron a la bella joven en contra de su voluntad. Aquellas acciones en el interior de la cámara privada de Ivar Lodbrok produjeron una serie de gritos, los cuales alertaron a una de las criadas del castillo. La criada, preocupada por lo que acababa de suceder, trató de entrar en la habitación, pero al acercarse al pomo de la puerta, fue empujada hacia atrás por los guerreros de Ivar. Para la sorpresa de aquella criada, a continuación, Lady Nicoleta fue la siguiente en salir de la habitación arrastrada por los guardias del castillo.
—Misericordia, amado mío. Os pido misericordia —gritó Lady Nicoleta mientras era arrastrada fuera de la habitación.
La visualización de aquella escena dejó a la criada sin habla y con una expresión de desconcierto en el rostro. Todas las criadas del castillo conocían de la relación secreta que existía entre Sigurd y Lady Nicoleta. Por ello, supo que de inmediato debía trasmitir la noticia al príncipe Sigurd para evitar el grandísimo conflicto entre los hermanos.
Una vez que los soldados de Ivar Lodbrok hubieron desaparecido de su vista con la mujer infiel, la criada se marchó corriendo por uno de los pasillos del castillo para dirigirse en busca de Sigurd Lodbrok. Llegar hasta la cámara del hijo menor de Ragnar Lodbrok, le llevó a la criada un par de minutos. Cuando la criada finalmente llegó a su destino, entró en la cámara sin llamar a la puerta donde se encontró con Sigurd acompañado de su hermano Björn.
—¿Con qué derecho entráis en mis aposentos sin solicitar mi permiso? —preguntó Sigurd a la criada, con su ceño fruncido.
—Debería mandar azotaros por ello —añadió.
—Mi Lord… —farfulló la criada mientras trataba de recuperar el aliento.
La expresión de espanto que traía la criada en su rostro provocó que Björn se levantara de su asiento preocupado sobre qué noticias pudieran venir con ella.
—Tomaos un tiempo para recuperar el aliento. Sin duda vuestra efusiva entrada tiene su explicación —dijo Björn ofreciendo a ella su copa de hidromiel.
La educación con la que Björn se dirigió a la criada hizo que a Sigurd le entrara de repente un escalofrío. Mirando a la criada con los ojos bien abiertos, Sigurd le preguntó con voz temblorosa.
—¿Qué ha pasado?…
—Algo terrible, mi Lord… —respondió la criada.
—Los soldados de su hermano Ivar han retenido a su propia esposa. Su hermano piensa que vos habéis mancillado el honor de Lady Nicoleta —dijo la criada mostrándose muy nerviosa.
Sigurd y Björn tras escuchar la noticia recibida de parte de la criada, se miraron mutuamente reaccionando muy preocupados.
—¿Cuándo ha sido eso? —preguntó Björn a la criada.
—Ahora mismo, mi lord. El príncipe Sigurd debe huir cuanto antes. Ivar y sus soldados no tardarán en venir aquí —dijo la criada dirigiéndose a los dos hermanos.
—¿Yo?… —farfulló Sigurd con incredulidad.
—¿Huir de mi hogar y entregar Copenhague a mi hermano? —añadió.
Por unos segundos, Sigurd se quedó con la mirada perdida meditando sobre aquella opción hasta que finalmente su hermano Björn se dirigió a él.
—Ella tiene razón. Debéis huir. Es lo más sensato. Tú no tienes un ejército que te respalde —dijo Björn.
—¿Y qué puedo hacer? ¿Coger un caballo y cabalgar sin rumbo? —preguntó Sigurd dirigiéndose a su hermano, con una expresión de incredulidad.
Tras la pregunta realizada por Sigurd, Björn se quedó mirando a su hermano fijamente. Mientras aquellos dos hijos del difunto Ragnar Lodbrok trataban de encontrar una solución al grandioso problema que se le avecinaba a Sigurd, un tercer hijo, Ivar se dirigía por los pasillos hacia dicha cámara en compañía de sus soldados. Por aquel entonces, la idea de Ivar era la de capturar a su hermano Sigurd de igual modo que había hecho con su esposa infiel.
De camino a la cámara de su hermano menor, Ivar andaba con mucha dificultad. Por culpa de la enfermedad que sufría desde su nacimiento y que aquejaba sus huesos, él se veía obligado a cojear en demasía y a desplazarse de manera lenta. Cuando hubo transcurrido poco más de cinco minutos desde que Ivar abandonara la habitación que había compartido con su infiel esposa, se presentó en la cámara donde pensaba que estaría su hermano Sigurd. Allí se encontró únicamente con Björn, quien le recibió tratando de aparentar ser ignorante de los líos de faldas que existía entre Ivar y Sigurd.
—¿Qué ocurre, hermano? ¿Cuál es el problema que os alberga? —preguntó Björn.
—Miserable —dijo Ivar al no encontrar la presencia de su hermano Sigurd.
—¿Estáis buscando a alguien? —preguntó Björn, tratando de aparentar ingenuidad.
El comportamiento con el que Björn actuaba ante él provocó que Ivar gruñera de la rabia.
—¿Tú también crees que soy estúpido? —preguntó Ivar agarrando a su hermano Björn de la solapa de su jubón.
—No sé de qué estás hablando —respondió Björn con una expresión de terror.
—¿Dónde está Sigurd? —preguntó Ivar con una expresión de enojo.
—¿Nuestro hermano? —preguntó Björn con voz nerviosa.
—De repente ha salido corriendo —añadió.
—¿A dónde? —preguntó Ivar con los ojos encendidos.
—No lo sé, os lo juro. Yo no sé nada sobre los conflictos que tengáis vosotros dos. Yo vivo en Suecia —respondió Björn, tratando de convencer a su hermano.
En aquel instante, Ivar gruñó de nuevo y finalmente soltó la solapa del cuello de Björn.
—¿Queréis que vayamos tras su hermano, mi Lord? —preguntó uno de los soldados de Ivar Lodbrok al propio Ivar.
—Sí, que nos escape esa rata. Traedlo con vida. Quiero castigarlo como se merece —respondió Ivar con su mirada fija en los ojos de su hermano Björn.
Con la orden del jefe vikingo, los soldados se marcharon corriendo fuera de la habitación en busca del príncipe Sigurd. Al mismo tiempo que los soldados dejaban la cámara de Sigurd, Björn e Ivar fueron sorprendidos por la inesperada presencia de su madre, la reina Tara.
—Hijo… —farfulló Tara desde las espaldas de Ivar.
—¿Por qué tomáis vuestra furia contra vuestro hermano y no contra vuestra esposa?
—Puede que Sigurd lo haya hecho mal, pero sigue siendo vuestro hermano —dijo la reina Tara dirigiéndose a su hijo Ivar, con lágrimas en los ojos.
—Madre, la tomo contra los dos —respondió Ivar con un ceño fruncido.
—Ambos son culpables y que el amante de mi esposa haya sido mi propio hermano lo convierte en un agravante —sentenció Ivar.
Tras la sentencia de Ivar enfrente de su madre y su hermano, él abandonó la cámara dejando a ellos dos en soledad.
—Ayúdame, Björn. Salva a tu hermano —le suplicó Tara a su hijo Björn, con lágrimas en las mejillas.
—Sigurd ha mantenido relaciones sexuales con la esposa de Ivar. Él es culpable —respondió Björn con un ceño fruncido.
—Conozco a Ivar y sé que si él lo encuentra lo matará —añadió Tara.
Las lágrimas que caían por el rostro de la reina Tara hicieron que su hijo Björn torciera su mirada con una expresión de tristeza.
Durante las horas siguientes desde que se sucediera la huida de Sigurd de dicha cámara, los soldados de Ivar lo estuvieron buscando de manera incesante por toda la ciudad. En horas de la tarde, mientras que se llevaba a cabo la búsqueda del príncipe, en la plaza se reunieron los ciudadanos de Copenhague, sorprendidos por el inesperado acontecimiento que había preparado la casa real. De igual manera como ocurría cuando se celebraban los ahorcamientos, en la plaza se había colocado una pequeña grada en la cual se sentaban los nobles de la Casa Ynglings y otros personajes de gran importancia de la ciudad. El pueblo llano tenía que conformarse con mirar desde la barrera humana que formaban los guardias.
El objetivo de todas las miradas era una aterrada Lady Nicoleta. Ella permanecía de pie en el interior de un foso de una profundidad de tres metros donde cuatro lobos hambrientos se hallaban enjaulados a la espera de ser liberados. Por aquel entonces, la hermosa muchacha mostraba muy mal aspecto. Los soldados de la Casa Ynglings la habían abofeteado durante horas, así que tenía un ojo morado y el labio partido.
—Salvadme dios. Salvadme —farfulló Lady Nicoleta mirando al público que la rodeaba.
El pueblo de Copenhague estaba en contra de Lady Nicoleta. Ellos tenían al hijo mayor de Ragnar Lodbrok como un héroe, así que al conocer que la princesa estaba acusada de adulterio, le llovieron toda clase de insultos. Y no solo insultos. La tenían tanto odio que incluso la tiraban tomates desde detrás de los soldados.
Desde la grada que había sido instalada en uno de los lados de la plaza, Ivar observaba con una expresión indiferente a la mujer que había sido su mujer en los últimos meses. A la derecha de donde se sentaba el jefe vikingo, estaba sentada su madre, la reina Tara y a su izquierda estaba sentado su hermano Björn. Por aquel entonces, Björn tenía una expresión de angustia en su rostro.
—Os veo nervioso —dijo Ivar a su hermano Björn.
—¿Por qué decís es? —preguntó Björn a su hermano Ivar.
—Tengo a una mitad de mi ejército registrando Copenhague y a la otra registrando sus alrededores. A no ser que Sigurd pudiera escapar volando, lo atraparé —dijo Ivar a su hermano Björn.
Después que Ivar hiciera aquel comentario en referencia a su hermano pequeño, su hermano Björn tragó saliva manteniendo su mirada fija en el foso.
—¡Qué empiece el espectáculo! —ordenó Ivar dirigiéndose a los soldados que se ocupaban de las jaulas de los lobos.
En consecuencia de la orden del jefe vikingo, los soldados abrieron las jaulas permitiendo de tal modo que los lobos se escaparan de ellas. Cuando los lobos hubieron escapado de sus jaulas, ellos empezaron a acercarse lentamente hacia la aterrada princesa. Mientras los lobos iban acercándose la miraban con unos ojos azules sacando espuma por la boca.
En aquellos momentos, toda la plaza enmudeció al igual que lo hizo Lady Nicoleta. El propio Ivar miraba al foso con los ojos bien abiertos y el aliento entre cortado. Finalmente, uno de los lobos se abalanzó sobre la princesa iniciando una escalofriante escena. El lobo al lanzarse sobre Lady Nicoleta la mordió la mano quedándose enganchada a ella. Durante unos segundos, el lobo estuvo tirando de la mano con sus afilados colmillos hasta que al fin logró llevarse la mano entre sus colmillos.
En la grada, Björn y la reina Tara cerraron los ojos por tal de no quedar traumatizados por la sangrienta escena que producía en el foso. Ivar a diferencia de ellos continuó observando fijamente. Ante sus ojos, Ivar vio como los cuatro lobos devoraban el cuerpo de Lady Nicoleta dejando únicamente algunos pedazos sobre un charco de sangre.
Habiendo finalizado la vida de la princesa, Ivar se levantó de su asiento de la grada y luego marchó con una expresión dura en el rostro. A medida que el jefe vikingo caminaba fuera de la grada, Björn se lo quedó mirando una expresión de preocupación.
Tres días después…
En una mañana nublada, Björn se hallaba en el puerto de Copenhague siendo acompañado por su hermano Ivar, su madre Tara y todo su séquito. Enfrente de ellos estaba el navío de Björn a la espera de que el señor de Suecia se despidiera de sus parientes afincados en Dinamarca.
—Madre, agradezco vuestro trato en el castillo. Por un momento pensé que estaba en Suecia —dijo Björn a la reina Tara.
—Volved pronto, hijo mío —respondió la reina a su hijo.
Tras aquellas palabras, madre e hijo se abrazaron y se besaron las mejillas para despedirse. Una vez que Björn se hubo separado de su madre, Björn volvió su mirada para dirigirse a su hermano Ivar.
—Cuidaos hermano —dijo Ivar a su hermano Björn mirándole con una expresión seria.
—Gracias —asintió Björn.
—Lo siento por lo de nuestro hermano. De verdad que lo que ha hecho Sigurd no tiene el perdón de los dioses —añadió.
—Hermano —asintió Ivar abrazándose a su hermano.
Habiéndose despedido también de su hermano, Björn subió al navío que le esperaba para llevarle de regreso a Suecia.
Media hora después cuando el navío el navío en el que viaja Björn ya navegaba lejos de la costa, el propio Björn recorrió parte de la cubierta de su navío hasta detenerse delante de un barril de pescado.
—Ya podéis salir, hermano —dijo Björn al barril.
De repente, los pescados que llenaban el barril empezaron a rebosar de éste haciendo aparecer de allí a un Sigurd Lodbrok cubierto de peces.
—Espero que te guste Suecia. Vas a estar un largo tiempo por allí —dijo Björn a su hermano Sigurd.