Enfrente de Loki se alzaba una imponente pared de hielo. Aquélla no era una pared cualquiera. En dicha pared se hallaba prisionera el alma del dios Méhlav, uno de los dos dioses creadores de los nueve reinos del Yggdrasil.
El dios Méhlav fue concebido junto a su hermano el dios Yahvé por el caos inicial que también creó el universo. La gran explosión creó ambos hermanos quienes pasaron a vivir solos en una tierra infinita donde tenían todo. Asgard. Cada día los dos hermanos se peleaban entre ellos, pero al final de cada disputa siempre acababan haciendo las paces y volvían a ser amigos. Un día en el que Yahvé no le apetecía jugar con su hermano, éste creó por diversión un mundo llamado Alfheim al cual lo llenó de vegetación y en el que puso en él toda clase de criaturas mágicas y bondadosas. Aquellos seres por la propia magia que poseían de por sí siempre actuaban de forma bondadosa sin importar como fuese su situación. Ellos nunca pecaban. Con el tiempo Yahvé se aburrió de observar aquel mundo así que creó otros seres capaces de obrar mal o bien según su propio pensamiento. Los humanos. Yahvé creó a los humanos a su gracia y semejanza, y para que pudieran vivir libres de los seres de la luz les dio su propio mundo donde vivir, el Midgard.
El tiempo fue pasando y al igual que fueron creciendo los dos hermanos, el Midgard fue floreciendo como un lugar paradisiaco donde los humanos eran felices pese a sus problemas. Los humanos eran tan entretenidos para Yahvé que él pasaba todo el día observándolos. Por ello dejó de tener tiempo para su hermano, Méhlav quién quedó solo y olvidado. Méhlav, lleno de ira por el trato que recibía de su hermano, decidió crear también sus propios mundos en los que depositó toda su rabia y odio contra los humanos y todo lo que representaba su hermano. Cuando los seres de los mundos de Méhlav se hicieron adultos marcharon con él al Midgard para hacerse los dueños de todo. Afortunadamente para los humanos y los elfos, Yahvé se negó a dar su obra a su hermano y decidió ir a la guerra.
Acompañado por los ángeles, las almas que llegaban a Asgard, Yahvé se lanzó en una cruenta batalla. Aquella batalla significó la muerte del dios Yahvé, pero también la salvación para todos los humanos. Por el bando de la luz después de que sucediera la muerte de Yahvé, surgieron otros dioses benévolos que pasaron a disputarse el control de Asgard, el cual acabó en posesión de la familia de los Aesirs.
Los seres creados por Méhlav, los demonios, fueron expulsados del Midgard y encerrados en la tierra de donde procedían, un lejano mundo al que llamó Infierno. En relación al destino de Méhlav, él acabó convertido para toda la eternidad en una pared que se hallaba situada en el rincón más profundo del reino de Jotunheim, hogar de los gigantes de hielo. El lugar por el que entonces se hallaba Loki. Como bien sospechaba Freya del hijo adoptivo del dios Odín, no estaba tramando nada bueno. Loki se había convertido en un lacayo del dios Méhlav. Periódicamente se presentaba ante la tumba de Méhlav para recibir órdenes.
Loki tenía el aspecto de un adolescente de unos dieciocho años. Era hermoso, de nariz picuda, con sonrisa confiada, y de cabellos pelirrojos acabados en punta. En cuanto a sus ropas, vestía una capa negra con un jubón rojo por dentro, y de cintura para abajo, calzón largo de color blanco, y botas de color marrón.
Enfrente de aquella colosal muro hielo era donde el dios Yahvé dormía sepultado desde hacía miles de eras. En aquellos momentos, Loki estaba arrodillado con gesto solemne.
—Señor, aquí me tenéis. Juré amaros por siempre y como dije aquí me hallo a vuestro lado. Pese a que muchos me consideran un dios de Asgard, lo cierto en todo eso es que no hay nada que odie más. Oh, Méhlav todo poderoso, padre de todos los demonios. Hoy me entrego a ti con toda mi cuerpo y alma —dijo Loki con su mirada baja como muestra de su sumisión.
—Por ello te pido una cosa… —añadió Loki mientras iba sacando de su bolsillo una daga.
En ese mismo instante, Loki clavó la daga contra el muro.
—¡Muere! —ordenó Loki al muro.
Acto seguido, Loki apuñaló al muro de nuevo. Hasta cuatro veces fueron las puñaladas que Loki le propinó al muro. En respuesta a la acción realizada por el dios Aesir, el reino de Jotunheim empezó a temblar resquebrajando parte del muro de hielo. De repente una grieta atravesó medio muro y en el lugar donde había sido clavada la daga empezó a surgir un chorro de sangre como un manantial rojo.
Loki al divisar aquel panorama sonrió divertido, mostrándose muy satisfecho de su acción.
—El ángel caído fracasó en su momento. Ahora yo soy el nuevo rey del infierno —sentenció Loki, marchando al final de sus palabras.
Habiendo abandonado el muro de hielo de Méhlav, el dios Loki viajó hasta el reino de Helheim, el infierno. Allí en el primer nivel del infierno se mantuvo esperando entre las rocas. El reino del Helheim estaba situado en un lugar tan profundo del universo que no se veía ni el sol ni la luna ni las estrellas. El infierno tenía forma de isla. Estaba separado por tierra por las aguas metálicas del mar de Nastrand, y separado por aire por una cortina de nubes negras y solidas de las cuales caía de tanto en tanto una lluvia acida.
Loki se había desplazado hasta la costa para recibir la llegada de los habitantes del infierno que venían en el navío. Los seres que habían sido condenados al infierno llegaban a bordo de una gigantesca barcaza hechas de uñas y que estaba capitaneada por un anciano gigante de larga melena blanca y cuerpo huesudo. En esta ocasión en el navío viajaba alguien que Loki llevaba tiempo esperando. Aquel ser no era otro que Minrha, la hechicera del reino del Svartalfheim y que recientemente había sido aniquilada por la vikinga Run Ljungberg.
Minrha tenía una mitad de humana, y otra mitad de trol. Su lado humano, la mitad izquierda de su cuerpo, mostraba a una mujer joven y hermosa, de melena lisa y morena, ojos azules, y labios gruesos. En relación a su cuerpo tenía una figura voluptuosa, de pechos generosos, cintura de avispa, y piernas largas y redondeadas.
Su lado trol, la mitad derecha de su cuerpo, estaba cubierto por una capa de piel putrefacta de color rojizo. En aquel lado de trol, en vez de tener un brazo normal, tenía un brazo que era monstruosamente grande con largas garras. Entre las garras de aquel brazo sujetaba una vara con forma de medialuna.
En la parte derecha de su rostro, su ojo derecho era horripilantemente más grande y no tenía pupila. También tenía colmillos en la boca, y de la frente le salía un largo cuerno de u metro de largo. En cuanto a las ropas que vestía, la hija del trol iba muy escotada. Vestía una prenda semejante a un bikini morado, acompañado con una larga capa y unas botas de tacón que le cubrían hasta la altura de medio muslo.
Una vez que aquel barco atracó en la costa, los demonios guardianes condujeron a Minrha hasta el dios del engaño quién la recibió con una reverencia.
—El infierno jamás ha tenido mayor honor de recibir a un nuevo habitante —dijo Loki con voz serpentina.
—¿El infierno? —preguntó Minrha, sorprendida.
—¿Estará aquí Vrycolato y su amado? Vrycolato seguro que estará aquí, pero Lucius no era tan malo. Solo seguía las órdenes de Vrycolato —farfulló Minrha para sí misma.
Pese a que era evidente que no se había dirigido a él, Loki respondió igualmente.
—Claro que no, mi Lady. Ellos al ser vampiros perdieron su alma, así que nunca llegarán a ningún lado. Al morir simplemente se convirtieron en la nada —respondió Loki.
—Es cierto… —asintió Minrha.
—¿Y cuál será mi castigo? —preguntó Minrha mostrándose expectante.
—No temáis. Aquí vos no seréis castigada sino que ocupareis el lugar que os corresponde y que durante vuestra vida os ha sido negado —respondió Loki con una sonrisa maliciosa.
—¿Quién sois vos? —preguntó Minrha, intrigada y avergonzada por la cortesía con la que estaba siendo tratada.
—Soy Loki, el rey del infierno —respondió Loki con una seductora sonrisa.
Aquella sonrisa del dios del engaño hizo enrojecer a Minrha quien se vio obligada a torcer su mirada hacia un lado por culpa del sonrojo.
—Me siento avergonzada por no haber oído hablar de vos antes.
—Quizá vos no sepáis de mi lady, pero yo sí que sé de vos. Vos no lo sabéis pero desde hace largo tiempo he sido un gran admiradorcillo vuestro. Vos sois Minrha, la hechicera mitad humana mitad demonio. Una mujer con un corazón en el que los dioses no tienen lugar —dijo Loki.
—Pura maldad. Por eso os he elegido —añadió Loki con una mirada seria.
—¿Para qué? —preguntó Minrha intrigada.
—Para ser mi reina y gobernar contigo los cinco reinos de la oscuridad —respondió Loki con una gran sonrisa.
—¿Yo una reina? —preguntó Minrha con gesto avergonzado.
Tras la pregunta realizada por la hechicera, Loki se acercó a ella y a continuación la agarró de la mano la cual besó con dulzura.
—Sinceramente desde que luchaste con la vikinga de los Ljungberg no he pensado en otra mujer. No solamente sois malvada sino que también sois aterradoramente bella —dijo Loki con voz seductora.
—Mentís… —respondió Minrha con gesto avergonzado.
Al ver la reacción de la hechicera, Loki sonrió divertido y entonces hizo un guiño a uno de los demonios que estaban a su alrededor. Aquel mismo demonio volvió segundos después con una corona entre sus garras la cual acabó entregando a Loki. La corona era una pieza fabricada con platino y con acabados puntiagudos en los que había decenas de diamantes incrustados. Una vez que Loki tuvo aquella corona se la colocó a Minrha sobre su cabellera morena.
—Que el demonio salve a la reina —dijo Loki.
Con la colocación de la corona en la cabeza de Minrha, ella recibió otra corona de parte de un demonio la cual depositó sobre la cabeza de Loki. La corona dedicada al rey del infierno era una pieza también con afilados puntiagudos, pero hecha con huesos de dedos humanos.
—Que el demonio salve al rey —dijo Minrha al poner la corona en la cabeza de Loki.
Habiendo realizado tal acción, Loki sonrió ampliamente y luego tiró de la mano de su reciente reina para llevarla hacia el interior del infierno. Mientras los dos nuevos reyes caminaban por senderos de azufre y cráneos, los demonios que se cruzaban en su recorrido se fueron poniendo de rodillas como reverencia.
—Oídme, mi reina. Pronto no seremos solo los reyes del infierno sino que también lo seremos de los nueve reinos —dijo Loki mientras caminaba con Minrha de la mano.
—Estoy segura que lo conseguirás —asintió Minrha, mostrándose inusualmente enamorada.