El asunto de los herretes de la reina sigue siendo un misterio.
Se trata de una historia verdadera, puesto que está narrada más o menos en los mismos términos por La Rochefoucauld y Loménie de Brienne. Alejandro Dumas se inspiró en ella para escribir Los tres mosqueteros.
Pero, tal cual lo contaron, el relato de los cronistas es inverosímil. En efecto, es imposible que Ana de Austria hubiese remitido a Buckingham —un hombre al que apenas conocía— los herretes de diamantes que su marido le había regalado y que casi eran joyas de la corona. No podía ignorar que su esposo le pediría antes o después que se las pusiese.
Por otra parte, el cardenal Richelieu no habría puesto nunca en peligro la alianza inglesa, de la que era artífice, haciendo saber a Luis XIII que su mujer ofrecía regalos a un hombre que la hubiese seducido.
Sin embargo, según La Rochefoucauld y Loménie de Brienne, Ana de Austria habría remitido unos herretes de diamantes a George Villiers. Y esto sólo puede significar una cosa: no se trata de las joyas que el rey le había regalado. Por otra parte, se sabe que Ana fue más tarde una gran reina y que jamás fue una modistilla que se dejase llevar por la pasión. El regalo hecho a Buckingham no podía tener más que un objetivo político. Nuestro relato no es, pues, inverosímil.
El joven, bello, valiente y elegante conde de Moret estaba en Clermont en 1624-1625. La adoración que profesaba a la duquesa de Chevreuse fue contada por Tallemant des Réaux. Moret se convirtió en abad de numerosas y ricas abadías, como Saint-Étienne de Caen, Saint-Victor de Marsella o Saint-Benoît-sur-Loire. Cercano a Monseñor, luego al duque de Montmorency, se implicó en la revuelta del duque en 1632. Sabemos que éste se enfrentó a las tropas reales mandadas por Schomberg en Castelnaudary el 1 de septiembre de 1632.
La batalla se perdió. El conde de Moret desapareció durante el combate. Montmorency fue capturado y luego ejecutado en Toulouse, mientras que el príncipe Gaston de Orleans, para proteger a la duquesa de Montmorency, se sometía a su hermano, obteniendo así su perdón.
Empezaron entonces a correr rumores sobre Antoine de Borbón, según los cuales no habría sido muerto sino gravemente herido y transportado por Monseñor hasta el monasterio de Prouille.
Lo cierto es que la abadesa del convento fue entonces sancionada y expulsada de su abadía. En cuanto a Moret, algunos aseguraron que sobrevivió y que se retiró como eremita cerca de Saumur, bajo el nombre de fray Jean-Baptiste.
El hijo de Enrique IV se convirtió poco a poco en leyenda. Su muerte fue incluso referida en la corte el 24 de diciembre de 1691[84].
En julio de 1627 lord Carlisle fue nombrado por el rey protector de las islas del Caribe y consejero para los territorios de la Nueva Inglaterra.
Nicolas Caussin se convirtió en confesor del rey en 1637 antes de ser expulsado de la corte por haber defendido con demasiado ardor un acercamiento a España.
La duquesa de Chevreuse partió finalmente a Londres con su esposo y se instaló en casa de lord Holland, con quien concibió un hijo adulterino.
Las negociaciones con el nuncio del Papa sobre la Valtelina, principal ruta entre Austria e Italia, fracasaron. Los franceses la sometieron a la autoridad de los grisones, sus aliados protestantes, antes de apoderarse finalmente de Suse y del Pinerolo, y luego del ducado de Mantua. La guerra proseguiría durante años hasta la llegada de un plenipotenciario al servicio del Papa, un tal Julio Mazarino, que defendió la postura de Francia al lado del Papa. Para agradecérselo, el cardenal Richelieu lo tomó más tarde a su servicio.
La señora de Épernon, la pícara Gabrielle de Verneuil, murió en 1627, tal vez envenenada por su violento marido, el duque de Épernon.
Nos hemos ceñido lo más posible a la vida cotidiana del colegio de Clermont en 1625, suprimiendo sin embargo una parte de las actividades de la enseñanza y, sobre todo, reduciendo las actividades religiosas para no hacer muy prolija esta novela de aventuras.
Los numerosos secuestros en París en la primavera de 1625 son narrados por François Garasse. El desplome de la tribuna de los embajadores ingleses delante de Notre-Dame fue contado por Rubens en una carta enviada a Nicolas Peiresc.
Sobre las hazañas de la banda de los Salmonetes y los Rucios, puede consultarse el Inventario general de la historia de los ladrones, publicado en 1625.
Paul de Gondi estuvo en Clermont como interno, pero ¿estaba allí en 1625, cuando tenía doce años? Confesamos ignorarlo. Lo que sí es cierto es que a los dieciocho años escribió la historia de la conjura de Jean-Louis de Fiesque[85], cuyo manuscrito confió a un amigo para que lo leyese. Éste cometió la indiscreción de enseñárselo al abad de Boisrobert, que se lo dio al cardenal Richelieu. Tras haberlo leído, el cardenal declaró severamente en presencia del mariscal de Estrées:
—¡Vaya una mente peligrosa!