Notas

[1] Rejalgar: Mineral de color rojo, lustre resinoso y fractura concoidea, que se raya con la uña, y es una combinación muy venenosa de arsénico y azufre. (N. del E.). <<

[2] Arthur Koestler: Un testamento español, (Victor Gollance, 1937). <<

[3] R. Brasillach y M. Bardèche, Histoire de la guerre d’Espagne, 1939. <<

[4] Alusión a la heroína de Eugenio d’Ors. (N. del E). <<

[5] El telegrama de Belarmino Tomás decía así: «Iniciativa funciones plenas Gobierno fue obligada, debido deserciones ejército, cuyos mandos eran primeros incumplir obligaciones militares. Tal acto no puede interpretarlo Gobierno como rebeldía. Deben conocemos suficientemente. Esté seguro procederemos todo instante gran serenidad. Nosotros no culpamos Gobierno de nada de lo que sucede Norte y son injustos al decirnos que nos declaramos cantón independiente, ya que nuestra única autoridad la reconocemos en Gobierno actual con el que estamos y estaremos siempre dispuestos a defender, dando para ello cuanto fuese necesario. Si Gobierno hubiese conocido situación en aquel momento, tengo la seguridad de que no nos trataría tan injustamente como lo hace. Ejército hállase situación moral derrota, careciendo medios hacerle pelear. Cuerpo Ejército Euzkadi, Santander sólo recogiose hasta ahora tres mil hombres, los cuales huyen oír primer disparo, con lo cual desmoralizan también nuestra fuerza. Nosotros hacemos esfuerzos levantar moral. Tengan seguridad que en todo momento sabremos cumplir nuestro deber, ya que en ello nos va la vida, pero queremos apoyo Gobierno, sin el cual nada podríamos conseguir. Distribución víveres existe sin duda mejor organización que en parte alguna. Régimen privaciones padecido forzado racionamientos cuidadosos. No vimos parte alguna gran volumen mercancías dicen enviadas. Fíjense tonelaje cada artículo y fecha envío, teniendo en cuenta censo población, y que al efectuar repliegues piérdense cantidades considerables. Dificultades marítimas impiden llegar otros. Municiones fusilería no tenemos. Materias primas fabricación escasean. Todo hace que situación sea angustiosa, aumentando cada hora. Víveres precisamos urgencia garbanzos, arroz, alubias, aceite, patatas, harina y jabón cantidad para millón doscientos mil habitantes. Ocupámonos evacuaciones Euzkadi, Santander, pero no disponemos medios transporte. Buques flotados no llegan. Lamentamos amargura pesa hombres Gobierno, pensando no sea producida nuestra actitud, pues conocen nuestra sincera adhesión personal forman Gobierno, estimación y afecto es ilimitado. Jamás rehuiremos órdenes Gobierno, ni consentiremos nadie las rehuya, o cifren demasiadas ilusiones capacidad resistencia militar, supondrá comienzo terror, presagiando serán muchos millares camaradas caerán víctimas fascismo. Defensa personal junto ideas causa discútese es mejor estímulo proseguido pelea últimos minutos sin que pueda prometerle grandes éxitos empresas razones apuntadas.

»Dirección general está a sus ordenes, como siempre. Sólo destituimos general porque corría peligro su vida por haber abandonado la fuerza. Cuando el Gobierno diga, quedo todo a su disposición. No existe discrepancia alguna entre partidos. Todos estamos de acuerdo. Pruébalo que juntos trabajamos Consejo sin discrepancias. Jefe fuerzas coronel Prada es única autoridad. Nadie le pone menor obstáculo. Al contrario, estamos todos a su disposición».

Con referencia a los víveres días después del telegrama anterior entraban en Gijón los vapores Mydal y Bramden, con la siguiente carga: Mydal: 464 950 kilos de cereales; 23 600, tejidos; 362 924, algodón; 21 090, calzado; 400 000, garbanzos; 40 000, café; 130 000, pimentón; 463 571, vino y coñac; 52 220, mantas; 4 050, papel; 12 358, toldos; 34 370, alcohol; 104 110, alpargatas; 42 500, colofonia (para fabricar jabón); 21 940, harina malteada; 270 276, cebollas; 144 772, varios.

Bramden: 175 toneladas de hilados de yute, para sacos terreros; 1 079, harina; 412, garbanzos: 18, medicamentos y material quirúrgico y sanitario.

A la boca del puerto, otros buques, cargados de mercancías, esperaban oportunidad de entrar. <<

[6] Prieto explicó en su intervención del 9–8–1938 ante el Comité Nacional del Partido Socialista, el porqué del hundimiento del Ciscar. Extracto: El 19 de octubre, con los facciosos a las puertas de Gijón, Prieto dio orden a Ubieta, jefe de Estado Mayor de Marina, de telegrafiar al Ciscar que se pusiera en viaje a Casablanca donde recibiría instrucciones. El jefe de los consejeros soviéticos visita al ministro y le pregunta si es suya la orden para el Ciscar. A la respuesta afirmativa del ministro, su interlocutor contesta «que el destróyer tiene orden de esperar al Estado Mayor» y le ruega que rectifique su orden. El ministro se niega, razonando la negativa. «Al día siguiente, 20 al mediodía —dice Prieto—, un radiograma cifrado me advierte que el Ciscar acaba de ser hundido en el Musel durante un bombardeo aéreo. Me quedé estupefacto, pues creía al buque navegando en el Atlántico hacia Casablanca». (Comment et pourguoi je suis sorti du Ministére de la Défense Nationale. Les intrigues des Russes en Espagne París, 1939). <<

[7] Reproduzco la última carta que recibí de Federico Ángulo, fechada en la cárcel de Bilbao, el 22 de junio de 1938: Querido Zuga: He recibido tus dos cartas: la última de antes de ayer. Por ella me entero de la excelente disposición del Gobierno respecto a los prisioneros del Norte y de las dificultades que estáis venciendo para efectuar el canje. Todo cuanto hagáis es poco, os lo aseguro. Jamás se encontrará un puñado de hombres que soporten con mayor dignidad su suerte y que mantengan tan vivo su fervor por la República como éstos. Noticias recibidas por los nacionalistas, más recientes que las que tú me das en tu última carta, nos han permitido conocer con exactitud el estado del problema en casi todos sus detalles. Esto ha sido una verdadera inyección de optimismo. Hay un extremo de tu carta, al que quiero poner un breve comentario, no porque sospeche que sea necesario desvanecer errores en el Gobierno, que estoy seguro no los padece, sino porque es oportuno que conozcáis el hecho, para que, con nosotros, les hagáis justicia. Me refiero al comportamiento de los nacionalistas vascos. Toda sospecha que pudiera haber contra ellos carecería en absoluto de fundamento. Los meses que llevo aquí, en íntimo y constante contacto con sus hombres rectores, me ponen en condiciones de responder de su conducta por entero leal y desinteresada. No sólo nos ceden su organización, sino que son los que puede decirse que han asumido la dirección de todos los negocios que a los prisioneros afectan, sin que en ningún momento asome en sus actos egoísmo alguno de partido. Se trabaja por todos, se lucha por todos, sin exclusivismo ni distinciones. Dentro de la cárcel puede afirmarse que no existe división de partidos: todos están en la realidad fundidos en uno solo: prisioneros. Y respecto a la sospecha de Franco, de que los nacionalistas vascos pudieran aprovechar su canje para quedarse en Francia, el Gobierno ha podido apreciar, en los sesenta y un canjeados en enero, la carencia de fundamentos. Es más, yo soy testigo de la orden dada a todos, de que por ningún concepto permaneciesen en Francia ni un minuto más del tiempo indispensable y se presenten con la máxima rapidez al Gobierno de la República. De modo que el pensamiento que lleva a Franco a proponer en sus listas de canjeables una mayoría nacionalista hubiese sufrido una quiebra definitiva. De ello puedo dar fe.

»Quiero rogarte que hagas presente al Gobierno mi gratitud por el interés que pone en mi canje. Pero al mismo tiempo deseo que mi caso no se particularice. Mi mayor alegría será correr la misma suerte que los demás, recobrar la libertad y el derecho de vivir y a luchar por la República al mismo tiempo que los demás prisioneros, o a morir con ellos. Yo no soy, solo, nada; con estos hombres que la desgracia ha hecho mis compañeros, más aún, mis hermanos, estoy seguro de ser útil. Así, pues, nada de canjes particulares que me beneficien: todos o ninguno. He visto caer asesinados hombres de verdadero mérito, mucho mejores que yo, como el pobre Gallego, y me daría vergüenza vivir si, librándome yo de la muerte, otros muchos, mejores, más útiles, con más méritos y con historial de sacrificios superior al que yo puedo ostentar, quedasen aquí sometidos a tortura y bajo la amenaza de ser asesinados.

»Si me escribes nuevamente, hazlo en papel sin timbrar, fechando la carta en cualquier parte de Francia y firmando, por ejemplo, con tu nombre. Es peligroso lo contrario. Mis saludos a Don Juan, a Méndez Aspe, a Cruz Salido, a todos esos amigos, en fin. Acepta tú un fortísimo abrazo. —Ángulo».

Mi respuesta no le llegó a tiempo. Iba la carta a su encuentro, cuando le sacaron a fusilar. No invento nada que le honre cuando supongo que hizo honor a las estrellas de su bocamanga y a su carnet de periodista. Sus compañeros de prisión no necesitaron conocer su grado, les fue suficiente mirarle a los ojos, para conocerle la jefatura. Tenía mirada de capitán y conducta de hombre. A nadie defraudó. Ni a quienes lo mataron. <<

[8] El acta de referencia dice así: «En la Plaza de Teruel, edificio del Gobierno Militar, a las veintidós horas del día siete de enero de mil novecientos treinta y ocho. Reunido el Cuerpo de Jefes y Oficiales con el Coronel Gobernador Militar de la Plaza y examinada la situación militar, estiman que después de veinticuatro días de defenderse sin recibir ayuda del exterior contra un enemigo muy superior en número y material, perdidas todas las posiciones, excepto los edificios del Hospital de la Asunción, ruinas del Colegio Sadel, y parte del Gobierno Militar, aislados e incomunicados del edificio del Seminario que aún resiste, agotadas todas las provisiones, careciendo de agua, escaseando las municiones, agotadas las bombas de mano, desaparecidas entre los escombros las armas automáticas, con un noventa por ciento de bajas en la Oficialidad, perdida la moral de la tropa, entre la que es continua la deserción al campo enemigo, el Gobernador de esta plaza, de acuerdo con los Jefes y Oficiales que subscriben, teniendo en cuenta la existencia de más de mil quinientos heridos sin la debida asistencia por falta de material sanitario, y amenazados de muerte por los medios modernos de combate, acumulados por el enemigo, como artillería de grueso calibre, tanques, lanzallamas y minas, de las cuales han hecho uso previamente, destruyendo el Banco de España, Hospital del Casino y gran parte del Gobierno Militar, consideran que se han agotado todos los medios que el deber y el honor militar aconseja en la defensa de esta plaza, cuya prolongación no podría beneficiar a la marcha general de las operaciones, no obteniendo más resultado que el sacrificio del numeroso personal no combatiente y heridos, que, encerrados en el Hospital de la Asunción, se verían obligados a seguir la misma suerte que la población militar, por lo cual acuerdan la rendición de las posiciones del Hospital de la Asunción, Colegio Sadel y Gobierno Militar en la parte que aún conservan con la condición de que sean respetadas las vidas del personal civil. Y para que conste firman la presente el Coronel Gobernador Militar de esta plaza y los Jefes y Oficiales en Servicio:

El Alférez: Jesús Sanz Sanz. El Alférez Veterinario: Tomás Hernández Bravo. El Veterinario 2°: Samuel Bernal Cario. El Comandante: Ángel García Riu. El Teniente Coronel: Francisco Mundo. (?). Agustín Cremades Royo. Anselmo Pérez Escribano. El Comandante de Artillería: Fernando Calvo Roselló, Manuel Toro Hernández. Francisco Martínez. Evaristo Sas. Benito Jara Aribe (?). Jesús Briones. José Martín. Octavio Santa. Capitán de Infantería: José González Vidaurreta. El Teniente: Rafael Rico Alonso. El Capitán: Carlos Alagas (?). Teniente Auditor: Miguel de Castells. El Coronel: Ignacio Gasea Laguna. El Capitán de la Guardia Civil: [Ilegible]. El Albalete, Teniente de la Legión. El Comandante de Artillería: Rodolfo Estella. Por los Capitanes: D. Mariano de la Fuente. D. Mateo González Vidaurreta. Tenientes: D. Enrique Estévez y D. Joaquín Castilla, que no pueden firmar, lo hace Miguel de Castells. Alférez del Batallón O.P.: José Antonio Sánchez Romero. El Coronel Gobernador Militar: Domingo Rey». <<

[9] Esta versión mía de la intervención de Prieto resulta menos perfecta que la dada por el interesado en su informe al Comité Nacional del Partido Socialista Español. Si la doy como yo la recuerdo es porque me parece preferible, sobre todo no habiendo discrepancia fundamental, atenerme a mis notas. El lector sabe de esta manera que los recuerdos no polemizan entre sí, ya que a despecho de las palabras diferentes, los conceptos se conservan inalterables. Las palabras de Prieto, según él, fueron las siguientes: «Si nos halláramos en período de normalidad, aunque esta sólo fuera relativa, yo abandonaría en el acto el puesto que ocupo, pues por mi concepto de lo que debe ser la solidaridad ministerial en todo momento y de manera singular en los presentes, estimo inadmisible el proceder del ministro de Instrucción Pública al atacarme en la forma que lo ha hecho. Mas la situación actual me impide marcharme. El deber me ata al cargo. Abandonarlo ahora por propia voluntad, aun por motivo tan poderoso, equivaldría a desertar, y yo no deserto. Sigo, pues, siendo ministro de Defensa Nacional, pero sabiendo que desde ahora ejerceré el cargo sin autoridad y sin decoro. Únicamente me será permitido que, a partir de este instante, mis relaciones con quien ha procedido de ese modo se limiten a las estrictamente oficiales. Aun así, mi convivencia con él habrá de resultarme muy penosa». <<

[10] Cipriano Rivas Cherif, cónsul general en Ginebra, tuvo un incidente personal con el ministro de España en Suiza, Fabra Ribas. Este incidente fue bastante ruidoso. Intervino Giral y sancionó al ministro, a quien no pudiendo dimitir, porque el Gobierno suizo negaría el placel al sustituto, le comunicó que quedaba en Barcelona, en comisión de servicio agregado al ministerio. Fabra Ribas se revolvió contra la sanción y nos visitó a los ministros socialistas y al jefe del Gobierno, quien le recomendó que dimitiese. El mismo Giral estaba un poco cansado, según sus propias manifestaciones, de las intrigas del cuñado del presidente de la República y sólo su amistad por Azaña, al que no quería dar un disgusto, le contenía para tomar una determinación severa. Prieto entendía que la dimisión de Rivas Cherif debía ser automática y juzgaba que la lección le sería provechosa a Azaña. La entrada de Vayo en el ministerio de Estado la juzgaba Don Manuel como la victoria de Fabra Ribas. Lo fue, en efecto. El 7 de mayo, Álvarez del Vayo telefoneaba desde París al Presidente:

«Teniendo que salir en este momento por una gran urgencia, ruego a usted preste cuidadosa atención a una información que yo pido al señor embajador le comunique y que pone en una situación muy delicada a la delegación española en Ginebra». Se refiere a proposiciones de tipo mediatorio que se atribuyen al señor cónsul general en Ginebra.

»El señor presidente del Consejo: “Dígame”.

»El señor embajador: “Comunícole la información a que se refería el señor ministro de Estado. El señor ministro consejero de España en Londres participa telefónicamente la noticia de la publicación en el periódico Evening Standard, que también ha sido divulgada por el Evening News, de la información que a continuación doy y que ha producido evidente revuelo en la reunión de periodistas nacionales y extranjeros que hemos tenido esta tarde aquí, en honor de Álvarez del Vayo, ministro de Estado. Dice la comunicación del señor ministro consejero de España en Londres: El Evening Standard, en su edición de mediodía, en la primera plana y con grandes titulares publica el siguiente telegrama: ‘¿Movimiento por la paz en España por parte de los Estados sudamericanos? Ginebra. Algunos países latinoamericanos quizá presenten en Ginebra una moción con objeto de asegurar un armisticio en España. Se nos informa que el señor Rivas Cherif, cónsul general de España en Ginebra, ha discutido esta posibilidad. Ello ha sido confirmado por dos delegados en la Liga, los cuales han manifestado que el señor Rivas Cherif les ha hablado del asunto. Puesto que el señor Rivas Cherif es cuñado del presidente de la República, jefe nominal del Estado español, se presume en Ginebra que está hablando en nombre suyo. Se cree, igualmente, que actúa sin conocimiento del señor Negrín, jefe del Gobierno, que es partidario de la resistencia hasta el fin’. Luego hay un titular que dice: ‘Carta al Presidente’, y añade: ‘Se estima aquí que el señor Rivas Cherif ha sugerido a los miembros sudamericanos de la Liga que ellos deben enviar una carta al presidente del Consejo, proponiendo que algunos países extranjeros deben mediar para concertar un armisticio. El Consejo entonces autorizaría a ciertos Estados sudamericanos para emprender esta mediación. Por lo que se puede decir, parece que ninguna de las personas que han sido habladas por el señor Rivas Cherif están dispuestas a aceptar dicha sugestión. Dos de ellos han manifestado que no tienen poderes para actuar por sí mismos, habiendo indicado la idea de que la proposición debe ser dirigida a los Gobiernos respectivos por los medios diplomáticos usuales. En Ginebra esta acción se considera muy dudosa, puesto que el señor Rivas Cherif ha actuado sin la autorización del Gobierno de España. Sus esfuerzos, sin embargo, se consideran como exponentes de la diferencia que existe entre el señor Azaña y el Gabinete. UP’”.

»El presidente del Consejo: “Pues diga usted al ministro de Estado, señor del Vayo, que tan pronto como llegue a Ginebra se cerciore de si esa información tiene algún fundamento. Caso de ser así, de orden del presidente del Consejo de ministros y ministro de Estado interino, que comunique al señor Rivas Cherif que está destituido y debe reintegrarse inmediatamente a Barcelona”.

»El embajador: “Por la preocupación que en los medios periodísticos y agencias de prensa se notaba, el señor del Vayo, en su discurso ante los periodistas, ha cortado ya esta tarde estos rumores, afirmando que no había ni podía haber más política que la que señalara el Gobierno, y que esta, de acuerdo con el espíritu del pueblo, era, por ahora, la de continuar con decisión la lucha hasta la victoria”.

»El presidente del Consejo: “Diga al señor ministro de Estado que al hacer esas manifestaciones ante los periodistas nacionales y extranjeros no ha hecho otra cosa que cumplir con su deber”».

La destitución de Rivas Cherif que firma Vayo en Ginebra, comunicándosela al interesado, da lugar a dos conferencias telefónicas del destituido con Azaña. Doy el resumen de ellas —hecho por escuchas francesas— que me fue entregado por Negrín. No corrijo el texto que, aunque imperfecto, me parece claro de intención:

«Ginebra, 16 horas del día 19–5–38. El presidente de la República, señor Azaña, con el cónsul general en Suiza, señor Rivas Cherif. Sostienen una larga conversación refiriéndose a una información aparecida en Le Temps, en la que se afirma que Rivas Cherif ha hecho determinadas gestiones en los países americanos. Esta información la desmiente el señor Rivas Cherif diciendo que esta información le ha ocasionado un gran disgusto. Añade que por todo ello se considera destituido y no quiere presentarse más en Barcelona. El señor Azaña le advierte que con esta actitud malogra su carrera política, contestándole el señor Rivas Cherif que esto no le preocupa, porque, dice: “Todos somos interinos”. Explica luego que en honor de Álvarez del Vayo se prepara una fiesta de ciento veinte comensales, cuya fiesta no se celebrará aunque se provoque un escándalo internacional. Dice que hay dos personas que han hecho un complot y que se lo atribuyen a él “y creo que quien lo ha manejado todo es el gordo”. Parece dar a entender que quiere tomarse la justicia por su mano, a lo que trata de calmarlo el señor Azaña».

«Ginebra, a las 19 horas del día 19–5–38. En respuesta a su escrito por si debe presentarse mañana a la fiesta. Le contesta el ministro de Estado. Dice que la recepción de mañana será presidida por el vicecónsul. Yo no me voy si no es por la policía suiza. Además he de despedirme de mis amigos. Esto se va agravando porque yo mañana no me voy si no me expulsa el Gobierno suizo, y se va a provocar un escándalo. Azaña le contesta diciéndole que se vaya con cuidado porque “esta gente” es muy mala. Lo sensible es que yo no le puedo hablar, porque hoy está en el frente. Todo esto es muy raro. Ya me figuro yo que la llegada de estos dos puntos aquí iba a traernos algo extraño. Aquí hay un misterio que no acabo de entender. ¿A qué hora es la fiesta? Le contesta Rivas Cherif: A las 9'30 de la noche. Azaña: Él está en el frente del Este con el general Rojo, pero viene para acá y de aquí a mañana podemos arreglar la cosa. Cuando venga, yo le plantearé el asunto, porque además tengo otro tema de orden político de que he de hablarle. Yo tengo una impresión desastrosa de todo esto, porque tiene mucho fondo. Incluso sus más adeptos han quedado de una pieza. Ayer no vino a despachar, diciendo que estaba mal, y estaba en el cine».

Negrín estaba resuelto a meter en la cárcel a Rivas Cherif tan pronto como llegase a Barcelona. Todo ocurrió de muy distinta manera. El dimitido en Ginebra fue nombrado introductor de embajadores, para lo que tuvo que quedar cesante don Amos Salvador, que hacía poco tiempo que ejercía el cargo. No comprendí el misterio. Curioso de él, pretendí, sin resultado, aclararlo. Negrín se negó a explicármelo. <<

[11] La carta a que Azaña hizo alusión es, sin duda, la que escribió y distribuyó Álvarez del Vayo, denunciando los procedimientos personalistas del jefe del Estado. En el fondo de la carta está, por supuesto, el señor Rivas Cherif. La epístola de referencia la oí suscribir a muchas personas, tan incondicionales de Don Manuel, como debeladoras implacables de su cuñado. <<

[12] La nota de esa conferencia telefónica, que le fue suministrada al presidente del Consejo, decía así:

«Azaña con Prieto a París: ¿A usted le han propuesto recientemente en París para un viaje americano? Prieto: No he contestado porque espero una persona (Cruz Salido, mi ex secretario) que llega mañana. Azaña: ¿Puedo hablarle a esa persona? Prieto: Es que esa persona tiene el encargo del organismo a que pertenece para convencerme. Azaña: Es que yo soy completamente opuesto a eso y, además, me parece muy mal alejar de su país a una persona de la categoría de usted. Prieto: A la persona que viene, ¿puedo decirle lo que usted me dice? Azaña: Lo que yo quiero es que usted lo sepa personalmente y no el organismo que representa. Prieto: ¿Pero puedo decir yo quién me ha indicado esto? Azaña: No lo creo procedente. Además, cuando llegue el presidente del Consejo, ya se lo indicaré yo. Prieto: Es que esto seguramente no quedará en silencio, no porque yo lo diga, sino por el procedimiento. Azaña: Eso no importa. Yo lo que quiero es saber su opinión, y creo que no andaremos lejos. Prieto: Yo dentro de unos días volveré a Barcelona». <<

[13] He aquí el texto de las cartas y las instrucciones entregadas al comandante del José Luis Diez: «El Havre, 13–7–38. Señor D. Juan Antonio Castro. Presente. Mi querido amigo: De paso rápido por esta y al objeto de saludarle y cumplimentar un encargo confiado por su padre. Don Luis, le ruego acuda alrededor de las siete de esta tarde al café “Guillaume Tell”, que está frente al Ayuntamiento. Esperando acuda y hasta entonces, reciba un abrazo de su buen amigo. José Tapia». Este Tapia hizo la presentación a Castro de las personas que le entregaron la carta e instrucciones siguientes: «Cuartel General del Generalísimo: El contraalmirante segundo, jefe del E. M. de la Armada. —Burgos, 27 de julio, III Año Triunfal. —Señor D. Juan Antonio Castro Eizaguirre. Mi querido amigo: Quisiera añadir y “compañero”, recordando al guardiamarina del Elcano revoltoso y desaplicado, pero noblote y caballero, que estoy cierto tiembla de emoción de dolor al recordar sus años de convivencia con aquel grupo de valientes cuya memoria es hoy orgullo de todos y muy en particular de quien tuvo el honor de orientarlos en sus primeros pasos dentro de la Corporación, pero comprenderá usted que mientras subsista entre los dos el abismo que en la actualidad nos separa, me veo obligado a omitir, ya sea con verdadero dolor, un vocablo que implica comunidad de sentimientos e ideales, por lo menos en cuanto se refiere a los de carácter tan sagrado como son los de Patria y Marina. ¿Se prestará un momento a escuchar a su comandante de ayer? No olvide usted que entre mis muchos defectos nadie podrá encontrar la hipocresía, así como que entre mis escasas virtudes ocupa el primer lugar la de dejarme llevar más por el corazón que por el cerebro; pues bien, óigame. Doy por hecho que si pasó usted por momentos de confusión que le impidieron descubrir bien acerca de cuál era su deber como oficial de marina español, hoy está arrepentido y ansioso de lavar su falta. Aprecio su situación y quisiera ayudarle a salir de ella, anticipándole que no me guía otro móvil que el afecto que le conservo y la conciencia que tengo de su hombría de bien. No se deje arrollar por el recuerdo del pasado; está a tiempo de salvar su honorabilidad y de encontrar la paz para su conciencia. Traicionó usted a España, es cierto; pero España le perdonará si sabe mostrarse digno de ella. ¿Qué hacer? Muy sencillo. Es usted valiente y decidido; manda un barco que, siendo nuestro, arbola un pabellón que cobija a los más cobardes y a los más canallas… a los más vulgares asesinos. Devuélvanoslo, y si no puede, estréllelo, húndalo todo antes que entregar nuevas armas a los que intentan destruir España y vender sus pedazos al extranjero. Si es preciso morir en la empresa, no lo dude un momento; alcanzará así usted el mayor honor y la mayor gloria; yo cuidaré de reivindicar su nombre y de hacerlo figurar en el cuadro de los valientes, al lado de los de Granullaque, Varela, Revuelta, Tapia… y Dios, que está visiblemente a nuestro lado, le perdonará. No es usted peor que los demás, ¿por qué manchar su apellido para siempre? Mañana, es decir, muy pronto, será tarde; no puede ignorarlo, como tampoco que cuanto le digo envuelve una cuestión de honor exenta de todo egoísmo. El barco, al fin y al cabo, caerá; pero usted… usted no debe caer como no sea dando la vida a España. Piénselo, medite bien su plan y proceda. No le faltarán facilidades, como tampoco ha de faltarle valor. La entrega del barco representará su rehabilitación absoluta; yo se lo garantizo; continuar en él después de este aviso es su perdición cierta, irremisible. Se lo piden a usted los 300 jefes y oficiales de marina que prefirieron morir oscuramente antes de faltar a su deber. Espero sus noticias o sus hechos, seguro de que responderán en todo a su reconocida caballerosidad. ¡Todo por España! ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco! Que Dios le ilumine y le proteja, permitiéndole volver a merecer el afecto de la Corporación y muy en particular el de su muy amigo y ex comandante. Salvador Moreno».

«Estado Mayor de Marina. Segunda sección. Instrucciones para la posible entrega del José Luis Diez. Dos posiciones hay que tener en cuenta. Primera: Que el comandante del barco pueda hacerse con la mayor parte de la dotación. Segunda: Que sea una pequeña minoría la de aquellos que quieran entregar el barco. En el primer caso debe entrar en un puerto de la Costa Cantábrica, señalando previamente cuál es el elegido, para prevenir a las autoridades de Marina y baterías de costa. En el segundo, la entrega debe hacerse en la mar a un crucero nacional que saldría a su encuentro. Para ello es necesario conocer exactamente y de antemano, fecha y hora de salida, derrota que seguirá el barco y velocidad del mismo. La manera de proceder por parte de los adictos a nuestra causa será la siguiente: al verificarse el encuentro, el crucero nacional irá por el José Luis Diez con su artillería dispuesta a hacer fuego. El José Luis Diez tratará de huir, pero en las máquinas debe producirse una avería que lleve consigo una gran pérdida de vacío en el condensador, lo que hará caer grandemente la velocidad. De esta manera el crucero alcanzará al destructor y en este momento los elementos adictos deben producir una desmoralización en la dotación, haciéndoles ver que no hay posibilidad de salvación y que como único remedio para evitar males mayores el buque debe rendirse izando la bandera blanca. Una vez hecho esto, si el tiempo lo permite, el destructor recibirá la orden de abandonar el barco con sus propios elementos, debiendo dirigirse a bordo del crucero los botes del destructor con la dotación del mismo, quedando solamente en él los elementos adictos y los que el comandante del barco considere indispensables para la seguridad del mismo, en tanto no le llegue del crucero la dotación que marine el destructor para continuar viaje. Si el tiempo no lo permite, los elementos adictos pondrán a buen recaudo a los individuos más peligrosos y seguirán las indicaciones del crucero para tomar el puerto que este designe. El encuentro será, desde luego, en el Atlántico, no pudiendo fijar punto exacto porque ello dependerá de la rapidez con que se nos comunique la salida. En todo caso, si el comandante del barco nos indica punto de reunión con tiempo suficiente se acudiría a él, pero esto lo consideramos muy difícil, pues creemos que el comandante no podrá facilitar este dato con la suficiente anticipación. Si existe la posibilidad de hacer señales por radio durante la navegación que nos diga cuáles serán estas y la longitud de onda en que serán emitidas. Burgos, 27 de julio de 1938. III Año Triunfal. Salvador Moreno». <<

[14] Fermín Mendieta es el seudónimo que, a veces, empleó el autor. <<

[15] Alusión a la Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles (JARE), así como al Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles (SERE). (N. del E.). <<

[16] De la entrevista con los generales Rojo y Jurado se redactó, a requerimiento del Presidente, un informe suscrito por Rafael Méndez cónsul de España en Perpiñán, en cuyo despacho se hizo la notificación, y por mí. Copio de ese documento oficial: «El secretario general del Ministerio de Defensa hizo diferentes apelaciones a la obligación en que se encontraba (el general Jurado), como militar, de subordinarse a las órdenes del ministro. Intentó conseguir, acudiendo a invocaciones de distinta naturaleza, una modificación del criterio del general Jurado, quien declaró que lo había pensado muy despacio y muy bien y que su resolución era, a ese respecto, inquebrantable.

»El general Rojo, por su parte, respondiendo a una pregunta del señor Zugazagoitia, manifestó que «en efecto —las palabras son literales— el oficio de las armas tiene su grandeza y su servidumbre y que Justamente la grandeza consistía en, llegado el momento, hacer lo que la consciencia dicta, desoyendo mandatos ajenos». Aún agregó —y siguen siendo literales las palabras—: «que sólo existía la obligación de la obediencia para aceptar una orden como la que se le daba», añadiendo: «ya no estamos en tiempos en que haya de tirarse uno por la ventana cuando el jefe le ordena que se tire».

»Al final de esa conferencia, el general Rojo manifestó “que él no se encontraba dispuesto a presidir un nuevo desastre de mayores proporciones todavía que el de Cataluña; que él había previsto con mucho tiempo de adelanto la imposibilidad material de toda resistencia; que su criterio no había sido oído y que, por consiguiente se podía considerar desligado de nuevos compromisos. Indicó también leyéndonos párrafos de una carta remitida a S. E., que personalmente le había comunicado este criterio suyo, al cual seguía ateniéndose”».

Reproduzco el comentario del mariscal Lyautey a la frase de Vigny: «Grandeza y servidumbre militares no es una divisa vana. El primer concepto vale por el sacrificio constante que implica el segundo Servir, servir siempre, los ojos cerrados, la boca callada, cada uno en su puesto, es la virtud fundamental de nuestro catecismo de soldados». <<

[17] El texto de las cartas es el siguiente: «París, 8 de marzo de 1939. —Excmo. Sr. Don Marcelino Pascua. —Hotel Majestic. —París. Mi distinguido amigo: Agradeceré a usted me comunique oficialmente que no he recibido ningún radiograma, contestando a la consulta que en nombre de la Diputación Permanente de las Cortes y en el mío propio hice el viernes, tres del actual, por conducto de usted al entonces Presidente del Consejo de Ministros de España, Excmo. Sr. Don Juan Negrín. —Gracias anticipadas de su affmo. ss. q. e. s. m. —Diego Martínez Barrio».

«París, 8 de marzo de 1939. —Excmo. Sr. Don Diego Martínez Barrio. —Presidente de las Cortes. —París. —Mi respetado Presidente y querido amigo: En respuesta a su carta de fecha de hoy, tengo el honor de comunicarle que el radiograma en que se trasladaba al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros el acuerdo tomado por la Diputación Permanente de las Cortes, en su reunión del tres del corriente, fue expedido a Madrid el mismo día tres, en despacho que comenzaba con el grupo numérico 75 160. Posteriormente no he recibido telegrama alguno de España para transmitirle a usted, ni ningún otro que pudiera suponerse era contestación al de referencia. Se reitera suyo affmo. ss. q. e. s. m. —Marcelino Pascua». <<

[18] La verdad, rigurosa y exacta, es que Negrín no ofreció al coronel traspasarle poder alguno. Casado fantasea. Testimonios imparciales consienten afirmarlo. El curso de los acontecimientos lo remacha. <<

[19] The Last Days of Madrid. The End of the Second Spanish Republic, (Peter Davies, London 1939). <<

[20] Carrillo da el nombre de Victoria, Casado el de Gonzalo. <<