COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO

El control que la URSS ejerció sobre los partidos comunistas a lo largo de toda su existencia constituye uno de los episodios más siniestros de la historia contemporánea. Por un lado, pone de manifiesto hasta qué punto sus cabecillas en los cinco continentes mentían a la hora de lanzar protestas sobre su independencia —cuestión aparte es lo que ingenuamente creyeran sus votantes y sus militantes— y, por otro, indica la tremenda capacidad de intoxicación de los servicios secretos soviéticos y la absoluta sumisión de las direcciones de los partidos comunistas a lo que se les dictara desde Moscú.

La relación entre el denominado eurocomunismo y la estrategia global de la URSS ya fue señalada en 1978 por Leonard Schapiro en The Soviet Union and «Eurocommunism» (Conflict Study, n. 99, Londres, 1978). En una dirección similar se pronunció Kevin Devlin en «The Challenge of Eurocommunism» en Problems of Communism (Washington, enero-febrero de 1977).

Con todo, el testimonio fundamental al respecto procede de Anatoly Golitsyn, un antiguo oficial del KGB especializado en contraespionaje que el 15 de diciembre de 1961 aprovechó su destino en Finlandia para desertar a Occidente. Golitsyn —que fue condenado a muerte en ausencia— trazó en New Lies for Old (Nueva York. 1984 un cuadro bastante elaborado de la estrategia de la URSS de cara a Occidente, incluyendo el uso del eurocomunismo. Su contribución a la defensa de Occidente frente al avance del comunismo fue reconocida por varios gobiernos y recibió, entre otros honores, el de ser nombrado comendador del Imperio británico (CBE).