Aunque la bibliografía sobre las Brigadas Internacionales es muy extensa, puede decirse sin temor a incurrir en el error que las obras que han abordado el tema desde una perspectiva de objetividad son muy contadas. El primero en hacerlo fue Ricardo de la Cierva con la obra Leyenda y tragedia de las Brigadas Internacionales, publicada en Madrid en 1973. Al año siguiente, A. Castells publicó en Barcelona Las Brigadas Internacionales en la guerra de España, una amplia monografía que, a pesar de sus lagunas y de algunos errores secundarios, sería durante casi dos décadas la obra de lectura obligatoria sobre el tema.
En 1997, Ricardo de la Cierva publicó Brigadas Internacionales 1936-1996. La verdadera historia, un estudio muy actualizado en el que abundaba en sus tesis iniciales —confirmadas por Castells— sobre el origen estalinista de las BI.
Todas estas obras, con ser meritorias, adolecían de dos limitaciones. La primera era el hecho de no haber utilizado la documentación emanada de los archivos soviéticos; la segunda, el no extenderse mucho en el papel de los interbrigadistas posterior a la guerra civil española. Ambas cuestiones las abordé en mi libro Las Brigadas Internacionales, que fue publicado en 1998. Por primera vez en la historiografía, para su redacción se recurría a abundante material soviético que despejaba cualquier duda sobre el origen, la finalidad y la composición de las BI y, además, se trazaba el cuadro de sumisión a la URSS de sus miembros en la posguerra en empresas como la creación de dictaduras comunistas en el este de Europa o el robo de la bomba atómica a los Estados Unidos. Tras examinar aquellos documentos —en buena medida, inéditos y reproducidos en un apéndice— se podía optar por seguir abrazando el mito pero, desde luego, ya sin ningún tipo de base histórica o moral.
Sobre el reclutamiento y la composición de las BI resultan también de especial interés los libros de memorias de interbrigadistas que a la sazón eran agentes de Stalin. Merece un lugar destacado entre ellos Reason in Revolt, del antiguo comunista británico Fred Copeman. Publicado en Londres en 1948, Copeman describe su carrera como comunista, su papel en España y el choque psicológico que para él significó descubrir la verdadera naturaleza del comunismo. Copeman acabó sus días convirtiéndose al cristianismo y adoptando una postura abiertamente anticomunista.
Un caso similar es el de Eudocio Ravines, cuya obra La gran estafa (México, 1952), constituye una lectura obligatoria para comprender lo que fue la propaganda comunista en los años treinta del siglo XX.
Acerca de la labor cínicamente falaz de la propaganda de la Komintern con unos enfoques que todavía se pueden contemplar en medios «políticamente correctos» resulta especialmente documentado el testimonio de Arthur Koestler en su Autobiografía, publicada en España por Alianza Editorial y, más recientemente, por Debate.
Las fuentes históricas no pueden ser más diáfanas y lo que relatan se puede decir más alto pero no más claro. Cuestión aparte es que haya muchas personas que prefieran seguir abrazadas a un mito creado por la propaganda a aceptar la realidad histórica.