COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO

El episodio del alcázar de Toledo disfrutó de una enorme bibliografía desde los primeros meses de la guerra. Así, la editorial Heraldo de Aragón publicó en 1936 la obra de Emilio Colás Laguía y Antonio Pérez Ramírez titulada La epopeya del alcázar. Al año siguiente, la misma editorial editó el libro de Joaquín Arrarás y L. Jordana de Pozas El sitio del alcázar de Toledo, donde se incluía junto a una introducción de fray Justo Pérez de Urbel el Diario de operaciones del coronel Moscardó. La repercusión del episodio no se limitó ni a los vencedores de la guerra civil ni a España. En 1937, en Quito, Ecuador, se editaba una obra titulada muy expresivamente A los héroes del alcázar de Toledo, y ese mismo año aparecía en Leipzig la obra de Erich Dietrich Kriegsschule Toledo, y en Londres, The Epic of the Alcazar del mayor Geoffrey McNeill-Moss. En 1940 y 1941 respectivamente se publicaban en Italia L’Assedio dell’Alcazar, de Pietro Caporilli, y L’epopea dell’Alcazar de Alberto Bargelesi. Se trata tan sólo de botones de muestra de una extensísima bibliografía extranjera. El primer intento de desprestigiar el episodio del alcázar debe atribuirse a Herbert L. Matthews en su The Yoke and the Arrows, una obra que provocó la respuesta de Manuel Aznar en 1957 a través de un libro titulado El alcázar no se rinde. El libro de Matthews era historiográficamente muy malo y estaba plagado de errores. Algo similar sucede con Herbert Rutledge Southworth, cuyos errores, inexactitudes y simplificaciones sobre la guerra civil producen verdadero sonrojo en el investigador que conoce las fuentes. Su obra El mito de la cruzada de Franco, publicada por Ruedo Ibérico en 1963, con el paso de los años pasó a convertirse en una especie de biblia de los antifranquistas que lo elevaron a categoría de historiador cuando nunca pasó de ser un aficionado tendencioso entregado al panfleto. Si dentro del capítulo de la propaganda, Southworth merece un notable capítulo —en adelante, no serían pocos los que copiarían descaradamente sus posiciones—, en el de la Historia no ocupa el más mínimo. De hecho, escribiría un prólogo para la obra de Isabelo Herreros Mitología de la cruzada de Franco. El alcázar de Toledo, publicada en 1995 en Madrid, donde se vuelve a dar primacía a la propaganda sobre el estudio de las fuentes. De carácter también netamente propagandista —aunque mucho más exacto en el contenido que las obras antifranquistas citadas— es Defensa del alcázar. Una epopeya de nuestro tiempo de Ángel Palomino, publicado en 1995 por Planeta. El libro de Palomino es entusiasta y de todos es conocida la francofilia del autor, pero debe decirse en honor a la verdad que conoce magníficamente las fuentes y que la descripción del asedio, basado en las mismas, llega en algunos momentos a una notable altura narrativa. El año pasado la editorial Actas publicó, finalmente, El alcázar de Toledo: final de una polémica de los profesores A. Bullón de Mendoza y Luis E. Togores. La obra, en efecto, zanja historiográficamente diversas cuestiones relacionadas con el asedio.

En el conjunto de las obras citadas no suelen aparecer referencias a las consecuencias políticas de la liberación del alcázar. Me he detenido por eso en las páginas anteriores en esa cuestión. Más allá de su carácter mítico y propagandístico, el hecho de que Franco acudiera a salvarlo tuvo una resonancia política enorme. En ese sentido, liberar el alcázar —y consagrarse como el jefe del mando único del ejército alzado— bien valía para Franco el renunciar a la toma inmediata de un Madrid que, por otro lado, no habría resultado tan fácil de tomar como comúnmente se afirma.