DOCE

Os prometo que ésta será la última vez que utilice la frase «En aquel mismo instante en otro lugar», pero es que no se me ocurre otra forma de regresar al momento en que Klaus le acababa de explicar al señor Poe lo que había querido decir Sunny al gritar «¡aja!», y ahora todos en la Habitación de los Reptiles estaban mirando a Stephano. Sunny tenía un aspecto triunfante. Klaus tenía un aspecto desafiante. El señor Poe parecía furioso. El doctor Lucafont parecía preocupado. No se podría decir qué aspecto tenía la Víbora Increíblemente Mortal, porque las expresiones faciales de las serpientes son difíciles de interpretar. Stephano los miró en silencio a todos, el rostro conmocionado al intentar decidir si iba a desembuchar, palabra que aquí significa «admitir que realmente es el Conde Olaf y no tiene buenas intenciones», o perpetuar su engaño, frase que aquí significa «mentir, mentir y mentir».

—Stephano —dijo el señor Poe, y tosió en su pañuelo. Klaus y Sunny esperaban impacientes que siguiera hablando—. Stephano, explíquese. Acaba de decirnos que es un experto en serpientes. Sin embargo, antes nos dijo que no sabía nada de serpientes y que por consiguiente no podía estar involucrado en la muerte del doctor Montgomery. ¿Qué está pasando?

—Cuando dije que no sabía nada de serpientes —dijo Stephano—, lo hice por modestia. Ahora, si me perdonan, tengo que salir un momento y…

—¡No estaba siendo modesto! —gritó Klaus—. ¡Estaba mintiendo! ¡Y ahora también está mintiendo! ¡No es más que un mentiroso y un asesino!

Stephano abrió los ojos como platos y su rostro se llenó de ira.

—No tienes ninguna prueba de eso —dijo.

—Sí las tenemos —dijo una voz en la entrada, y todo el mundo se dio la vuelta para ver a Violet, allí de pie, con una sonrisa en la cara y pruebas en los brazos.

Cruzó triunfante la Habitación de los Reptiles hasta el extremo más alejado, donde seguían apilados los libros que Klaus había estado leyendo sobre la Mamba du Mal. Los otros la siguieron por entre las hileras de reptiles. En silencio, Violet alineó los objetos encima de una mesa: el frasquito de cristal cerrado con un tapón de goma, la jeringa con la afilada aguja, el fajo de papeles doblados, un carnet plastificado, la borla y el pequeño espejo de bolsillo.

—¿Qué es todo esto? —preguntó el señor Poe señalando los objetos.

—Esto —dijo Violet— son las pruebas que he encontrado en la maleta de Stephano.

—Mi maleta —dijo Stephano— es propiedad privada y no tienes permiso para tocarla. Es muy grosero por tu parte y, además, estaba cerrada con llave.

—Ha sido una emergencia —dijo Violet tranquilamente— y he forzado la cerradura.

—¿Cómo lo has hecho? —preguntó el señor Poe—. Las niñas buenas no deberían saber cómo hacer esas cosas.

—Mi hermana es una niña buena —dijo Klaus— y sabe hacer toda clase de cosas.

—¡Rufik! —asintió Sunny.

—Bueno, eso lo discutiremos más tarde —dijo el señor Poe—. Mientras tanto, prosigue, por favor.

—Cuando Tío Monty murió —empezó Violet—, mis hermanos y yo estábamos muy tristes, pero también teníamos muchas sospechas.

—¡No teníamos muchas sospechas! —exclamó Klaus—. ¡Si alguien tiene sospechas quiere decir que no está seguro! ¡Nosotros teníamos clarísimo que Stephano le había matado!

—¡Tonterías! —dijo el doctor Lucafont—. Como os he explicado a todos, la muerte de Montgomery Montgomery ha sido un accidente. La Mamba du Mal escapó de su jaula y le mordió, y eso es todo.

—Perdóneme —dijo Violet—, pero eso no es todo. Klaus ha leído un libro sobre la Mamba du Mal y se ha enterado de cómo mata ésta a sus víctimas.

Klaus se dirigió al montón de libros y abrió el que estaba encima. Había dejado un papelito en la página adecuada, y encontró inmediatamente lo que estaba buscando:

—«La Mamba du Mal —leyó en voz alta— es una de las serpientes más mortales del hemisferio, conocida por la estrangulación de sus víctimas, lo cual, en conjunción con su veneno, les da a todas ellas un tono tenebroso, horrible de contemplar». —Dejó el libro y se dirigió al señor Poe—. «Estrangulación» significa…

—¡Sabemos lo que significan todas las palabras! —gritó Stephano.

—Entonces debe saber —dijo Klaus— que la Mamba du Mal no mató a Tío Monty. Su cuerpo no tenía un tono tenebroso. Y más pálido imposible.

—Eso es cierto —dijo el señor Poe—, pero no demuestra necesariamente que el doctor Montgomery fuese asesinado.

—Sí —dijo el doctor Lucafont—. Quizás, por una vez, a la serpiente no le apetecía llenar a su víctima de cardenales.

—Es más probable —dijo Violet— que Tío Monty fuese asesinado con estos objetos. —Mostró el frasquito de cristal cerrado con el tapón de goma—. En la etiqueta de este frasquito pone «Veneno du Mal» y está claro que forma parte de la vitrina de muestras de venenos de Tío Monty. —Mostró la jeringa con la aguja afilada—. Stephano Olaf utilizó esta jeringa e inyectó el veneno a Tío Monty. Después hizo otro agujero para que pareciese que la serpiente le había mordido.

—Pero yo quería al doctor Montgomery —dijo Stephano—. Su muerte no me habría beneficiado en lo más mínimo.

Algunas veces, cuando alguien dice una mentira tan ridícula como ésta, es preferible hacerle caso omiso.

—Cuando yo tenga dieciocho años heredaré, como todos sabemos —prosiguió Violet ignorando por completo a Stephano—, la fortuna Baudelaire, y Stephano intentaba hacerse con esta fortuna. Y eso iba a resultar más fácil s i estábamos en un lugar más difícil de rastrear, como Perú. —Violet mostró el fajo de papeles doblados—. Son billetes para el Próspero, que zarpa del Puerto Brumoso en dirección a Perú hoy a las cinco en punto. Allí era donde Stephano nos estaba llevando cuando chocamos contra usted, señor Poe.

—Pero Tío Monty rompió el billete de Stephano para ir a Perú —dijo Klaus confundido—. Yo lo vi.

—Es cierto —dijo Violet—. Por eso tuvo que sacarse de encima a Tío Monty. Mató a Tío Monty —Violet se detuvo un instante y se estremeció—. Mató a Tío Monty y le cogió este carnet plastificado. Es el carnet de miembro de la Sociedad Herpetóloga. Stephano tenía planeado hacerse pasar por Tío Monty y embarcarse en el Próspero y llevarnos muy lejos, a Perú.

—Pero hay algo que no entiendo —dijo el señor Poe—. ¿Cómo se enteró Stephano de lo de vuestra fortuna?

—Porque en realidad es el Conde Olaf —dijo Violet, irritada por tener que explicar lo que ella, sus hermanos, vosotros y yo sabíamos desde el primer momento en que Stephano pisó aquella casa—. Puede haberse rapado la cabeza y quitado las cejas, pero la única forma de deshacerse del tatuaje de su tobillo izquierdo fue utilizando esta borla y este espejo de bolsillo. Tiene el tobillo cubierto de maquillaje para ocultar el ojo, y estoy segura de que, si frotamos esa zona con un trapo, podremos ver el tatuaje.

—¡Eso es absurdo! —gritó Stephano.

—Ya lo veremos —contestó el señor Poe—. Bien, ¿quién tiene un trapo?

—Yo no —dijo Klaus.

—Ni yo —dijo Violet.

—¡Guweel! —dijo Sunny.

—Bueno, si nadie tiene un trapo, quizá debamos olvidar todo esto —dijo el doctor Lucafont.

Pero el señor Poe alzó un dedo para decirle que esperase. Para la tranquilidad de los huérfanos Baudelaire, se metió la mano en el bolsillo y sacó su pañuelo.

—Su tobillo izquierdo, por favor —le dijo a Stephano con dureza.

—¡Pero usted ha estado tosiendo ahí todo el día! —dijo Stephano—. ¡Tiene gérmenes!

—Si realmente es quien los niños dicen que es —dijo el señor Poe—, los gérmenes son el menor de sus problemas. Su tobillo izquierdo, por favor.

Stephano —y ésta es la última vez, gracias a Dios, que tendremos que darle ese nombre falso— gruñó levemente y se subió el pantalón, para dejar al descubierto su tobillo izquierdo. El señor Poe se puso de rodillas y lo frotó unos instantes. Primero no pareció ocurrir nada, pero luego, como el sol que aparece entre las nubes tras una terrible tormenta, empezó a aparecer el leve trazado de un ojo. Se hizo más y más visible, hasta que fue tan oscuro como lo había sido la primera vez que los huérfanos lo vieron cuando vivían con el Conde Olaf.

Violet, Klaus y Sunny se quedaron mirando el ojo, y el ojo les devolvió la mirada. Por primera vez en sus vidas, los huérfanos Baudelaire estaban contentos de verlo.