Cuando Violet abrió la enorme puerta de la Habitación de los Reptiles, los reptiles seguían en sus jaulas, los libros seguían en sus estanterías y el sol matinal seguía atravesando las paredes de cristal, pero aquel lugar no era el mismo. A pesar de que el doctor Lucafont hubiese retirado el cuerpo de Tío Monty, la Habitación de los Reptiles no resultaba tan atractiva como de costumbre, y probablemente no volvería a resultarlo jamás. Lo que sucede en cierto lugar puede cambiar tus sentimientos hacia él, como una gota de tinta puede manchar una página en blanco. Puedes lavarla, lavarla una y otra vez, pero nunca podrás olvidar lo que ha transpirado, palabra que aquí significa «ocurrido y hecho que todo el mundo entristezca».
—No quiero entrar —dijo Klaus—. Tío Monty murió aquí.
—Sé que no queremos entrar —dijo Violet—, pero tenemos un trabajo que hacer.
—¿Trabajo? —preguntó Klaus—. ¿Qué trabajo?
Violet apretó los dientes.
—Tenemos un trabajo que hacer —dijo—, el que debería estar haciendo el señor Poe, que, como de costumbre, está lleno de buenas intenciones pero nos sirve de muy poca ayuda.
Klaus y Sunny suspiraron, mientras ella expresaba en voz alta un sentimiento que ninguno de los tres había formulado, pero que siempre, desde que el señor Poe se hizo cargo de sus asuntos, habían experimentado.
—El señor Poe no cree que Stephano y el Conde Olaf sean la misma persona. Y cree que la muerte de Tío Monty ha sido un accidente. Tenemos que demostrarle que está equivocado en ambas cosas.
—Pero Stephano no tiene el tatuaje —señaló Klaus—. Y el doctor Lucafont ha encontrado el veneno de la Mamba du Mal en las venas de Monty.
—Lo sé, lo sé —dijo Violet con impaciencia—. Nosotros tres sabemos la verdad, pero, para convencer a los adultos, tenemos que encontrar pruebas y evidencias del plan de Stephano.
—Si hubiésemos encontrado pruebas y evidencias antes —dijo Klaus con tristeza—, quizás hubiéramos salvado la vida de Tío Monty.
—Eso ya nunca lo sabremos —dijo Violet en voz baja, y miró la Habitación de los Reptiles, donde Monty se había pasado la vida trabajando—. Pero, si metemos entre rejas a Stephano por el asesinato que ha cometido, evitaremos como mínimo que haga daño a nadie más.
—Incluyéndonos a nosotros —señaló Klaus.
—Incluyéndonos a nosotros —asintió Violet—. Bueno, Klaus, busca todos los libros de Tío Monty que puedan contener información sobre la Mamba du Mal. Y avísame cuando encuentres algo.
—Pero esta búsqueda podría llevarme días —dijo Klaus, echando un vistazo a la considerable biblioteca de Monty.
—Bueno, nosotros no tenemos días —dijo Violet con firmeza—. Ni siquiera tenemos horas. A las cinco en punto el Próspero zarpa del Puerto Brumoso, y Stephano va a hacer todo lo que esté en su mano para asegurarse de que vayamos en ese barco. Y, si acabamos solos con él en Perú…
—Vale, vale —dijo Klaus—. Empecemos. Ten, mira este libro.
—Yo no voy a mirar ningún libro. Mientras tú estás en la biblioteca, voy a subir al dormitorio de Stephano para ver si encuentro alguna pista.
—¿Sola? —preguntó Klaus—. ¿En su habitación?
—No hay ningún peligro —dijo Violet, aunque no estaba tan segura—. Klaus, ponte a toda pastilla con lo s libros. Sunny, vigila la puerta y muerde a todo aquel que intente entrar.
—¡Ackroid! —dijo Sunny, lo que probablemente significaba algo como: «¡Recibido!».
Violet se fue, y Sunny, fiel a su palabra, se sentó cerca de la puerta mostrando los dientes.
Klaus se dirigió a la parte más alejada de la habitación, la biblioteca, evitando con cuidado la hilera donde estaban las serpientes venenosas. Ni siquiera quiso mirar a la Mamba du Mal ni a ningún otro reptil de mordedura mortal. A pesar de saber que la muerte de Tío Monty no había sido culpa realmente de la serpiente sino de Stephano, no pudo mirar al reptil que había puesto fin a la feliz época que estaban viviendo él y sus hermanas. Klaus suspiró y abrió un libro y, como en tantas otras ocasiones en que el mediano de los Baudelaire no había querido pensar en lo que ocurría, empezó a leer.
Aquí me veo forzado a utilizar la trillada expresión «en aquel mismo instante en otro lugar». La palabra «trillada» significa aquí «utilizada por tantos y tantos escritores que, cuando Lemony Snicket la utiliza, ya se ha convertido en un molesto cliché». En aquel mismo instante en otro lugar es una frase que se utiliza para unir lo que está ocurriendo en una parte de la historia con lo que está ocurriendo en otra parte de la historia, y se refiere a lo que aquí hacía Violet, mientras Klaus y Sunny estaban en la Habitación de los Reptiles. Pues, mientras Klaus empezaba su búsqueda en la biblioteca de Tío Monty y Sunny hacía guardia junto a la puerta con los dientes listos para morder, Violet estaba tramando algo que estoy seguro os interesará.
Violet fue a escuchar tras la puerta de la cocina, intentando oír lo que estaban diciendo los adultos. Seguro que sabéis que la clave para escuchar a escondidas es que no te descubran, y Violet se movió haciendo el menor ruido posible, intentando no pisar ninguna de las zonas del suelo que crujían. Al llegar a la puerta de la cocina, se sacó del bolsillo el lazo para el pelo y lo tiró al suelo, para que, si alguien abría la puerta, ella pudiese argumentar que estaba de rodillas para recogerlo y no para escuchar la conversación. Había aprendido aquel truco siendo muy joven, cuando escuchaba tras la puerta del dormitorio de sus padres para saber lo que planeaban para su cumpleaños y, como todos los trucos buenos, seguía funcionando.
—Pero señor Poe, si Stephano viene en el coche conmigo y usted conduce el jeep del doctor Montgomery —estaba diciendo el doctor Lucafont—, ¿cómo sabrá usted el camino?
—Ya veo a lo que se refiere —dijo el señor Poe—. Pero no creo que Sunny esté deseosa de sentarse en el regazo del doctor Montgomery, estando éste muerto. Tendremos que pensar otra solución.
—La tengo —dijo Stephano—. Yo llevaré a los niños en el coche del doctor Lucafont, y él, usted y el doctor Montgomery pueden ir en el jeep del doctor Montgomery.
—Me temo que eso no funcionará —dijo el doctor Lucafont con gravedad—. Las leyes de esta ciudad no permiten que nadie excepto yo conduzca mi coche.
—Y ni siquiera hemos discutido el asunto del equipaje de los niños —dijo el señor Poe.
Violet se levantó, pues había escuchado ya lo suficiente para saber que disponía de tiempo suficiente para subir al cuarto de Stephano. Muy, muy silenciosamente, subió las escaleras y cruzó el pasillo en dirección a la puerta de la habitación de Stephano, donde él había permanecido sentado con el cuchillo aquella horrible noche. Al llegar a la puerta, Violet se detuvo. Pensó que era alucinante que todo lo que tuviera algo que ver con el Conde Olaf diera miedo. Era una persona tan terrible que una simple ojeada a la puerta de su habitación aceleraba el corazón. Violet se encontró deseando casi que Stephano subiese a toda prisa las escaleras y la detuviese, para no tener que abrir aquella puerta y entrar en la habitación donde él dormía. Pero Violet pensó en su propia seguridad y en la de sus dos hermanos. A menudo uno encuentra el valor que creía no tener si su seguridad se ve amenazada, y la mayor de los Baudelaire encontró el valor suficiente para abrir la puerta. El hombro todavía le dolía del accidente de coche. Violet giró el pomo de latón y entró.
La habitación, como ella sospechaba, estaba sucia y desordenada. La cama por hacer y llena de migas de galleta y pelos por todas partes. Periódicos antiguos y catálogos de compra por correo formaban desiguales montones en el suelo. Encima de la cómoda había una pequeña variedad de botellas de vino medio llenas. La puerta del armario estaba abierta y dejaba a la vista unas perchas de alambre. Las cortinas que cubrían las ventanas estaban recogidas y tenían incrustado algo escamoso. Violet, al acercarse, vio con horror que Stephano las había utilizado como pañuelo.
Pero, a pesar de que era asqueroso, mocos secos no era la clase de prueba que Violet deseaba encontrar. La mayor de los huérfanos Baudelaire se quedó en el centro de la habitación y contempló el tremendo desorden. Todo era horrible, nada le servía de ayuda. Violet se tocó el hombro herido y recordó aquella ocasión en que, viviendo junto a sus hermanos con el Conde Olaf, se encontraron encerrados en la habitación de la torre. A pesar de haber sentido mucho miedo al verse atrapada en el santuario del Conde Olaf —frase que aquí significa «una habitación asquerosa donde se traman malvados planes»—, había resultado bastante útil, porque habían podido leer lo de las leyes nupciales y escapar de aquella difícil situación. Pero aquí, en el santuario de la casa de Tío Monty, todo lo que Violet podía encontrar era signos de suciedad. Stephano tenía que haber dejado en algún lugar una prueba que Violet pudiese encontrar y usar para convencer al señor Poe, pero ¿dónde estaba? Desanimada —y temiendo haber pasado demasiado tiempo en el dormitorio de Stephano—, regresó en silencio al piso de abajo.
—No, no, no —estaba diciendo el señor Poe cuando Violet se detuvo para volver a escuchar tras la puerta de la cocina—. El doctor Montgomery no puede conducir. Está muerto. Tiene que haber alguna forma de resolver todo esto.
—Se lo he dicho una y otra vez —dijo Stephano, y Violet notó por el tono de voz que se estaba enfadando—. Lo más fácil es que yo lleve a los tres niños hasta la ciudad, mientras usted nos sigue con el doctor Lucafont y el cadáver. ¿Qué podría ser más sencillo?
—Quizás tenga razón —dijo el señor Poe con un suspiro.
Y Violet se dirigió a toda prisa a la Habitación de los Reptiles.
—Klaus, Klaus —gritó—. ¡Dime que has encontrado algo! He ido a la habitación de Stephano, pero no hay nada que nos pueda servir, y creo que Stephano conseguirá meternos a los tres solos con él en el coche.
Klaus respondió con una sonrisa y empezó a leer en voz alta el libro que sostenía.
—«La Mamba du Mal —leyó— es una de las serpientes más mortales del hemisferio, conocida, por la estrangulación de sus víctimas, lo cual, en conjunción con su veneno, les da a todas ellas un tono tenebroso, horrible de contemplar».
—¿Estrangulación? ¿Conjunción? ¿Tenebroso? ¿Tono? —repitió Violet—. No tengo ni idea de lo que estás leyendo.
—Yo tampoco tenía ni idea —admitió Klaus—, hasta que he buscado algunas palabras. «Estrangulación» se refiere al acto de «estrangular». «En conjunción» significa «junto». «Tenebroso» significa «oscuro». Y «tono» significa «color». O sea, que la Mamba du Mal se caracteriza por estrangular a gente mientras la muerde, lo cual deja sus cuerpos oscuros de moratones.
—¡Para! ¡Para! —gritó Violet, tapándose las orejas—. ¡No quiero oír nada más de lo que le ocurrió a Tío Monty!
—No lo entiendes —dijo Klaus despacio—. Eso no es lo que le ocurrió a Tío Monty.
—Pero el doctor Lucafont dijo que había veneno de la Mamba du Mal en las venas de Monty.
—Seguro que sí, pero la serpiente no lo puso ahí. De haberlo hecho, el cuerpo de Tío Monty hubiera estado oscuro de moratones. Y tú y yo recordamos que estaba de lo más pálido.
Violet se dispuso a hablar y se detuvo al recordar el pálido, palidísimo rostro de Tío Monty cuando lo encontraron.
—Eso es verdad —dijo—. Pero entonces, ¿cómo fue envenenado?
—¿Recuerdas que Tío Monty nos dijo que guardaba veneno de todas las serpientes venenosas en probetas para estudiarlo? —dijo Klaus—. Creo que Stephano cogió el veneno y se lo inyectó a Tío Monty.
—¿De verdad? —Violet se estremeció—. Eso es horrible.
—¡Okipi! —gritó Sunny, al parecer asintiendo.
—Cuando se lo digamos al señor Poe —dijo Klaus, esperanzado—, Stephano será arrestado por el asesinato de Tío Monty y encerrado en la cárcel. Ya no intentará llevarnos a Perú, ni amenazarnos con cuchillos, hacernos cargar con su maleta, o cosas así.
Violet miró a su hermano con los ojos muy abiertos por la emoción.
—¡Maleta! —dijo—. ¡Su maleta!
—¿De qué estás hablando? —preguntó Klaus sorprendido.
Violet estaba a punto de explicárselo, cuando alguien llamó a la puerta.
—Adelante —dijo Violet, y le hizo una señal a Sunny para que no lo mordiese, cuando entró el señor Poe.
—Espero que estéis un poco más calmados —dijo el señor Poe, mirando uno a uno a los tres niños—, y que ya no alberguéis el pensamiento de que Stephano es el Conde Olaf. (Al usar el señor Poe «alberguéis» se refería a «penséis» y no a «lo tengáis viviendo en vuestra casa una temporadilla».)
—Aunque no fuese el Conde Olaf —dijo Klaus con cautela—, creemos que puede ser responsable de la muerte de Tío Monty.
—¡Tonterías! —exclamó el señor Poe, mientras Violet miraba a su hermano y negaba con la cabeza—. La muerte de Tío Monty ha sido un terrible accidente y nada más.
Klaus mostró el libro que estaba leyendo.
—Pero, mientras ustedes estaban en la cocina, nosotros hemos leído algo acerca de serpientes y…
—¿Leyendo algo acerca de serpientes? —dijo el señor Poe—. Creía que, después de lo ocurrido con el doctor Montgomery, querríais leer cualquier otra cosa, menos libros de serpientes.
—Pero he encontrado algo —dijo Klaus— que…
—No importa lo que hayas encontrado acerca de las serpientes —dijo el señor Poe sacando su pañuelo.
Los Baudelaire esperaron a que acabase de toser y lo guardara en un bolsillo.
—No importa —volvió a decir— lo que hayas encontrado acerca de las serpientes. Stephano no sabe nada de serpientes. Él mismo nos lo ha dicho.
—Pero… —empezó a decir Klaus, y se detuvo al ver a Violet.
Violet volvía a negar ligeramente con la cabeza. Era una señal que le indicaba que no le dijese nada más al señor Poe. Klaus miró a su hermana, al señor Poe y cerró la boca.
El señor Poe tosió en su pañuelo y miró su reloj de pulsera.
—Ahora que hemos resuelto la cuestión, queda el problema de las plazas de los coches. Sé que los tres estabais ansiosos por ver el interior del automóvil de un médico, pero lo hemos discutido una y otra vez, y simplemente no hay forma de solucionarlo. Los tres iréis con Stephano a la ciudad, mientras yo voy con el doctor Lucafont y con vuestro Tío Monty. Stephano y Lucafont están descargando todas las maletas, y nos vamos dentro de unos minutos. Si me perdonáis, tengo que llamar a la Sociedad Herpetóloga y darles la mala noticia.
El señor Poe tosió una vez más en su pañuelo y salió de la habitación.
—¿Por qué no has querido que le dijese al señor Poe lo que he encontrado? —le preguntó Klaus a Violet cuando estuvo seguro de que el señor Poe estaba fuera del alcance de su voz, frase que aquí significa «lo bastante lejos para no oír nada».
Violet no contestó. Estaba mirando por la pared de cristal de la Habitación de los Reptiles, observando cómo el doctor Lucafont y Stephano pasaban junto a los setos con formas de serpientes en dirección al jeep de Tío Monty. Stephano abrió la puerta del jeep y el doctor Lucafont empezó a sacar las maletas del asiento trasero con sus manos extrañamente rígidas…
—Violet, ¿por qué no has querido que le dijese al señor Poe lo que he encontrado?
—Cuando los adultos vengan a buscarnos —dijo Violet, sin hacer caso de la pregunta de Klaus—, no dejes que salgan de la Habitación de los Reptiles hasta que yo vuelva.
—Pero ¿cómo voy a lograrlo?
—Intenta una maniobra de distracción —contestó Violet con impaciencia, mientras seguía observando la pequeña pila que el doctor Lucafont hacía con las maletas.
—¿Qué distracción? —preguntó Klaus con ansiedad—. ¿Cómo?
—Santo Dios, Klaus —le replicó su hermana mayor—. Has leído centenares de libros. Seguro que has leído algo acerca de maniobras de distracción.
Klaus reflexionó un momento.
—Para ganar la guerra de Troya —dijo— los antiguos griegos escondieron a sus soldados en el interior de un enorme caballo de madera. Fue algo parecido a una distracción. Pero yo no tengo tiempo de construir un caballo de madera.
—Entonces tendrás que pensar en otra cosa —dijo Violet, y empezó a caminar hacia la puerta sin dejar de mirar por la ventana.
Klaus y Sunny miraron primero a su hermana y después por la ventana de la Habitación de los Reptiles, en la dirección en que ella estuvo mirando. Es notable como personas diferentes tienen pensamientos distintos al mirar una misma cosa. Porque, cuando los dos Baudelaire más jóvenes miraron al montón de maletas, sólo pensaron que, a menos que hiciesen algo rápidamente, iban a acabar a solas con Stephano en el jeep de Tío Monty. Pero, por la forma en que Violet miraba mientras salía de la Habitación de los Reptiles, estaba claro que pensaba en otra cosa. Klaus y Sunny no podían imaginar de qué se trataba, pero, de alguna forma, su hermana había llegado a una conclusión distinta al mirar su maleta marrón, o quizás la beige que contenía las cosas de Klaus, o quizás la negra grande con el reluciente candado plateado, que pertenecía a Stephano.