Isaac Asimov
Mis novelas y relatos sobre robots parecen haberse convertido en clásicos por derecho propio y, con la publicación de la serie de novelas de Robots & Aliens, se han convertido asimismo en el amplio universo literario de otros escritores. En tales circunstancias, podría ser útil recordar mis relatos de robots y describir algunos de los que creo que tienen un significado especial, explicando por qué pienso que lo tienen.
1. Robbie. Ésta fue la primera narración que escribí sobre robots. La compuse entre el 10 y el 22 de mayo de 1939, a los 19 años de edad, y a punto de graduarme en la universidad. Tuve muchas dificultades para colocarla, pues John W. Campbell la rechazó, lo mismo que Amazing Stories. Sin embargo, Fred Pohl la aceptó el 25 de marzo de 1940, y apareció en septiembre del mismo año en Super Science Stories, que editaba Fred Pohl. Como Fred Pohl era Fred Pohl, cambió el título por Strange Playfellow, pero yo volví a cambiarlo cuando lo incluí en mi libro Yo, Robot, y apareció como Robbie en todas las sucesivas reencarnaciones. Aparte de ser mi primer relato de robots, Robbie es significativo porque, en él, George Weston le dice a su esposa, en defensa de un robot que hace de nodriza «No puede dejar de ser leal, amante y amable. Es una máquina… hecha de este modo». En mi primer relato, éste es el primer indicio de lo que eventualmente llegó a ser la Primera Ley de la Robótica, y del hecho básico de que los robots fuesen construidos con reglas de seguridad innatas.
2. Reason (Razón). Robbie no habría significado nada por sí mismo, de no haber escrito yo más relatos de robots, especialmente por haber aparecido en una revista de escasa importancia. Sin embargo, escribí una segunda narración de robots: Reason, y ésta le gustó a John Campbell. Después de cierta revisión, apareció en el número de abril de 1941 de Astounding Science Fiction y despertó el interés del público. Los lectores se enteraron de que había una cosa llamada «robots positrónicos», y también se enteró Campbell, lo cual hizo posible todo lo que siguió.
3. Liar (Embustero). En el número siguiente de Astounding, en mayo de 1941, apareció mi tercer relato de robots: Liar. La importancia de esta historia es que en ella presentaba a Susan Calvin, que se convirtió en la protagonista de mis primeros relatos sobre robots. Esta narración empecé a escribirla de una manera algo torpe, debido principalmente a que trata de las relaciones entre ambos sexos, en una época en que todavía no había salido con ninguna joven. Por fortuna, aprendo rápidamente y, en esta historia, introduje varios cambios significativos antes de permitir que apareciese en Yo, Robot.
4. Runaround. La historia de robots que siguió a las anteriores, en el número de marzo de 1942 de Astounding, fue la primera narración en la que presenté las Tres Leyes de la Robótica de manera explícita y no implícita. En ella, un personaje, Gregory Powell, le dice a otro, Michael Donovan: «Mira, empecemos con las tres reglas fundamentales de la Robótica, las tres reglas que están más profundamente grabadas en el cerebro positrónico de un robot». Y entonces, las recita.
Más adelante las denominé Leyes de la Robótica, y su importancia para mí es triple:
a) Me guiaron al forjar mis argumentos y me permitieron escribir muchas historias cortas, y también varias novelas basadas en robots. En éstas, estudié constantemente las consecuencias de las Tres Leyes.
b) En realidad, se trata de mi invención literaria más famosa, citada por otros autores. Si todo lo que he escrito debe ser olvidado algún día, las Tres Leyes de la Robótica serán, seguramente, las últimas en morir.
c) El pasaje de Runaround, antes citado, constituyó el primer párrafo en que el vocablo «robótica» fue impreso en lengua inglesa. Por consiguiente, soy el inventor de la palabra (y también de «robótico», «positrónico» y «psicohistoria») que constan en el Diccionario Inglés de Oxford, que se toma la molestia de citar las Tres Leyes. (Todas estas cosas fueron creadas en mi 22.º aniversario y me temo que, desde entonces, no he creado nada, lo que me imbuye pensamientos bastante tristes).
5. Evidence (Evidencia). Ésta fue la única historia que escribí mientras estaba en el ejército durante 8 meses y 26 días. En cierto momento, convencí a una amable bibliotecaria que me dejase quedarme en la biblioteca durante el almuerzo, estando ya cerrada, a fin de poder trabajar en la historia. Fue la primera en la que utilicé un robot humanoide. Stephen Byerley, el robot humanoide en cuestión (aunque en la obra no dejo bien claro si se trata de un robot o no), representa mi primer abordamiento de R. Daneel Olivaw, el robot humaniforme que aparece en algunas de mis novelas. Evidence apareció en el número de septiembre de 1946 de Astounding Science Fiction.
6. Little Lost Robot (El pequeño robot perdido). Mis robots tienden a ser entidades casi perfectas. En realidad, a medida que progresaban los relatos, iban ganando en cualidades éticas y morales hasta superar a los seres humanos y, en el caso de Daneel, se acercaban a la perfección. Sin embargo, no tenía la intención de limitarme a los robots como nuestros salvadores. Seguí, pues, los vientos de mi imaginación adónde me llevaban, y fui capaz de considerar los aspectos menos confortables del fenómeno de los robots.
Muchos años después de que este libro viera la luz, recibí la carta de un lector que me acusaba de que, en un relato de robots mío que acababa de publicarse, yo mostraba el aspecto peligroso de los robots. Me acusaba, en efecto, de un fallo de coherencia.
Que estaba equivocado se demuestra en Little Lost Robot, donde un robot es el traidor, aunque la historia apareciera casi medio siglo atrás. El aspecto negativo de los robots no es el resultado de un fallo de coherencia, originado por mi avanzada edad y mi decrepitud, sino que ha sido una preocupación constante a lo largo de toda mi carrera.
7. The Evitable Conflict (El conflicto evitable). Fue una continuación de Evidence y apareció en el número de junio de 1950 de Astounding. Fue la primera narración que escribí tratando principalmente con ordenadores (en el relato los llamaba «máquinas»), más que con robots. La diferencia no es importante. A un robot se le puede definir como «una máquina computarizada» o como «un ordenador móvil». También puede considerarse a un ordenador como un «robot inmóvil». En cualquier caso, no distingo claramente entre los dos, aunque las «máquinas», que no aparecen físicamente en el relato, son claramente ordenadores. Incluí la historia sin vacilación en mi colección de robots Yo, Robot, y no objetaron nada ni el editor ni los lectores. Sí, Stephen Byerley sale en la novelita, pero no juega ningún papel la cuestión de su roboticidad.
8. Franchise. Ésta fue la primera historia en que traté con ordenadores como tales, sin pensar en ellos como robots. Se publicó en el número de agosto de 1955 de If: Words of Science Fiction, y por entonces yo ya estaba familiarizado con la existencia de los ordenadores. Mi ordenador era un «Multivac», diseñado como una versión mayor y más compleja del, por aquel entonces ya existente, «Univac». Lo describí como una máquina tremendamente grande, aunque me faltó la oportunidad de predecir la miniaturización y aumento de capacidad de los ordenadores.
9. The Last Question (La última pregunta). Mi imaginación no me traicionó, no obstante, mucho tiempo. En The Last Question, que apareció en el número de noviembre de 1956 de Science Fiction Quarterly, discutí la miniaturización y progreso de los ordenadores y seguí a través de un trillón de años de evolución (tanto de los ordenadores como del hombre) hasta llegar a una conclusión lógica, la cual, para descubrirla, es preciso leer el relato… Es, fuera de toda cuestión, mi favorita entre todas las historias que he escrito durante mi carrera.
10. The Feeling of Power (Sensación de poder). La miniaturización de los ordenadores desempeñó un pequeño papel como consecuencia colateral en esta historia. Se publicó en el número de febrero de 1958 de If, y también es una de mis favoritas. En esta historia, traté con ordenadores de bolsillo que no debían aparecer a la venta hasta diez o quince años más tarde, después de la publicación de la historia. Además, fue una de las narraciones en que predije con acierto la implicación social del adelanto tecnológico, en lugar del adelanto tecnológico en sí mismo.
La historia se refiere a nuestra posible pérdida de la capacidad de efectuar cálculos aritméticos simples, a través del uso perpetuo de los ordenadores. Lo escribí como una sátira que combinaba pasajes de humor con otros de amarga ironía, pero en realidad escribí más de lo que sabía. Aquellos días poseía un calculador de bolsillo y gruñía contra el tiempo y el esfuerzo que me costaba restar 182 de 854. Ahora utilizo siempre la maldita maquinita. The Feeling of Power es una de mis historias que aparecen con más frecuencia en las antologías.
En cierto modo, el relato muestra el aspecto negativo de los ordenadores y, en aquel período, también escribí historias que mostraban las posibles reacciones vengadoras de los ordenadores o robots maltratados. Para los ordenadores, está Someday, publicado en el número de agosto de 1956 de Infinity Science Fiction; y para los robots (en forma de automóvil), Sally, que apareció en el número de mayo-junio de 1953 de Fantastic.
11. Intuición femenina. Mis robots casi siempre son masculinos, aunque no necesariamente en el verdadero sentido del género. Al fin y al cabo, les doy nombres masculinos y me refiero a ellos en este sentido. Por sugerencia de una mujer editora, Judy-Lynn del Rey, escribí Intuición femenina, publicado en el número de octubre de 1969 en The Magazine of Fantasy and Science Fiction. Demostraba, por un lado, que también puedo describir a un robot femenino. Más tarde, en mi libro Robots e Imperio, hay un capítulo en que un robot humanoide femenino desempeña un papel importante. Es una traidora, cosa que podría sorprender a los que conocen mi frecuentemente manifiesta admiración por la mitad femenina de la humanidad.
12. El hombre del bicentenario. Esta historia, publicada en 1976 en una antología de bolsillo de ciencia ficción original, Stellar 42, editada por Judy-Lynn del Rey, fue mi exposición más meditada del desarrollo de los robots. Los seguía en una dirección completamente diferente a la seguida en The Last Question. Trata del deseo de un robot de convertirse en hombre y la manera cómo lleva a cabo dicho deseo, paso a paso. También llevé el argumento hasta su conclusión lógica. No tenía intención de escribir esta historia cuando empecé. La escribí, y le di mil vueltas en la máquina de escribir. Acabó siendo mi tercera favorita entre todas mis historias. Antes que ella, sólo cuento The Last Question ya mencionada, y The Ugly Little Boy, que no es un relato de robots.
13. Bóvedas de acero. Mientras tanto, y a sugerencia de Horace L. Gold, editor de Galaxy, había escrito una novela de robots. Me había resistido a hacerlo porque creía que mis ideas sobre los robots sólo encajaban en las historias cortas. Gold, no obstante, sugirió que escribiese un misterio con asesinato, con un detective robot. Seguí la sugerencia en parte. Mi detective era un humano completo, Elijah Baley (tal vez el personaje más atractivo de los que he inventado, en mi opinión), pero con un robot colega, R. Daneel Olivaw. En el libro, según creo, conseguí la perfecta fusión de misterio y ciencia ficción. Apareció en los números de octubre, noviembre y diciembre de 1953 de Galaxy, y Doubleday la publicó como novela en 1954.
Lo que me sorprendió de este libro fue la reacción de los lectores. Si bien aprobaban a Elijah Baley, su total interés residía en Daneel, al que yo había tratado como un personaje secundario. La aprobación fue especialmente intensa entre las mujeres que me escribieron. (Trece años después de haber yo inventado a Daneel, la serie televisiva Star Trek apareció en las pantallas con un Mr. Spock muy semejante a Daneel, cosa que no me molestó, y observé que las telespectadoras quedaban muy interesadas en él. No pretendo analizar este extremo).
14. El sol desnudo. La popularidad de Elijah y Daneel me indujo a escribir una segunda parte El sol desnudo, que se publicó como serial de tres partes en los números de octubre, noviembre y diciembre de 1957. Naturalmente, parecía lógica la repetición del éxito en una tercera novela. Incluso empecé a escribirla en 1958, pero las cosas no fueron por ese camino y, entre diversos avatares, no terminé de escribirla hasta 1983.
15. Robots del amanecer. Ésta, la tercera novela de la serie de Elijah Baley R. Daneel, la publicó Doubleday en 1983. En ella introduje a un segundo robot R. Giskard Reventlov, y esta vez no me sorprendió que se hiciera tan popular como R. Daneel.
16. Robots e Imperio. Cuando fue necesario dejar que Elijah Baley muriese (por vejez), creí que no tendría problemas en añadir un cuarto volumen a la serie, siempre que viviera Daneel. El cuarto libro, Robots e Imperio, lo publicó Doubleday en 1985. La muerte de Elijah provocó cierta reacción, pero nada en comparación con el alud de cartas de pésame que recibí cuando las exigencias del argumento hicieron necesario que también muriese R. Giskard.
De modo que mis relatos de robots casi han tenido tanto éxito como mis libros de la Fundación; y si el lector desea conocer la verdad (en un susurro, claro, y por favor, guarden esto como una confidencia), me gustan más mis relatos de robots.
En esta obra, Renegado, Cordell Scotten ha escrito una excelente muestra de por qué me gustan las historias de robots. En esta intrigante y complicada historia, se desarrolla una simple cuestión derivada de las Leyes «¿Cuál es el ser más humano?».
Isaac Asimov