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Un «canto del cisne»

Por fin, la fase experimental quedó terminada. Los agricultores robots estaban plenamente programados para convertir el Mundo Ostrícola en una inmensa granja. Durante aquel tiempo, Ariel y los suyos no obtuvieron ninguna respuesta de los ceremiones, ni positiva ni negativa; y ahora, cuando estaban a punto de marcharse, no habían solicitado la respuesta por miedo a que fuese negativa.

El número de ceremiones que todas las noches dormía entre los ramajes del bosque había decrecido, y Ariel sospechaba que Sinapo y sus cerebrones habían vuelto a su estilo nómada. Éste era un signo positivo, aunque podía dificultar su partida, porque Ariel deseaba reunirse otra vez con Sinapo antes de irse. Era Sinapo quien la había apoyado y era él quien se merecía las gracias y una última expresión de gratitud. Y así, aquel día después de comer, cuando Wolruf hubo entregado un informe altamente satisfactorio sobre la operación a largo plazo denominado agroterra, Ariel apartó su silla de la mesa y miró a Adán Plateado, que estaba como siempre junto a la puerta.

—Adán, procura contactar con el ceremión Sinapo por tu radio.

—No será posible, miss Ariel.

—¿Por qué no?

—Ya se ha trabado a esta hora, esté donde esté.

Ariel había olvidado esta costumbre. Bien, contactarían con él a la mañana siguiente.

A las diez de la mañana, Adán contactó por radio con Sinapo. Se hallaba a dos días de distancia. Se dispuso una reunión para las diez de la mañana del tercer día. El lugar donde se habían celebrado las otras reuniones estaba ya cubierto por las instalaciones terminales, pero Derec, Ariel, Wolruf y Adán, fueron en el camión hacia la nueva terminal la mañana del tercer día, y dejaron el vehículo dentro de la bóveda, en la zona de aparcamiento occidental contigua a la calle Mayor.

Derec había insistido en la compañía de Adán, arguyendo que el robot proporcionaba al equipo la eficiencia en el lenguaje de los ceremiones, que equilibraba la eficiencia de los ceremiones en el lenguaje estándar galáctico. Ariel no se mostró muy entusiasmada con la participación de Adán, objetando que, como no estaban ya negociando, no se necesitaba ninguna acción de equilibrio. Al fin había accedido, mas por otro motivo si se producía alguna confusión respecto al lugar de la cita, Adán podría comunicarse con los ceremiones.

Pasaron por un pasillo que conectaba las instalaciones interiores con las exteriores y, al final, daba a la pradera. Ariel salió y experimentó una punzada dolorosa al pasar junto a la tumba de Jacob, para situarse entre la alta hierba, lejos de la terminal, a fin de hacerse bien visible. Eran las 9:45 de la mañana.

Los dos ceremiones negros descendieron a las diez en punto, frenando el vuelo con las alas negras como el carbón, en el último momento, según su costumbre. La joven estaba al lado de Derec a su derecha, y Wolruf a su izquierda. Adán Plateado hubiese estado detrás de Derec, y no a su derecha, pero Ariel no podía controlar esta situación y aparentemente a Derec no le importaba. Pero esto obligaba a la joven a compartir el centro de la hilera con Derec. Los alienígenas no parecieron fijarse en ello. Sinapo se plantó delante de Ariel.

—Sarco y yo estamos muy complacidos de volverte a ver, pequeña jefa.

Era Sarco, pues, el que estaba delante de Derec. Un débil olor a amoníaco penetró por las fosas nasales de la joven. Dominó su estornudo con un gran esfuerzo.

—Wolruf, Derec, también nos encanta volver a veros —dijo Sarco.

—Wolruf, Derec y yo —dijo a su vez Ariel—, nos sentimos igualmente complacidos de volver a ver a los jefes de los cerebrones y los miostrianos, y contentos asimismo por poder comunicar las modificaciones de nuestro programa, que ya están terminadas y satisfactoriamente implementadas. Nuestras nuevas plantas comparten la Pradera de la Serenidad con la hierba indígena a fin de reducir al mínimo la perturbación ecológica, a medida que nuestras granjas se extienden por la pradera.

—Me complace informar que Sarco no ha hallado ningún trastorno en nuestro tiempo —replicó Sinapo—, nada al menos que pueda atribuirse a vuestras actividades.

—Lo cual es una estupenda noticia —se alegró Ariel.

Diplomáticamente era imposible evitar las malas noticias, pero era preciso tratarlas antes de poder abandonar el planeta sintiéndose satisfechos en sus relaciones con los ceremiones. Ariel continuó sin pausa alguna:

—Debo expresar ahora nuestro pesar por el inevitable accidente que le costó la vida a uno de los vuestros y a uno de los nuestros.

—Sí, se trata de Neuronius, mi versátil amigo y ayudante. Temo que la culpa fue suya y, aunque lamento su conducta y su pérdida, todavía siento más que se llevara consigo a uno de los vuestros. Creíamos que era el que vosotros llamáis Plateado. Él y Neuronius sostuvieron una reunión anteriormente que no concluyó demasiado bien. Pero fue Plateado quien dispuso el encuentro, por lo que obviamente no pudo ser él la víctima.

—Exacto, yo soy Adán Plateado.

La voz del robot sobresaltó a Ariel. Ahora lamentaba intensamente haberle traído hasta allí. No había querido que Adán participara activamente en la reunión. Sin embargo, allí estaba, entre Derec y Wolruf, como si tuviese tanta voz y voto como la alienígena.

Antes de que Ariel pudiera intervenir, Adán continuó:

—El que murió fue Jacob Winterson. El robot personal de miss Ariel, cuya clonación llevaba yo entonces. Ahora veo que Neuronius debió confundirle conmigo. Hasta este momento no lo había visto con claridad.

—Lamentamos que uno de los nuestros destruyese a uno de tus servidores, miss Ariel Welsh —dijo Sinapo—, pero debemos regocijarnos de que no destruyera también a Adán Plateado. Neuronius era un ser enfermo, pero rechazó todos los ofrecimientos de ayuda, por lo que nosotros no pudimos hacer nada por él.

En aquel momento, Ariel se hubiese alegrado de que Neuronius también hubiera destruido a Adán Plateado.

—Todos debemos olvidar esos incidentes —dijo en cambio—. Nosotros tenemos otras responsabilidades y ahora debemos abandonar vuestro planeta para continuar con otros esfuerzos, seguramente menos recompensadores. Los robots han sido reprogramados y su misión futura está clara, y estoy segura de que veréis que son unos encantadores cohabitantes. Ha sido un sincero placer conoceros a los dos, jefe Sinapo, jefe Sarco.

—Permite que te asegure —respondió Sarco— que todos los micerones harán cuanto esté en sus manos por los que dejáis aquí, tanto por vosotros como por vuestros robots.

—Hablando de los que se quedan aquí —manifestó Ariel—, una última cosa veréis que hemos dejado las operaciones agrícolas y urbanas bajo la supervisión de un robot llamado Wheeler, que ahora tiene la forma de un ceremión pequeño, el único robot del planeta que ostenta esa forma. Sus Leyes de la Robótica reconocen a los ceremiones como humanos. Así, él y los demás robots obedecerán todas las órdenes que deseéis darles.

—¿Quién sabe lo que reserva el futuro? —exclamó Sinapo—. Tu visión permite al menos que manejemos ese futuro a nuestra manera, y por eso te estamos muy agradecidos. Y ahora, me hago eco de los sentimientos de mi colega. Que la fortuna os sea propicia en todas vuestras empresas.

Los dos alienígenas emprendieron el vuelo y parecieron salir graciosamente de la vida de Ariel, aunque no sin dejarla gravemente perturbada por los buenos sentimientos demostrados. Asimismo, por el conocimiento de que el salvaje había contribuido, pese a su ignorancia, a la muerte de Jacob; por el dolor de recordar públicamente al robot, y ahora que todo había terminado y empezaba a quedar en el olvido, por la constatación de que ella había descuidado a Derec desde hacía mucho tiempo.

Se volvió hacia él, el joven inclinó la cabeza y ella le besó con un beso muy largo y lo abrazó. Cuando él contestó con el mismo ardor, Ariel sintió que el manto del liderazgo le resbalaba de sus hombros, y el alivio que experimentó fue tan grande que estuvo segura de que jamás volvería a lamentar haber perdido el mando, ni desearía volver a gozar de los privilegios que sólo le pertenecían a Derec. También se había olvidado de alguien más. Soltó a Derec por el brazo izquierdo del joven y acarició la piel de Wolruf, atrayéndola hacia sí y abrazándola junto a Derec.

—Bien, aquí hemos terminado —murmuró—. Y vosotros lo sois todo para mí.

Mirando por encima del hombro de Derec, le guiñó un ojo a Adán Plateado. De este modo sabría que quedaba incluido en el abrazo. Era su modo de darle las gracias, sin dejar de hacer que Adán sintiese que ella era superior a él, aunque dándole también las gracias por su esfuerzo en el Acantilado del Tiempo. Era él quien había estropeado y salvado luego todo el proceso y quien había fortalecido el lazo entre ella y Sinapo.

Formaban una extraña pareja Adán Plateado y Eva. ¿De dónde procedían? De no haber obedecido las Leyes de la Robótica, Ariel los habría clasificado como robots alienígenas. ¿Qué les reservaba el futuro? Y en realidad, ¿qué les reservaba el futuro a los demás, teniendo que tratar con Adán y Eva?