NOTA DEL EDITOR

La totalidad de la obra literaria de Isidore Ducasse se imprimió entre 1868 y 1870, es decir entre la fecha del regreso de su segunda estancia en América y la de su misteriosa muerte. Y dentro de ese mismo período fueron escritos los pocos textos no literarios del poeta que han llegado hasta nosotros: las cartas a su frustrante editor Lacroix y al banquero de su padre en París, M. Darasse. Durante esos dos años, públicos respecto a la historia de la literatura, después del rescate de los textos cuatro lustros más tarde, y secretos en cuanto a la biografía, y que, seguramente, él consideraba el arranque de una carrera en las letras, Ducasse vio impresa su obra casi a medida que la escribía, pero no estrictamente publicada, puesto que no llegó a convencer a Lacroix de que pusiera en venta la edición bruxelense de los Cantos, el primero de los cuales había impreso en París, a sus costas, en agosto de 1868 y republicado unos meses después en Burdeos, formando parte de una entrega poética de diversos autores titulada Parfums de l’âme. La primera edición de las Poesías es de 1870 (París, Librairie Gabrie) y la nonata de los Cantos de Maldoror de Lacroix-Verboekhoven estaba impresa en el otoño de 1869. No es pues clara hasta 1890, fecha de la edición de León Genonceaux, en París, de los Cantos, la presencia de Lautréamont en la literatura francesa. Esa edición y un primer estudio de Remy de Gourmont (Mercure de France, 1891) incorporó la figura de Ducasse a la nómina de la gran poesía francesa y, por obra del entusiasmo de los simbolistas tardíos, primero, y de los surrealistas al comienzo de la década de los veinte (las Poesías, fueron reeditadas por Breton en 1919 y por Philippe Soupault en 1923), a la mitología poética universal.

Sin duda el misterio que, a pesar del empeño de los investigadores, envuelve la biografía de Ducasse ha sido un importante estímulo para la devoción que su obra ha despertado en diversas generaciones literarias a lo largo del siglo XX. Se sabe que nació en Montevideo el 4 de abril de 1846 y no faltan datos fundamentales acerca de la identidad de sus padres y de las familias de las que procedían, pero nada se sabe de la infancia rioplatense del poeta. El cargo relativamente importante del padre, François, en el servicio consular y su doble fama de funcionario eficiente y de persona cultivada, de costumbres galantes, hacen suponer cómoda la infancia de Ducasse; el período de la historia del Uruguay en que se desarrolla puede inclinar a imaginarla agitada. De su primera estancia en Francia, de 1859 a 1865, no se conocen más que los escuetos datos de su comportamiento escolar en los liceos imperiales de Tarbes y de Pau, datos poco reveladores, con la sola excepción del testimonio de un condiscípulo de Pau, Paul Lespès, que ya octogenario, en 1927, contó a un biógrafo de Lautréamont, lo que recordaba, sobre todo de las tribulaciones del poeta adolescente en las clases de retórica. Según Lespès Ducasse odiaba la composición latina, era entusiasta de Sófocles, de Corneille y de Racine y admiraba a Poe y a Gautier. Tomaba rigurosamente en serio la grandilocuencia de su estilo y era muy sensible al poco aprecio que la desmesura de sus gustos y propósitos literarios despertaba en el circunspecto profesor Hinstin. Lespès no recordaba, por lo demás, a Ducasse como un muchacho ni extraordinario ni extravagante. Se sabe que en 1865 Ducasse volvió al Uruguay, pero no se conoce de ese período otra cosa que los vagos recuerdos de Prudencio Montagne, que ha descrito el lugar donde vivía y unos paseos dominicales. A su regreso a Francia, el poeta, seguramente, se detuvo en Burdeos donde conocía a Evariste Carrance, que fue, como sabemos, uno de sus primeros editores (Parfums de l’âme), y se instaló en París, a mediados de 1867, en un hotel de la calle Notre-Dame-des-Victoires. Desde esa fecha hasta la de su muerte, cambió por lo menos tres veces de señas que corresponden en todo caso a alojamientos confortables y de precio más bien alto. Esto y lo que estrictamente reflejan las cartas que la presente edición reproduce, es todo lo que se sabe del breve período de vida, llamémosla profesional, del escritor Ducasse-Lautreamont, uno de los fundadores de la imaginación moderna, que murió en París el 24 de noviembre de 1870.

La presente traducción de Aldo Pelegrini, publicada por primera vez en Buenos Aires en 1964, es la primera versión castellana de las obras completas y la primera íntegra de los Cantos de Maldoror.