La luna habla de la muerte
3 de noviembre de 1790
Lausana
¿Hay razones para considerar creíbles los elementos centrales de la historia?
Las hay. En primer lugar, la ubicación de este reino de Broken, pequeño pero evidentemente poderoso, resulta fácil de calcular: el narrador menciona que queda al margen de las fronteras del nordeste del imperio occidental de Roma, de modo que cabe emplazarlo en algún lugar del territorio germánico, al tiempo que sus descripciones de un paisaje campestre espectacular nos hacen pensar no solo en los fértiles campos de los ríos Saale y Elbe, sino, con mayor exactitud todavía, en los bosques densos y atemporales de Turingia y Sajonia, en particular la cadena de las montañas Harz, que alcanza su cumbre en un pico llamado Brocken (es evidente que la «c» se perdió en el dialecto de Broken, de tal modo que la palabra sonaba tal como se habría pronunciado, o se pronunciaría aún, tanto en el inglés clásico como en el moderno). Dicha montaña ha sido siempre famosa por su supuesta condición de morada de fuerzas pecaminosas y ritos sobrenaturales[2] y sus atributos físicos se asemejan mucho a los de aquella en cuya cima se dice que se erigió la ciudad de Broken (en particular por su cumbre de piedra, que mantiene ciertas semejanzas con el baluarte galo de Alesia, aunque alcanzaba una altura mucho mayor).
En lo relativo a las costumbres y la cultura, el pueblo de Broken era sin duda más avanzado que cualquier otro que pueda hallarse en la Europa central entre los siglos V y VIII de nuestra era, período en el que parece haber transcurrido la mayor parte de la historia del reino. Sin embargo, creo que dicha diferencia puede explicarse por la afirmación del narrador anónimo, según la cual el mandatario y fundador del reino, un tal Oxmontrot, y algunos miembros de su tribu habían luchado como auxiliares bárbaros tanto de la región oriental del Imperio romano, como de la occidental. Evidentemente, el jefe de ese clan no solo poseía una fuerza brutal para sostener la espada, sino también un intelecto poderoso, capaz de absorber y dar uso a muchas de las tradiciones romanas más bellas, nobles y administrativamente eficaces.
Por desgracia, también legitimó las creencias de sus acompañantes menos perspicaces, que habían sido captados por algunas de las prácticas romanas más extremadas en el culto a la sensualidad y al materialismo, organizadas en torno a deidades como Elagábalo [var. Heliogábalo] y Astarté, y que anhelaban conformar una nueva fe propia, de características similares. Dicho anhelo tomó la forma de un culto igualmente secreto y degenerado al que Oxmontrot permitió convertirse en la nueva fe del reino de Broken por razones que se aclararán más adelante. Dicha fe se organizó en torno a lo que, hasta entonces, había sido una deidad menor de las provincias orientales de Roma, llamada Kafra; su dominio llevaría al segundo desarrollo en importancia de los primeros años de Broken, la creación de una raza de exiliados conocidos como los Bane[3].
Edward Gibbon a Edmund Burke