Mi cráneo agujereado vuelve a ver y mis descoloridas mandíbulas crujen ante el deseo de contar los secretos de Broken…
Y así se alzan al fin estas palabras de la tierra en que voy a enterrarlas, desafiando al destino como jamás podrá hacerlo Broken, mi patria. Seguirán los grandes muros de granito de la ciudad hechos añicos hasta regresar a la piedra pulida con que fueron construidos. No pretendáis, estudiosos aún nonatos, conocer mi reino; está tan barrido por el viento y tan olvidado como mis huesos. Tengo ahora el propósito de contaros cómo llegó a ocurrir esta catástrofe.
Tampoco deberéis ocupar vuestras mentes, quienquiera que desentierre este relato, indagando quién soy o qué hice en vida: vendrán pistas suficientes, pero los febriles intentos de interpretarlas no servirán más que para distraeros de la importancia que pueda tener la tragedia mayor. Baste con saber que he muerto y que, de uno u otro modo, he presenciado cuanto aquí describo.
¿Os asombra que hable de tragedias? ¿Qué otra cosa puedo hacer? No en vano, sé bien que los historiadores de vuestro tiempo no podrán siquiera afirmar con convicción si Broken llegó a existir pese a sus magníficos logros. Sé bien que sus enemigos, así como algunos de sus más leales ciudadanos —y, por supuesto, la propia naturaleza—, pondrán tanto empeño como evidentemente han puesto ya para desmantelar la magnífica figura de esta gran ciudad. Y sé que yo mismo, de cuya mente brotó dicha magnificencia, aún tengo por justa esa destrucción…[4]
Antes de seguir, téngase en cuenta, por encima de todo, lo siguiente: os embarcáis en un viaje en el que intervienen todas las crueldades, todos los impulsos contranaturales y todo el salvajismo de los que son capaces los hombres; y sin embargo, también hay aquí compasión y valor, aunque forma parte de las peculiaridades de esta historia que cada una de esas virtudes aparezca cuando menos se la espera. Entonces: que la fortaleza del corazón os guíe a través de cada período de confusión para llegar al siguiente punto de esperanza, alejando el desánimo del alma y permitiéndoos así obtener de esta historia un aprendizaje que mis descendientes y yo mismo dejamos escapar.
Sí, yo me perdí por completo… ¿Sigo perdido? Mi propia familia murmura que me he vuelto loco, como hicieron ya cuando hablé por primera vez de la necesidad de registrar todos estos sucesos con el único propósito de enterrar el texto final en lo más hondo de la tierra. Mas si he enloquecido es por culpa de estas visiones del destino de Broken: visiones que empezaron de modo espontáneo hace tiempo y nunca han desaparecido, por muy desesperadas que fueran mis súplicas a más de una deidad y pese a las tóxicas pociones que pueda haber consumido. Suponen una carga para mi cuerpo y mi espíritu, como si llevara al cuello un saco lleno de piedras que me hundiera bajo la superficie de mi lago iluminado por la Luna, hacia abajo, hasta esas profundidades pobladas con tantos otros cuerpos…
Los veo a todos, incluso a aquellos a quienes en verdad nunca vi en vida. Deberían haberse desvanecido: ha pasado un tiempo superior al que suele durar la vida de muchos hombres desde que regresé de las guerras al sur[5] y empezaron las apariciones, a lo que cabe sumar más o menos la mitad de tiempo desde que regresé de mi viaje para visitar a los monjes al otro lado de los estrechos de Seksent,[6] quienes me revelaron el significado de mis visiones, que podía registrar cuanto tengo por cierto hasta que llegue el día en que alguien, en que vosotros tropecéis con mi obra y decidáis si la mente que la ha creado merece ser tenida por loca.
Mas tiempo habrá luego para esa clase de deliberaciones, mientras que ahora disponemos de bien poco para explicar cuanto debéis saber acerca de mi reino antes de que podamos empezar el viaje. Pero los monjes que tutelaron mi estudio solían advertir contra la pura precipitación. Imaginemos, entonces, lo siguiente: caemos juntos de los cielos eternos en los que todas las eras son una misma y podemos convertirnos en compañeros de viaje hacia una Tierra menos constreñida que se encuentra, en el momento de nuestra llegada, en una era más temprana que la vuestra, aunque posterior a la mía. Tras cruzar la bruma que envuelve una cadena de montañas más impresionantes que verdaderamente elevadas, más mortíferas que majestuosas, pronto llegamos a las ramas más altas de una peligrosa extensión boscosa. La variedad de árboles parece casi imposible y su conjunto conforma una techumbre verde y espesa que se cierne sobre la vida silvestre del suelo: techumbre que nosotros, en nuestro viaje mágico, penetraremos con onírica facilidad para posarnos al fin en la gruesa extremidad inferior de un gentil roble. Desde nuestra atalaya gozamos de una excelente vista del suelo del bosque, exuberante y de apariencia amable; sin embargo, su gruesa alfombra de musgo a menudo esconde ciénagas mortíferas y sus matorrales de enormes helechos y espesas zarzas pueden llegar a cortar y envenenar la carne del más duro de los humanos. Aquí hasta la belleza es mortal, pues muchas de las flores delicadas que emergen del musgo, o que crecen en torno a los árboles y las rocas, ofrecen elixires fragantes que resultan fatales para el codicioso. Y sin embargo, esos mismos extractos, en manos de otros menos voraces, pueden usarse para curar la enfermedad y aliviar el dolor.
¿Y qué hay, entonces, del hombre en estos parajes? En otros tiempos se creía que los humanos no podían sobrevivir aquí, pues hemos entrado en el Bosque de Davon[7], la gran arboleda que, a decir de la gente de la antigua Broken, crearon los dioses para aprisionar en él a los peores demonios, de modo que estos conocieran la soledad y el sufrimiento que infligen a las víctimas de sus tormentos. El bosque ha brindado siempre una frontera impenetrable por el sur y oeste de Broken, cuyos peligros eran evidentes incluso para los salvajes saqueadores[8] que aparecieron en primer lugar, muchas generaciones atrás, por donde sale el sol por las mañanas, y que todavía saquean los dominios colindantes. Solo unos pocos de esos invasores han intentado siquiera atravesar la inmensurable extensión del bosque, y entre ese reducido número son menos todavía los que han vuelto a salir, marcados, trastornados, para declarar la empresa no solo imposible, sino maldita. Los ciudadanos de Broken se alegraron en otro tiempo de ver el bosque desde la seguridad que proporcionaban las orillas de un río atronador, llamado Zarpa de Gato, que aporta una peligrosa partición entre el territorio silvestre y la riqueza de los mejores cultivos de los valles de Broken, al norte y al este. Sí, en alguna ocasión mi gente se alegró con este límite, como con tantos otros;[9] pero eso era antes…
¡Mirad! Llegan sin darme apenas tiempo a pronunciar su nombre. Mirad, deprisa. ¡Allí! ¡Y allí! Una confusión de piel y cuero, el destello de los ojos furtivos, todo el fluido: entre los troncos y las ramas de los árboles, por encima o por debajo de los mismos, en torno a los matorrales de ortigas o en su interior, así como en las lianas. ¿Qué son? Mirad de nuevo; intentadlo decidir vosotros. ¿Ágiles? De una agilidad imposible, encuentran en el bosque senderos que otros animales no pueden ver, y mucho menos transitar, y navegan por esos rumbos con una agilidad que hace que incluso los roedores de los árboles se los queden mirando con envidia…
Empiezan a ir más despacio; tal vez notéis que las «pieles» de estos seres veloces son en realidad prendas de ropa cosidas con cueros de animales. Pero ni siquiera en el Bosque de Davon se visten las fieras. ¿Podría tratarse de esos demonios malditos de los que tantas historias de miedo contaban los habitantes de la antigua Broken? Sin duda estas criaturas pequeñas están malditas a su manera, pero que sean demonios… Examinad con más detalle sus rostros. Bajo la mugre y el sudor, ¿no os parece notar una piel humana? Y entonces…
Hombres.
Ni bestias del bosque ni enanos ni elfos. Tampoco niños. Mirad un momento más: debéis daros cuenta de que, si bien estos viajeros son inusualmente bajitos para tratarse de humanos adultos, no son demasiado bajos.[10]
Lo que os inquieta es otra cosa. Ciertamente no se trata de sus movimientos ágiles y hasta divertidos, pues estos resultan tan maravillosos como los de una tropa de saltimbanquis; no, es algo más oscuro que lleva a la convicción de que hay en ellos algo… malo.
Perdonad que os diga que vuestro juicio es incompleto. No tienen, por sí mismos, nada de malo estos pequeños humanos. Lo único malo que percibís es el trato que han recibido.
Mas… ¿quién se lo ha dado? En cierto sentido, yo mismo, al dar vida a mi descendencia; mucho más, sin embargo, el nuevo «dios» de mi gente, Kafra[11]; y mucho más todavía la gente que desprecia a esta raza pequeña más que a cualquier alimaña. ¿Acaso os confundo? ¡Bien! En ese estado de ánimo, alzaréis la vista al cielo y suplicaréis alivio; pero en su lugar tan solo encontraréis más vistas maravillosas. Primero, la sagrada Luna,[12] deidad del antiguo Broken, aunque después, en mi período de vida, fuera rechazada a favor de aquel dios nuevo y más complaciente; luego, iluminada por la sagrada radiación de la Luna, una gran cadena montañosa varios kilómetros al sur de los picos que hemos cruzado en nuestro viaje hasta aquí, una cadena conocida en Broken simplemente como «las Tumbas». Más lejos, al norte y al este, esa cinta brillante que veis partir las envidiables granjas protegidas por el abrigo de los montes (tierras que conforman la principal fuente de riqueza del reino) es el río Meloderna, el pecho del que maman todos esos ricos campos, gentil hermano de la rocosa Zarpa de Gato.[13]
Y en el centro de este noble paisaje, protegida como una infanta de la monarquía por los poderosos guardianes de la naturaleza, se alza la montaña solitaria que constituye el corazón del reino. Tan perversamente boscosa en sus laderas inferiores como el Davon y, en cambio, tan yerma y mortífera en lo alto como las Tumbas (aunque algo más templada), ahí está Broken, una cumbre tan aterradora que, a decir de la leyenda, el gran río solitario que manaba de las montañas colindantes en el inicio de los tiempos se dividió en muchos ante su mera visión. Pese a ser toda ella grande e imponente, la visión más tremenda se da en su cumbre: la maravilla enmurallada —y adornada, desde esta distancia, por temblorosas antorchas— que conforma a la vez el proverbial corazón del reino y sus pecaminosas entrañas. Excavada de modo milagroso en la piedra sólida y casi lisa que contiene el suelo de la cumbre, la ciudad fue en otro tiempo la favorita de la Luna, mas despertó la ira de su Sagrado Cuerpo al abrazar la fe de Kafra, el falso dios.
Broken…
Sí, acudiremos a ella. Pero aún no hemos terminado con el bosque. Porque esta historia empieza con esos escurridizos humanos de allí abajo. Nunca olvidéis esta palabra, pues se trata del dato supremo de toda esta historia: estos seres furtivos, rebozados en tierra, que tanta curiosidad despiertan, son humanos. La gente de Broken se permitió olvidarlo durante siglos y, en noches tempestuosas iluminadas por la Luna bajo la cumbre de la terrible montaña barrida por el viento, podréis oír el quejido que emiten sus almas condenadas al lamentar el más doloroso error…