Gillian Hay algo que no te he dicho. Algo que dijo Stuart.
Cuando estábamos haciendo el amor…, no, cuando me estaba violando…, no, digamos que cuando estábamos practicando sexo y yo intenté explicarle que era una mala idea, iba a decir algo sobre Oliver, pero por alguna razón no pude mencionar su nombre. Conque en vez de eso dije —y sé que tuvo que sonar raro— algo como «Mi marido está durmiendo arriba».
—No —dijo Stuart. Dejó de follarme un momento y me miró muy serio, pero también de un modo agresivo—. Tu marido soy yo. Siempre lo he sido. Y tú eres mi mujer.
—Stuart —le dije. O sea, él no era un viejo fundamentalista con barba. Éramos nosotros, aquí y ahora.
—Tu marido soy yo —repitió—. Puede que seas la amante de Oliver, pero eres mi mujer.
Después siguió follándome.
¿No es para dar miedo?
Oliver Plan A (perdona que parezca Stuart). Casarme con la señora Dyer. Adoptar su apellido como homenaje. Sostenerla como una fruta madura en la mano hasta que el tallo se desgaje suavemente de la rama. Heredar su casa. Vivir en la acera de enfrente de los Hughes, que acaban de recasarse. Procurar no incordiarles. El noble retraimiento digno de Roncesblablá. Festejar la reversibilidad: ¿te acuerdas de que era mi consigna?
Plantar una araucaria nueva. Acelerar su crecimiento y dejar que tape el mundo exterior antes de que llegue mi propio momento de níspero.
Stuart Conoces a alguien, trabas amistad, te gusta, le gustas, os acostáis juntos. Luego —en ese punto, o a la mañana siguiente, o al mirar atrás—, las cosas se aclaran, ¿no? Si es probable que sea una vez entre otras por curiosidad o cortesía por ambas partes (o nunca más por curiosidad de ambos), o si va a ser algo que dura una temporada o si —es también posible— podría durar y durar. Normalmente se te aclaran las ideas al respecto.
Supongo que podrías decir que las presentes circunstancias no son precisamente normales. Sí, podrías volver a decirlo.
Gillian No creo en el aborto. Es decir, descontando cosas que ocurren en zonas en guerra y demás, no creo en la mayoría de los abortos que se practican en el mundo. No discuto el derecho de una mujer a abortar, pero sí la sensatez del acto. Es una gran cosa traer a un niño al mundo, pero más grande es impedir que venga. Conozco todos los argumentos, pero la decisión, a mi parecer, se toma siempre en un punto más allá de todo argumento. El mismo punto en que se toman todas las demás decisiones sobre cosas como el amor y la fe.
Así que si todo va bien —y estoy empezando a superar el límite de edad—, tendré el hijo de Stuart. El principio de la frase no encaja con el final, en cierto modo.
Y no es una solución acostarme con Oliver en cuanto sea posible y simular que el hijo es suyo.
¿Podría decirle que he tenido una aventura con una persona o personas desconocidas? ¿Culpar a la inexistencia de nuestra vida sexual? Pero trabajo en casa y hace demasiado poco que Oliver pasa el día en ella. Sabe lo que hago. Conoce en qué empleo mi tiempo.
Lo adivinará, por supuesto. Y yo no lo negaré.
Oliver Plan B. Oliver de Roncesblablá no era, pienso, famoso por su modestia. El honor me propulsa. ¡Sopla la potente caracola y adelante a la batalla! ¡Ataca a los incircuncisos! (Un punto hasta ahora no considerado. Me sorprende que no me lo hayas lanzado durante tu reciente interrogatorio. Stuart, ¿conserva o no su aureola sagrada, su carnoso prepucio? ¿Caballero o cabeza redonda, qué opinas? [¿Yo? Moi? Como he dicho, has perdido tu oportunidad. Aunque, si quieres —y Oliver está tan tristemente exiguo de fondos actualmente—, podríamos vernos después y me pagas para que te enseñe. Sí, pon mi minga entre las dracmas. Saca una polaroid. Titúlala: Cómo funcionan las cosas.]) Entonces…, ¿a la batalla? Luchar por lo que es mío por derecho, honor y la unión de manos. Corteja y vence de nuevo. Proteger a mi estirpe. ¿Qué opinas?
Stuart ¿Qué dije sobre querer cosas?
Dije: «Hoy sé lo que quiero y no pierdo el tiempo con lo que no quiero.» Suena tajante, ¿verdad? Y durante mucho tiempo lo es, o lo ha sido. Pero reparo en que sólo con cosas sencillas, las que no son importantes. Las quieres y las tomas. O no las tomas.
Pero con las cosas importantes… Querer puede llevar a obtener, pero obtener no es el fin de la historia. Únicamente plantea una nueva serie de preguntas. ¿Recuerdas cuando Oliver dijo que su plan de negocios era ganar el premio Nobel? Me concederás que hay más posibilidades de que gane el gordo en la lotería. Pero imagínate por un instante que consiguiera lo que desea. ¿Creemos que eso resolvería sus problemas y que en adelante viviría feliz? No lo creo. Cabría decir que es más fácil no obtener nunca, tan sólo querer. Salvo que una vida de deseo insatisfecho puede ser sumamente dolorosa. Créeme.
¿O sólo estoy eludiendo la cuestión? ¿Hablando de «querer cosas» sin mencionar siquiera el nombre de Gillian?
Sophie Stuart es mi papá y papi es el papá de Marie, lo cual es uno de los motivos por los que papi tiene el muermo. (Todavía no hemos encontrado una palabra adulta para llamar a eso.)
O sea que quizá la respuesta sea que papá y mamá tengan otro bebé. Así estarían dos a uno.
Eh, ¿no es una idea brillante? Brillante. ¿Qué opinas?
Gillian No dio resultado, ¿eh? Eso es lo cierto. Hace diez años, urdí una escena que pensé que liberaría a Stuart. Pero por lo visto tuvo el efecto opuesto. Confié en que viese que mi vida con Oliver no tenía nada de envidiable y que se desengañaría. ¿Sabes? La primera vez que se fue a Norteamérica solía enviarme unos ramos enormes de flores. Anónimamente. Me hice amiga de la empresa de reparto, les conté un cuento sobre un posible acoso y me confirmaron que las enviaban desde Washington. Y huelga decir que Stuart era la única persona que yo conocía en esa ciudad. Y era evidente que Oliver lo sabía. Nunca hablamos de ello. Después nos trasladamos, a Francia y él nos siguió hasta allí. Así que planeé aquella escena en la calle, cuando sabía que Stuart estaría observando. Pero todos mis cálculos fallaron, porque la escena debió de incitarle a rescatarme. Y todos aquellos años pensé que él estaba bien, a gusto consigo mismo, a salvo, cicatrizadas las heridas.
Si, por el contrario, hubiese visto la verdad —que Oliver y yo éramos felices, que lo éramos entonces—, ¿le hubiese liberado? ¿Habría vivido una vida completamente distinta? ¿Quizá no hubiese vuelto nunca? Es una pregunta no respondida e imposible de responder sobre las vidas que habría podido llevar y no llevó; las alternativas abandonadas, las opciones olvidadas. ¿Qué opinas?
Oliver Plan C. ¿Qué me dijo la doctora Robb? Sí: pensar que no vas a mejorar forma parte de la depresión. Bueno, estoy de acuerdo, aunque mi glosa textual sería diferente de la suya. En mis tiempos de estudiante hice amistad en el taburete de un bar con un joven médico, recientemente titulado. Aquella noche de copas estaba compungido. Un matasanos veterano le había encomendado esa tarde —ahora que ya era un facultativo adulto— que notificase la mala noticia terminal a la familia reunida de un paciente que estaba siendo mordisqueado, roído y fatalmente masticado por el cáncer roedor. Mi amigote nunca había hecho de mensajero fatídico y no estaba versado en las artes de la diplomacia; y sin embargo, según parece, actuó como un auténtico Sir Henry Wotton en la manera en que comunicó a la afligida familia que su amado maridito, padre e hijo de las entrañas iba a cascar sin ninguna duda. Le pregunté qué les había dicho exactamente, y sus palabras, decenios más tarde, todavía resuenan en mis oídos: «Les dije que el paciente no iba a mejorar.»
¡Tan joven y ya tan juicioso! ¿Alguno de nosotros va a mejorar? Desde luego que no, en el sentido en que lo entienden los filósofos. Tampoco en el sentido de los cabalistas. La sensación de que no vas a mejorar forma parte, en efecto, de la depresión, pero ¿qué parte? Para la doctora Robb es un síntoma, para Oliver la causa. Puesto que ninguno de nosotros va a mejorar, ¿para qué enviar a honestos embajadores médicos a morir en el extranjero por el bien de su patria? El plan C consiste simplemente en reconocer los hechos tal como son. Todos estamos en la misma barca, pero hay algunos que admiten que hay un agujero en la línea de flotación y otros que encorvan, ciegos, la espalda y tiran de los remos hasta que brillan los toletes.
Mira este tópico. Peor aún, la condenada tentativa de infundirle vida. Qué deshonor. Qué vergüenza para ti, Ollie, querido. Pero además, en defensa propia, qué adecuado. ¿Qué es nuestra vida sino tentativas condenadas de revivir un tópico?
Sí, éste es el plan C.
Plan A, plan B, plan C: ¿qué prefieres?
Stuart Lo que entiendo por «más complicado» es lo siguiente. Mientras estuve fuera todos estos años, la Gill que llevaba conmigo —totalmente literal en el caso de la foto que parece obsesionar un poco a todo el mundo— era la Gill que conocí en aquel entonces, la mujer de la que me había enamorado. Es lo normal, ¿no? Y cuando volví me dije: Ella no ha cambiado nada. Es decir, tiene dos hijas, ya no se peina como antes, ha engordado un poco, no lleva ninguna de las ropas que recuerdo y vive en circunstancias precarias, pero para mí era exactamente la misma. ¿Lo es? Quizá no quiera admitir que todos estos años en que ha vivido con Oliver pudieran haberla cambiado. Expuesta a su estilo y pensamientos y opiniones mediocres. Estamos hablando de ACD y LMR, como he dicho. ¿No es realista presumir que sigue siendo la misma mujer de la que me enamoré? Al fin y al cabo, yo he cambiado en estos años. Y también tú, como puntualicé cuando dije hola.
El sexo no aclaró las cosas. Al contrario, me hizo comprender que me engañaba al dar por sentado que se trataba de un caso palmario, que siempre he amado a Gill, que la sigo amando y que la amaré siempre. Porque la Gill de la frase es la Gill de hace doce años: eso es lo que amaré siempre. Siempre. Disco duro, como he dicho: tendrían que despedazarme el corazón forzudos con almádenas. ¿Pero y la Gill de hoy? ¿Tendré que enamorarme de ella otra vez desde el principio? ¿O ya estoy a medio camino de hacerlo? ¿A una cuarta? ¿A tres cuartas partes? ¿Tú has estado en una situación semejante? Estoy un poco a oscuras. Supongo que la solución ideal sería descubrir que aunque los dos hayamos cambiado, hemos avanzado en direcciones paralelas y por lo tanto no nos hemos «distanciado», como suele decirse, a pesar de haber estado separados. Y de este modo —mejor aún, y el mayor «a pesar» de todos— descubrir que ella podría volver a amarme. O —aún mejor— amarme más esta vez. Dime, ¿estoy soñando?
Ahora que parece haber una posibilidad externa de recobrar lo que tuve antaño, en parte empiezo a preguntarme en qué medida quiero recuperarlo. Cuando las cosas eran imposibles, estaban mucho más claras. Quizá es que, simplemente, estoy asustado. A fin de cuentas, la apuesta ahora parece mucho más arriesgada. Me figuro que la pregunta clave es si Gillian volverá a amarme.
¿Qué opinas?
Gillian ¿Me ama Stuart? ¿Todavía? ¿De verdad? ¿Como él dijo? He ahí la pregunta clave.
¿Qué opinas?
Madame Wyatt No me preguntes nada. Ocurrirá algo. O nada. Y luego, uno detrás de otro, durante un largo periodo de tiempo, todos moriremos. Claro que tú puedes morir antes, por supuesto.
Conque, por lo que a mí respecta, esperaré. A que suceda algo. O a que no suceda nada.