Fue alrededor de una semana después cuando Carter vio a Gregory Gawill. Evidentemente, Gawill le había estado esperando aunque, cuando le encontró en la acera unas puertas más allá de su casa, le dijo pretendiendo que pasaba casualmente por la calle.
—¡Vaya, Phil! ¡Qué sorpresa! ¿Vives aquí?
—Sí —Gawill podía haberlo averiguado con sólo consultar la guía de teléfonos, pensó Carter, y, en efecto, eso fue lo que debió de haber hecho.
—Hace mucho que no nos vemos. ¿Cuánto tiempo llevas fuera de la trena?
—¡Huy!, tres o cuatro meses —Carter advirtió que el paso de los años también había cambiado a Gawill un poco, y esto a peor. Estaba más gordo y su aspecto era más tosco. Pero seguía vistiéndose con ropa de aspecto ostentoso y llamativo.
—¿Nos tomamos una copa?, o un café si es demasiado pronto para una copa —le dijo a Carter, dándole una palmada en el brazo.
—Voy al correo —respondió Carter mostrándole unas cartas que llevaba en la mano.
—Te acompaño. ¿No trabajas ahora?
—Todavía no —dijo Carter.
—Quizá pudiese yo meterte en un par de cosas.
Carter contestó con un guiño ambiguo.
—En serio, Phil, una de las empresas a las que estamos suministrando está buscando un ingeniero. Es en Long Island. Podría averiguar qué tipo de sueldo…
—No me interesa trabajar en Long Island.
—¡Ah!
Carter no tenía por qué ir a la estafeta, pues sus cartas ya tenían sellos, pero, como había dicho que tenía que ir, compró unos sellos de cinco centavos y otros para correo aéreo por un total de dos dólares en una ventanilla. Gawill seguía sin marcharse.
—Bueno, Greg, tengo que marcharme.
—Pero, vaya, hombre. ¿Acaso no tienes cinco minutos para tomar un café? Quería contarte una cosa. Creo que es algo que te interesaría.
A Carter le desagradaba la idea de sentarse con él en algún sitio pero, al mismo tiempo, sentía curiosidad y pensó que podría valer la pena averiguar lo que Gawill se traía entre manos actualmente.
—Bueno, vale.
Entraron en un bar en la esquina de la Calle 23 y la Tercera Avenida. Carter pidió cerveza, Gawill un whisky con agua.
—¿Supongo que ves con frecuencia a David Sullivan? —preguntó Gawill rascándose la nariz con un dedo.
—No, no mucho…
—Ese mierda se está metiendo en lo que no le importa y el mejor día se la va a ganar. Hasta ahora se está librando de que se lo cepillen. Pero no va a durar eternamente —a Gawill se le notaba resentido de verdad—. Está metiendo las napias en mis asuntos —Gawill carraspeó y miró a Carter—. Y ya ves, a donde le ha llevado. A ninguna parte. No ha podido endilgarme a mí nada, por mucho que lo ha intentado, y lo ha intentado de verdad.
Carter se bebió la cerveza.
—No puedo soportar la idea de que haya jugado a que estaba ayudándote mientras andaba ligando con tu mujer. No comprendo cómo lo puedes soportar. Tampoco me cabe en la cabeza que no te reviente ver a ese tipo en sociedad —al decirlo levantó los ojos enfurecido.
—Bueno, Greg, ya está bien. ¿Quieres dejarlo?
—Pero sigues viéndole, ¿verdad? ¡Hay que jeringarse! ¡A un tipo como ese que ha seguido a tu mujer hasta Nueva York! ¡Ya está bien! —Gawill trató de retractarse un poco—: No es que yo culpe a tu mujer. Una mujer se puede sentir sola, eso lo admito. Y un hombre también. Lo que me amola es lo del falso amigo.
A Carter le hubiese apetecido pegarle.
—¿Quieres dejar de hablar de mi mujer?
—De acuerdo. Pero Sullivan tuvo un ligue con ella que duró cuatro años completos. No creo que estés en el ajo, pero debes saberlo.
—Eso no es verdad.
Gawill se inclinó sobre la mesa agitando el dedo índice.
—Es verdad. Espabila, Phil. Quizá tu mujer no quiera… No quiera decírtelo, naturalmente. Sullivan tampoco te lo va a espetar, continuará simulando que es el mejor amigo que tienes en el mundo. ¡Vaya amigo!
A Carter le latía el corazón con más fuerza.
—¿Es eso lo que tenías que contarme con tanto interés?
—Pues, francamente, sí. Me repatea ver a un hombre hacer el tonto. Y Sullivan te está poniendo en evidencia. Juega a que es amigo tuyo cuando, ¡caray!, tienes motivos más que suficientes para propinarle una paliza o incluso para cargártelo.
Fue el rencor lo que delató a Gawill. No era posible que sintiese tanto rencor por el hecho de que Sullivan hubiese tenido un devaneo con Hazel o porque Sullivan fuese un mal amigo, tenía que ser porque Sullivan había causado algún perjuicio a Gawill.
—Comprendo que Sullivan no te caiga bien, pues, ¿acaso no te ha hecho saltar de un par de empleos?
—¡Ah!, lo ha intentado. Pero no ha conseguido más que armar follones y sacar a relucir algún que otro trapo sucio. Pero los trapos sucios eran de Sullivan, no de Gregory Gawill.
Carter esbozó una sonrisa pero se dio cuenta de que a Gawill no le hacía gracia que sonriese.
—Bueno, Greg, tengo que irme. Gracias por la cerveza.
Gawill pareció sorprendido.
—¿Cuándo nos volvemos a ver? Escucha, Phil —dijo frunciendo el ceño y agarrando a Carter por el brazo derecho al levantarse—. Tú crees que lo que te estoy contando no es más que una sarta de trolas sobre Sullivan y tu mujer, ¿verdad? Crees que a lo mejor estoy exagerando. ¿Pero acaso crees que es una exageración que cuando estaba estudiando en la escuela de Long Island se fuese todas las tardes al salir al piso de Sullivan? Yo tenía a un par de individuos vigilando a Sullivan, como él hacía conmigo. Que sé muy bien lo que pasaba, que tu mujer tenía las llaves para entrar y se largaba de allí justo antes de las seis para irse a casa a preparar la cena del chaval —Gawill sacudió la cabeza asqueado y agarró con más fuerza la manga de Carter—. Y puedo contarte más, también.
—Vamos, Greg, suéltame —Carter tiró con violencia del brazo que le tenía agarrado Gawill y se marchó.
—Pues el asunto sigue aún —le gritó Gawill.
Carter echó a andar deprisa y, cuando finalmente echó una ojeada para saber dónde estaba, se encontró con que se había ido hacia el East Side de la Avenida A. Se dio entonces la vuelta y se dirigió hacia su casa. Es todo una serie de mentiras y exageraciones, se dijo Carter. A Gawill le calaría un niño.